Es un hecho del conocimiento público o secreto a voces que en nuestra querida Venezuela sobran individuos que a todas luces son desleales a las instituciones que representan, esto por  poner en práctica trampas éticas que se plasman en la estratagema de la manipulación, el engaño y el terrorismo en cualquiera de sus facetas o modalidades. Pero contrario a esta forma de proceder, desde la perspectiva de la moral y buena ética la política tiene una razón de ser y unos objetivos de alcanzar en las sociedades de ayer, hoy y siempre. Sin embargo, al igual que la energía atómica, la política o la economía (o cualquier otra disciplina del saber) pueden también utilizarse a conveniencia para alcanzar objetivos no solo favorables sino adversos a la misma humanidad. Por tanto, es de rechazo absoluto cualquier atentado que se haga de forma intelectual o material en contra de la institucionalidad.

Consiguientemente, además de caótico, es una decadencia con graves signos de involución e irreversibilidad que las instituciones se derrumben sin que nada ni nadie pueda detener y revertir tal debacle, la cual para el caso venezolano tiene profundas raíces económicas en el orden estructural, histórica, cultural e incluso “supranacional”. Además, es deprimente y frustrante que no obstante el fracaso rotundo del modelo implementado en el país (que de un sector y el otro pueden dar fe, así lo nieguen aparentemente) se siga  orientando la economía política de manera equivocada, porque con el mayor respeto de los asesores económicos del Ejecutivo nacional, la solución integral y duradera no se halla con medidas que aunque novedosas y formuladas con buena intención, son aisladas y hasta superficiales al desconsiderar los factores esenciales y las acciones premeditadas que día a día circulan alrededor del juego perverso de la inflación y la devaluación.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta que un PIB creciente no representa necesariamente un desarrollo sustentable, pero el hecho verdaderamente grave es que tengamos esta variable económica con una tasa negativa recurrente, lo cual efectivamente es sinónimo de pobreza y miseria. No es mostrar una postura pesimista y tampoco es el deseo estar en el rol de “profeta del desastre”, pero el fundamento primario de manutención y bienestar permanente de toda sociedad se logra cuando se favorece de forma prioritaria la economía real (ahorro e inversión para generar producción, trabajo productivo y riqueza), derivando a posteriori la necesaria economía monetaria (dinero en cualquiera de sus formas físicas o virtuales para permitir entre otros aspectos los intercambios de bienes y servicios generados en el proceso de producción), pero nunca al revés, tal cual como se pretende posicionar y hacer creer con la reconversión monetaria y el “anclaje” del signo monetario nacional.

Indudablemente, estamos en un escenario de guerra: aparato productivo colapsado, vías de comunicación destruidas, medios de comunicación restringidos para informar oportunamente, desnutrición y  hambruna en potencia, sistema de salud resquebrajado, instituciones educativas desmanteladas, emigración de la población talentosa y capacitada,  etc. Además, el drama arrecia con la persistencia de los sistemas de precios controlados y diferenciados, la oferta restringida y monopólica de productos y el dinero en efectivo, la contradicción de la política monetaria, entre otras distorsiones y desviaciones malignas que continuarán siendo parte de la novela que escribe y protagoniza el venezolano en su rutina diaria. Con el agravante de que es imposible iniciar un proceso de reactivación y recuperación de la economía nacional si se incumple continuamente con los principios normativos o constitucionales, lo cual se traduce en mayores grados de desconfianza e incredibilidad.

Sin embargo, aparte del sistema de economía política gubernamental (que ha retado de forma perenne las leyes económicas) generador de sucesivos impactos o externalidades negativas sobre las mismas raíces de la sociedad venezolana, resulta  también vergonzoso que  nunca hubo una contrapropuesta coherente, continua y coordinada por parte de los supuestos líderes de la oposición (con relativo peso específico en la opinión pública y accionar civico), puesto que solo se encargaron de crear falsas expectativas en la población venezolana. Pero, también hay que decirlo, existen otros tantos individuos que “no lavan ni prestan la batea»; solo están disponibles y siempre pendientes para criticar y destruir cualquier acción o propuesta proactiva a favor de las comunidades y sociedad en general.

Finalmente, en contraste con todo lo anterior y principalmente relacionado con la conmemoración del Santo Cristo de La Grita en sus 408 años, se comparten algunos pensamientos surgidos en el peregrinaje desde San Cristóbal hasta el santuario que está ubicado en la capital del municipio Jauregui del estado Táchira (todo el documento disponible en https://bit.ly/2vqW0iK ) :  

Es una vivencia única y muy especial. Reencuentro con la divina energía plasmada en la naturaleza y el ser interior, en la búsqueda de la verdadera paz y felicidad. Convencido aún mas de que la solución de nuestro problema vendrá desde lo más adentro de nosotros. El único milagro posible está basado en el sincero conocimiento de nuestra propia existencia. Más de 20 años en San Cristóbal y nunca había hecho este peregrinaje, que es mucho más que una caminata de 80 kilómetros. Dios bendiga a todas las instituciones y personas que pese a las circunstancias adversas apoyaron, organizaron y se pusieron al frente para que la comunidad en general estuviera presente nuevamente en este acto de fe y esperanza…“Que el Santo Cristo de La Grita nos oriente el camino de la sabiduría para lograr la concertación y la resolución de nuestros problemas…”

[email protected]

@tipsaldia


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!