El presidente Duque, estadista serio y honesto, prometió continuar lo bueno de anteriores gobiernos y rectificar lo malo. Ante la caótica situación de Colombia en todos los órdenes –un país descuadernado– obviamente es muy poco de lo primero que tiene que hacer Duque, y mucho de lo segundo, es decir, muy poca continuidad y mucha rectificación.

Si es cierto en todas las áreas del gobierno lo es muy particularmente en política exterior. Gracias a la mermelada a los medios y la ingente publicidad y otras medidas “non sanctas” del nefasto presidente Santos, existía la paradoja de que a una de las peores gestiones en política exterior de la República se le calificaba como exitosa. Es por eso la necesidad del discurso del presidente del Senado, Ernesto Macías, para hacer un punto de cuentas sobre la calamitosa situación del país. Incluso el ponderado ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, quien quiso darle un parte de tranquilidad en el inicio de su gestión, tuvo que enfrentar la dura realidad y reconocer que recibe un gobierno quebrado.

Pues bien, intereses muy personales de Juan Manuel Santos y su canciller llevaron a ejecutar una desastrosa política exterior, que incluso pone en peligro la seguridad y soberanía de la nación. Por ello, el primer gran éxito de Duque en política exterior fue la escogencia de su canciller. Carlos Holmes Trujillo es un aquilatado diplomático y político que reúne las no siempre juntas condiciones de un brillante intelectual, un experto diplomático y un sagaz político; no podría haber conseguido un mejor canciller el presidente Duque.

Una vez designado HolmesTrujillo como canciller, no se quedó en diagnósticos, sino que de inmediato puso a girar el motor de las indispensables correcciones en política exterior. Lo primero que hay que subrayar es que ahora sí prima el interés nacional sobre los mezquinos intereses, personales o ideológicos, de Juan Manuel Santos.

Es indudable que el aspecto prioritario de la política exterior colombiana es la situación venezolana. La tiranía de Maduro requiere de un esfuerzo concertado de firmeza y decisión del entorno internacional para por un lado presionar la caída del régimen venezolano y por otro, atender la crisis migratoria de millones de venezolanos, que huyen de la miseria y la represión.

Del apoyo descarado de Santos al castrocomunismo en Venezuela motivado por su interés en lograr un acuerdo que le entregó Colombia al narcoterrorismo y que luego de haber alcanzado su objetivo (y el Nobel, política fundamental del gobierno de JMS) pasó a ser una endeble denuncia pero sin una incólume presión coordinada a la tiranía, ahora tenemos una vigorosa política de presión para la restauración de la democracia en Venezuela.

El canciller Holmes Trujillo corrigió dos graves defectos de la política de Santos frente a Venezuela: la hipocresía y la descoordinación. Santos pasó de la complicidad a la denuncia, pero sin ninguna acción efectiva de presión al régimen venezolano. Duque ha sido coherente en el discurso y la acción; ha denunciado a la tiranía, pero no se ha quedado en la retórica, sino que lidera la política de defensa de la democracia venezolana, a través de acciones firmes muy puntuales: salida de Unasur (lo cual en mi concepto debe ampliarse a la Celac), participa de un esfuerzo mancomunado dentro del Grupo de Lima para denunciar a Maduro en la CPI por parte de varios Estados y finalmente ha iniciado gestiones para trazar una política migratoria común frente al éxodo de los venezolanos.

Santos tuvo el gran error de no anticipar ese éxodo y por lo tanto se dejó coger la noche en este problema. Imperativos éticos y prácticos ordenan una política de brazos abiertos hacia los venezolanos, pero a la vez requiere de un esfuerzo mancomunado de la comunidad internacional en apoyar a las naciones que reciben la mayor parte de ese éxodo, siendo naturalmente Colombia el principal. Carlos Holmes desde el primer día se abocó a la tarea de construir alianzas en torno a ese problema y ya se están viendo los primeros resultados al respecto.

El segundo frente de acción en política exterior son las relaciones con Estados Unidos. Duque, un gran conocedor de los pasillos del poder norteamericano y un público americanófilo, ni siquiera esperó posesionarse para visitar ese país y entablar un fructífero diálogo con el gobierno y el Parlamento. Contrario a Santos que, por su apoyo al narcoterrorismo, permitió la multiplicación de narcocultivos en el país y ocasionó un resquebrajamiento de las relaciones bilaterales al punto de plantearse la descertificación de Colombia. Duque, con su sólida política antidrogas, tendrá el apoyo incondicional de Estados Unidos para acabar con ese flagelo y ello redundará en una mejor relación con ese país, con los consecuentes beneficios para Colombia.

Finalmente, una reorientación de la política comercial exterior, basada en el incremento de la productividad y la innovación, traerá grandes beneficios para el pueblo colombiano. Esto no se logrará de un día para otro, pero asentar los cimientos de una sólida política de productividad, y no de fatuos eventos en el exterior, con la bomba tan querida del gobierno anterior, es una gran tarea que el gobierno Duque ya ha iniciado.

En conclusión, se vislumbra un exitoso camino en la política exterior de Duque. Está en las manos correctas, con la orientación debida y se ha comenzado con una eficiente implementación; una buena política exterior es la base para una debida proyección internacional del país, una sólida defensa de la soberanía y seguridad nacional y un consecuente incremento del bienestar de los colombianos. ¡Bravo por la política exterior del presidente Duque y de su canciller Holmes Trujillo!


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