¿Qué es lo que quiere tapar Jair Bolsonaro? ¿Qué es lo que quiere ocultarles a sus votantes y a quienes no votaron por él? ¿Qué es lo que planea hacer que no quiere que el pueblo brasileño lo sepa?

Mucho se habla y se especula sobre lo que va a hacer el presidente electo una vez asuma, luego de unas elecciones que han sido marcadas por un acentuado maniqueísmo, como se ha visto. Adjetivación frívola y barata, descalificaciones, macartismo de izquierda y derecha. Por ejemplo, Bolsonaro, el blanco elegido, era acusado por los “progre” de misógino, por lo que le dijo a una diputada lo que al lado del caso Ortega y su hijastra Zoilamérica es juego de niños, o de nostálgico de los militares obviando que fue admirador de Chávez o cuál es el sustento de Nicolás Maduro.

 De todas formas se asegura que el nuevo mandatario pondrá en marcha las medidas que anunció y tal cual las anunció en la campaña electoral.

Pero una cosa es la “campaña”, decir lo que sea con “lengua fácil” en el entusiasmo y correr del discurso frente al fervor de la tribuna o hacer circular por las “redes” cualquier bulo y sin ninguna responsabilidad, y otra cosa es gobernar. Recién cuando se está al otro lado del mostrador se sabe bien cuánto hay en la caja.

 Hasta ahora y en concreto muy poco, y lo poco y concreto que hay, muy malo. El primer paso de Bolsonaro ha sido el que dan los dictadores: arremeter contra la libertad de expresión, contra la libertad de prensa, contra los medios de comunicación tradicionales, contra los que tienen redactores responsables, los que investigan y chequean sus noticias y en los que nadie anónimamente puede “subir” lo que quiera.

 Expresamente y públicamente el presidente electo  sentenció: “Ese diario se acabó”, al mayor diario de Brasil, Folha do Sao Paulo. Dijo que no le iba a dar más publicidad oficial, amenaza que también hizo extensiva para alguna otra prensa que él considera basura. Y todo ello porque no le ha gustado la forma cómo han tratado o encarado la información o su critica periodística.

¿Y el señor Bolsonaro cree que eso lo puede  hacer? ¿Cree que ese dinero es suyo –que en el caso son 500 millones de dólares– y que puede manejarlos como él quiere y en función de sus intereses particulares? Debería saber él, que se jacta tanto de su honestidad, que eso se tipifica como corrupción. Que eso es lo que hacen los funcionarios corruptos. Esos recursos de los contribuyentes que se asignan al presupuesto publicitario o de apoyo a la prensa deben distribuirse siguiendo criterios muy trasparentes y técnicos, y no según como le parezca al presidente o sus amanuenses. Si no cumple con ello se trata de corrupción y además se atenta contra la libertad de prensa. Un doble delito.

Y no son meras amenazas. Han tenido el efecto buscado y se informa que en medios con poca independencia económica ya consideran que no tienen otra alternativa que “aflojar la pluma”. Y eso lo saben quienes lanzan las amenazas, de la misma forma que saben de las consecuencias de sus arengas  por las redes a sus partidarios contra la prensa y los periodistas. Y aquí estamos hablando de hechos concretos, no solo de “viralizaciones“, sino de agresiones directas, propias de grupos de choque fascistas.

Y hay más hechos. Cuando en rueda de prensa Bolsonaro anunció que el juez Sergio Moro será su próximo  ministro de Justicia y Seguridad Pública,  no se permitió el ingreso de determinada prensa. Se discriminó y nada menos que en el caso de una noticia que ha generado tantas suspicacias. Y se dejó afuera a los principales medios, Folha, O Estado do Sao Paulo, O GloboValor y a la mayoría de los  corresponsales extranjeros.

Lo dicho: eso lo que hacen y han hecho siempre los dictadores y los principales enemigos de la libertad de expresión. Los que son demócratas, los que creen en la democracia liberal, saben que deben estar sometidos al permanente escrutinio del público, que deben dar cuenta diaria de lo que hacen, que las manos las deben tener siempre a la vista de la gente y que el pueblo tiene derecho de saber todo lo que pasa.


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