Hoy se cumplen 61 años del inicio de la transición de la dictadura a la democracia en Venezuela, efemérides que no ha perdido vigencia a pesar de su relativa lejanía en el tiempo. La mejor prueba de ello es que el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, la eligió para llevar a cabo una gran concentración a favor de tres acciones básicas de cara a la recuperación de las libertades en Venezuela: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. No hay que apresurarse en estos pasos, no hay que cometer los errores del pasado que, por lo general, fueron productos de la imprudencia que genera el inmediatismo y especialmente el pensar que la sola protesta o las formalidades constitucionales logran los cambios que tanto anhelamos. Estamos ante un proceso inédito que debe ser llevado con mucha racionalidad. La democracia nace más de la inteligencia civil aderezada con una constancia incansable que con la rabia de actos que son considerados valientes y llenos de coraje.

En el gremio de los historiadores, siendo fieles a la verdad, han querido advertir que el 23 de enero de 1958 el papel fundamental lo tuvieron los militares. Sí, fue la fuerza decisiva, pero tal como me dijo el único protagonista que nos queda vivo de la Junta Patriótica (el organismo que coordinó y unificó a todos los partidos que luchaban por la democracia): Enrique Aristeguieta Gramcko: “Sin la unidad de los demócratas y su capacidad de movilización popular, los militares no se habrían arriesgado” (palabras más palabras menos). De esa manera fueron llevando a cabo alzamientos que fracasaron al principio pero que lograron convencer al resto de la institución de que el cambio era imparable. Es por ello que no debemos desmerecer de la acción civil, y esto hay que repetirlo una y otra vez: la misma debe ser pacífica. Son este tipo de movimientos los que triunfan y tenemos que controlar las desviaciones violentas. Hay que aprender de los errores de 2014 y 2017, y no ir a insultar y forcejear con los soldados y policías, sino que debemos hablarles y convencerles con nuestra fortaleza civil demostrada en nuestra resistencia PACÍFICA. Los autoritarios buscan ese pretexto para justificar la represión, si no lo tienen nuestro prestigio en la comunidad internacional será alto y lograremos las rupturas internas que facilitan el cambio, y cada vez más personas se sumarán.

No desconfiemos del poder de la palabra, del ejercicio de la ciudadanía al crear los espacios para que nos encontremos en la construcción de nuestro destino colectivo. Esos son los cabildos abiertos, eso es el Parlamento, y esos son las aulas de clases y todo debate respetuoso. Aunque nos digan “comeflores” o que no somos valientes: ¡no caigamos en la violencia! Busquemos controlar a las personas que la practiquen y todo infiltrado en nuestro movimiento. Hasta ahora vamos de maravilla, acumulando fuerzas en cada movilización. La comunidad internacional nos está viendo y desde hace tiempo esperaba por este renacer de UNIDAD y fervor popular. El 23 de enero y la transición del año 58 que tuvo como perfecto cierre el Pacto de Puntofijo y las elecciones libres fue logrado gracias al aprendizaje de todos los errores que cometieron los demócratas en los años anteriores, ¿no seremos capaces de aprender tan hermosa lección histórica de la consolidación de la democracia por 40 años (1958-98) y de esta tragedia que ya tiene 20 años y en la cual hemos metidos la pata tantas veces? No podemos cegarnos pensando que una banda presidencial o un juramento servirán como objeto y acto mágico que harán que militares y países amigos muevan todos los hilos para que se logre el cambio, y mucho menos que una carga suicida contra los que tienen todas las armas hará realidad la soñada democracia.

El 23 de enero se ha ganado su sitial de honor en las efemérides venezolanas, y me gustaría soñar que en el futuro será recordado tanto por el día del fin de una dictadura como del principio del fin de otra. Son muchas las “fechas patrias” decretadas que se han olvidado, y la de hoy el poder ha querido que también salga de nuestra memoria, pero ahí está invicta y quiero soñar que siempre representará la hermosa utopía que es vivir en libertad. Hoy, 23 de enero de 2019, nos vemos en la calle como ciudadanos que somos, siempre confiados en una Venezuela próspera y democrática.


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