Las cintas interpelan al espectador venezolano. Lo llevan a pensar en relaciones y afinidades con el presente. La catarsis del cine se consuma en el intelecto del público.

Los referentes lejanos, películas de otra procedencia, plantean problemas cercanos. Cumplen la premisa de ahondar en conflictos locales de calado universal. Se proyectan en diferentes plataformas.

Hoy hablaremos de uno de ellos, The Square, laureado documental sobre la primavera de Egipto, alrededor de las sucesivas tomas de la famosa plaza Tahrir de El Cairo, símbolo de la resistencia contra el tirano Mubarak. Natural antecedente del foco de la disidencia ucraniana en Maidan y su trabajo de no ficción nominado al Oscar, Winter on Fire, considerado fuente de inspiración para cientos de compatriotas, quienes luchan en la línea de fuego y exigen libertad por las redes sociales. Es uno de los fenómenos virales de Netflix, en la que también se consigue y distribuye The Square, dirigido por la activista de los derechos humanos Jehane Noujaim, aguerrida reportera gráfica.

En la obra maestra de la escuela urgente y emergente, la realizadora capta el despertar de una revolución contemporánea en el apogeo de sus diversas encrucijadas.

Formalmente, el largometraje se arma y narra con recursos alternativos. Así combate y supera el cerco de la censura de los medios oficiales. El peso ligero de las cámaras digitales registra los enfrentamientos asimétricos con la policía, desde ángulos imposibles, difíciles y peligrosos.

La muerte acecha a la altura del asfalto y frente a los piquetes de las fuerzas de choque, infiltradas por los cuerpos de seguridad de la gendarmería militar.

Los uniformados disparan a quemarropa, buscando disolver las protestas. El derramamiento de sangre, en lugar de intimidar a los manifestantes, eleva los índices generales de indignación.

Tanques y camiones blindados embisten a los inocentes, a los ciudadanos hastiados de la miseria, la corrupción y la crisis. El formato es idéntico al de la barbarie chavista de la Guardia Antinacional, culpable de asesinar a jóvenes, estudiantes y opositores.

Los títeres del dictador responsabilizan a los demás de sus actos crueles de lesa humanidad.

El lente asume el punto de vista de las víctimas. Las imágenes denuncian la represión militar y esperan devenir en evidencia, de acuerdo con el testimonio de los comunicadores sociales del filme, cuyo discurso enseña a montar un pequeño noticiero de Youtube sin mordaza. Ejemplo para las generaciones del milenio. Por algo, Jehane Noujaim fue creadora de Control Room, dedicado al tema del ejercicio del periodismo en la posmodernidad.

La constancia rinde frutos entre comillas. El carnicero Mubarak dimite ante el agotamiento de su modelo, rechazado por la mayoría moral. Una junta de gobierno asume las riendas del Estado, de manera interina, y convoca a elecciones.

La gente vuelve a sus casas. Los Hermanos Musulmanes capitalizan el descontento, se apropian del sentir de las masas enfadadas y pronto traicionan a la insurrección, aliándose con los dueños de las armas, los fusiles, los perdigones, las bombas lacrimógenas vencidas.

En toda sublevación surgen Judas. A cuidarse de los oportunistas, de los negociadores de la paz, de los lobos disfrazados de corderos, de los repentinos descubridores de la redondez de la Tierra. Antes apoyaron y colaboraron con el régimen. Ahora quieren tomarse la foto con los héroes y exponerse como mártires. Los mueve el interés económico, mediático y político. Prohibido olvidar.

A fin de cuentas, queda una lección por aprender de la estupenda The Square. El pueblo permanecerá vigilante, atento y activo, mientras sus demandas no sean satisfechas y cumplidas.

Los líderes son coyunturales y responden a los reclamos de los tiempos. Los mesías representan un espejismo y no resolverán nuestros conflictos, a golpe de milagros. Conformarse con el reparto de migajas y prebendas hunde a los partidos y a los individuos.

El renacimiento llega con el florecimiento de una conciencia en permanente transformación.


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