Señalábamos en la entrega anterior algunas de las tangibles obras ofrendadas a la República de Venezuela por tres presidentes. Vamos ahora a reseñar brevemente los aportes de dos más.

El general Juan Vicente Gómez, luego de tan largo y rígido mandato, consciente de que su final se le acercaba, quiso dejar las cosas arregladas. Encargó de la Presidencia de la República al general en jefe Eleazar López Contreras, quien posteriormente fue ratificado por el Congreso Nacional. Es de suponer que a este general, al asumir el mandato, se le presentaría un dilema: ¿qué hacer?, si continuar con el mismo modelo dictatorial trazado por su antecesor –camino que le era relativamente fácil– o arriesgarse a dar un golpe de timón a su gobierno. Como militar civilista, y para entrar con buen pie a la historia de Venezuela, optó por emprender el riesgoso cambio, circunstancia esta que le abonó el mérito de ser el ejecutor de la innegable transición hacia la democracia, luego de 27 años de la dictadura de Gómez.

Eleazar López Contreras era nativo de Queniquea, modesto pueblo del Táchira. Estudiaba su bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, de La Grita, regentado por monseñor Jáuregui Moreno, cuando al pasar por allí el general Cipriano Castro, en su Campaña Liberal Restauradora rumbo a la capital para hacerse al poder, voluntariamente se le sumó y le acompañó en todas las vicisitudes hasta llegar a Caracas. Con el mando en sus manos, López Contreras honró a Venezuela haciéndole importantes aportes institucionales al país, entre ellos: la creación de la Contraloría General de la República, los ministerios del Trabajo, de Agricultura y Cría, de Sanidad y Asistencia Social; el Banco Central de Venezuela, El Consejo Venezolano del Niño, la Guardia Nacional, y los museos de Ciencias y de Bellas Artes. Igualmente, la creación del Instituto Pedagógico de Caracas y su edificio sede, y el primer edificio para el Ministerio de Educación, en la esquina El Conde.

Por otra parte, a quienes pretenden eternizarse en el poder les dejó una brillante lección de desprendimiento. En su tiempo, el período presidencial era de siete años. Pidió que se redujera a solo cinco años y prohibió la reelección. No obstante su constructiva labor presidencial y serena entrega al servicio del país, tuvo que exiliarse a raíz de los funestos sucesos ocurridos el 18 de octubre de 1945.

Vencido el período presidencial de López Contreras, el Congreso Nacional eligió a otro general civilista, a Isaías Medina Angarita, autor también de muy significativas obras institucionales como lo fueron Identificación Nacional, el Seguro Social Obligatorio, el Impuesto sobre la Renta y la primera Ley de Hidrocarburos. También, la moderna urbanización El Silencio, las Unidades Sanitarias, los Grupos Escolares, el Edificio Nacional de San Cristóbal y el inicio de la construcción de la bella Ciudad Universitaria de Caracas. A este se le reconoce como “uno de los presidentes venezolanos más democráticos”. Sin embargo, como rememorando la actitud de Pedro Carujo frente al doctor Vargas, un partido político que ambicionaba el poder, en vez de esperar la nueva elección que se realizaría el año siguiente, aliado con militares, por la fuerza le interrumpió su período presidencial y lo enviaron al exilio. Muy mal precedente para la democracia venezolana.

Hemos apuntado en estos dos artículos, a grandes rasgos, parte de la labor cumplida por cinco presidentes oriundos del estado Táchira, que se ocuparon del desarrollo, la modernización y la cultura de toda Venezuela, sin preferencias por su tierra nativa.


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