“Los educadores serán dotados de zapatos de un bolso de cuero bien ‘cacheroso’, bien fino, y además (vamos) a ofertar zapatos”. Tenía que ser Maduro, otra vez, con sus ocurrencias y barrabasadas de mal gusto. Se capta en su derrape verbal la burla, no es posible escuchar ni el silbido de un acento que marque la buena intención de su propuesta. Los programas sociales que estableció la democracia se hacían de forma universal, no mediaba ninguna relación de dependencia partidista, además eran eso, ¡programas sociales! que formaban parte de un plan sostenible y duradero, solo que se apareció la revolución y con la fuerza de un huracán se llevó todos esos beneficios conquistados en libertad.

La tragedia de la infraestructura educativa, el descalabro institucional de los entes educativos, el drama humano de los millones de niños y jóvenes escolarizados y las condiciones de pobreza en la que se desenvuelven los docentes del país, no se van a remediar con un “regalo” ocasional de un par de zapatos.

El informe de FundaRedes es contundente. Veamos: el detrimento de los niveles educativos es alarmante, la planta física escolar está deteriorada, la deserción escolar y docente es una tendencia que no se detiene, el contenido educativo impartido es deficiente y la asistencia a los escolares, mediante el Programa Alimentario (PAE), es un capítulo de un pasado que fue asaltado por una tétrica realidad en la que los muchachos que logran llegar a sus colegios no pueden ocultar su estampa famélica.

La lucha de los educadores es por hacer posible un país con ciudadanos bien formados que se encarguen de demostrar que sí podemos dejar atrás la era del rentismo, diversificando nuestra economía. Eso será posible cuando superemos, primero, la ignorancia que representa el caldo de cultivo para que los especuladores de oficio se aprovechen de sociedades vulnerables, con habitantes que no están preparados para cumplir sus obligaciones ni para defender sus derechos ciudadanos. La lucha de los educadores no es por unos zapatos es por vencer los malos hábitos, derrotar la crisis de valores y hacer posible entonces que resplandezcan las virtudes, los buenos ejemplos y seamos un pueblo con gente solidaria, responsable y fraterna. ¡Claro! debemos estar persuadidos de que nada de eso será posible concretarlo si no existe, como premisa, una política de Estado en la cual juegue un papel privilegiado el educador venezolano, ahora mal remunerado y reducido a peregrino que trata de sobrevivir en cualquier lugar del mundo, mientras los que resisten dentro del territorio nacional salen de esas aulas ruinosas para protestar en las calles contra los vejámenes de los que son víctimas.

En medio de esa tragedia Maduro continúa con sus chanzas, bailando, soltando malos chistes, mintiendo repugnantemente y haciendo comparaciones risibles como eso de que “Caracas está más bella que Miami y Valencia más bonita que Nueva York”. Ambas ciudades venezolanas siempre han tenido sus encantos, ahora esos sortilegios se han trucado en pesadillas para las poblaciones que tienen que pugnar por levantarse vivos en urbes atrapadas en el caos. Pero Maduro se aferra al sarcasmo que lo lleva a afirmar que “la revolución construyó la red ferroviaria más moderna de América Latina, que los buses Yutong construidos en Venezuela son mejores que los de Berlín, que los nuevos puentes sobre el Orinoco y el lago de Maracaibo son más impactantes que el de la bahía de Qindao y más lindos que el Golden Gate de San Francisco, que las líneas del Metro, como la que comunica a Guarenas con Los Teques, supera en belleza a las de París, que el gasoducto edificado en alianza con Argentina deja pálido al Nord Stream que transporta gas ruso a Alemania o que los gallineros verticales y la ruta de la empanada son proyectos que dejan muy lejos la deslumbrante torre Burj Khalifa de Dubái y el Eurostar con su fascinante Eurotúnel que hace posible viajar de Londres a París».

Lamentablemente para los venezolanos las obras que cacarea Maduro no existen, simplemente porque nunca se ejecutaron. Esa es la cruda verdad que Maduro pretende cínicamente tapar con sus ironías o sátiras que debemos tomarlas como un desafío para mantenernos firmes en la lucha por la libertad de Venezuela.

 


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