Hoy Venezuela vive momentos muy oscuros, tal vez solo comparables a los sufridos en la Guerra Federal por allá por 1859. La tragedia venezolana es verdaderamente extensa, abarca desde la economía y lo social, hasta una crisis de valores y rencillas internas muy preocupantes. Hoy las esperanzas de una mejora son ínfimas, al menos en el corto y mediano plazo. La sociedad venezolana ha fracasado.

En lo personal, nunca me ha gustado la música de Alí Primera (la primera vez que lo oí fue en la UCV mientras hacíamos pancartas para una elección de centros de estudiantes). Pero una cosa es que no me guste y otra es que ataque a quienes les gusta. Recientemente hubo un acto en el Aula Magna de la UCV (Frente Amplio) y los organizadores decidieron iniciar el acto poniendo música de Alí. Rápidamente un sector de la oposición (increíblemente representados por un señor que se hace llamar libertario) atacó con vehemencia que esa música “socialista y chavista” se colocara en los actos de la oposición. Alí Primera no conoció a Hugo Chávez. Muchas de sus canciones eran de protesta ante los desastres de los gobiernos que generaban pobreza y problemas en la población, ¿ustedes creen que el señor Primera sería chavista hoy? Insisto, no defiendo la música de Alí Primera, defiendo la libertad de cada uno de oír lo que usted quiera.

¿Para eso no es que supuestamente se lucha en Venezuela? ¿Para tener libertad de elegir, para tener una democracia? No podemos pretender hacer oposición para atacar un gobierno autoritario metiendo de contrabando un modelo político sustitutivo que haga exactamente lo mismo. El socialismo es negativo, pero el fascismo también lo es. Al final, los extremos se tocan, pero no generan bienestar para la mayoría, solo para élites, sectas.

La sociedad venezolana gusta del “autosuicidio”. En 1998 decidió apoyar a un candidato fuera del sistema político tradicional buscando castigar a los partidos políticos de la época, jugándose una suerte de “All in” con tal de ver a esos partidos pagar por sus crímenes (corrupción, pobreza, etc.). Simplemente escogió destruir instituciones en vez de castigar a los responsables individuales (era más fácil pero también más radical). El saldo de esa decisión ha sido muy negativo. En estos últimos 20 años el país fue de mal en peor, pero mientras se “emborrachaba” con la bonanza petrolera más grande de su historia, a esta sociedad pareció no importarle el tsunami que se gestaba. Los ingresos petroleros sirvieron de bálsamo para olvidar las deficiencias democráticas, institucionales y la instauración de un modelo económico insostenible y uno político autoritario que generaron la realidad actual. Las vías radicales han sido nocivas para la salud venezolana.

¿Cómo es posible que esta sociedad no haya sido capaz de obligar a los partidos políticos de oposición serios, sensatos, a estar unidos por el mismo objetivo? Mientras la crisis sigue y hasta empeora, la popularidad del causante de esa situación sube en las encuestas. Situación única en la historia de la humanidad. Como también lo es que una parte de la oposición trabaja exclusivamente para destruir a las otras (si, increíblemente tenemos varias oposiciones, juntas ganan elecciones, separadas son muy poco). Hoy hay déficit de líderes de oposición serios (los hay, pero no abundan), mientras hay superávit de vendedores de humo (como aquellos que hablan de que el final está cerca, desde hace seis años) y charlatanes (que esperan que otros desde el exterior les hagan el trabajo).

Esta sociedad debe cambiar, debe madurar, debe entender que este camino solo la lleva a profundizar la barbarie que sufre actualmente. Una mejor Venezuela no se alcanzará porque un grupo se imponga sobre otro a la fuerza, o porque una élite chantajee a la mayoría de la población que pasa necesidades (con cajas de comida, con acusaciones éticas sobre no sacarse el carnet de la patria, etc.), o porque nos invadan desde el exterior y cambien el gobierno de turno por uno elegido a dedo por el país invasor; un mejor país lo tendremos cuando sepamos respetarnos, reconocernos, establecer y priorizar un mínimo de reglas institucionales que nos permitan progresar, crecer, darle un giro a esto que hoy llamamos país. No basta con querer una mejor nación, hay que saber trabajar para alcanzarla.


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