Según los cálculos de Steve Hanke, el 14 de noviembre de 2008 Zimbabue alcanzó una inflación puntual anual de 89.700 trillones por ciento (aquí “trillones” significa 18 ceros), que comenzó a ceder a principios de 2009 cuando ese país abandonó el uso de su moneda nacional y adoptó un tipo de cambio basado en una cesta de monedas extranjeras entre las que se encontraba el dólar americano.

Durante los cuatro años de la precaria “cohabitación” de la oposición de allá con el oficialismo de allá, Zimbabue atravesó un periodo de relativa estabilidad económica hasta que en 2013 el partido de gobierno ZANU-PF recuperó el control del poder y retomó el viejo hábito de la indisciplina fiscal y de financiar su déficit a punta de dinero inorgánico. Así, y en diciembre de 2014, el Banco Central de Zimbabue emitió las “monedas bono”, a la par con el dólar americano.

En realidad, el sistema monetario de Zimbabue descansa sobre cinco elementos: los dólares americanos en físico, las monedas bono, las notas bono, las letras del tesoro y el dinero electrónico o compensaciones en tiempo real (RTGS en inglés, por electronic real time gross settlements), sistema manejado por el Banco Central de Zimbabue (BCZ).

Antes de ser depuesto “amigablemente” por los militares, Robert Mugabe, de 93 años de edad, se encontraba haciendo 2 cosas. Una era preparando el terreno, vale decir, haciendo una limpieza política, para entregarle el poder a su joven esposa, quien no se llevaba bien con algunos jerarcas de la camarilla, especialmente con la mano derecha de Mugabe durante casi 40 años: su vicepresidente, quien, para la peor suerte de la esposa de Mugabe, tenía muy buenos amigos en la militarada que lo defenestró.

La segunda cosa que hacía Mugabe, y por enésima vez, era la emisión de dinero inorgánico en papel y por medios electrónicos. En papel las llamadas “notas bono” emitidas a la par con el dólar americano en noviembre de 2016 en un monto inicial de 20 millones de dólares. Ya para mayo de 2017, las emisiones alcanzaron la magnitud de 200 millones de dólares, un incremento de 900% en tan solo 6 meses y, a pesar de estar emitidas a la par del dólar y respaldadas por préstamos en dólares del Afreximbank, se transaban en el mercado con un importante descuento. En la modalidad electrónica, Mugabe se encontraba apuntalando los RTGS, sin duda, esta última modalidad incentivada por la heurística disponible (o el modo usual de abordar el déficit mediante la emisión de dinero inorgánico), por la escasez de efectivo y por la boga del bitcoin.

En efecto, y tal como fue publicado en un portal de ese país (www.financialgazzette.co.zw), el 27 de abril de 2017, el ministro de Finanzas y Desarrollo Económico de Zimbabue y miembro del partido de gobierno ZANU-PF, Patrick Chinamasa, admitió que el gobierno había utilizado el mecanismo de las RTGS para imprimir dinero.

Unos meses después, el 30 de junio de 2017 y en el mismo portal, fue publicada una nota con declaraciones de voceros del Banco Mundial en donde estos hacían responsable al gobierno de Zimbabue por la crisis de dinero en efectivo en virtud de su abuso en la emisión de letras del tesoro y las RTGS: el gobierno extraía dinero real del sistema a través de la emisión de letras del tesoro y lo reemplazaba con dinero electrónico que solo puede ser utilizado a través de plataformas virtuales.

Con tales antecedentes y dada la moda del bitcoin, a cualquier gobierno del globo terráqueo –en la misma situación de Mugabe antes de ser renunciado– y con el agravante de tener sanciones que le hacen difícil las transacciones en divisas, pudiera ocurrírsele la misma “innovación” con relación al dinero electrónico. Sin embargo, la experiencia reciente de Zimbabue obligaría a tal gobierno a mejoras en la oferta.

Por ejemplo, y en el caso venezolano, al igual que en el caso de Zimbabue, la emisión sería centralizada, es decir, estaría a cargo de un organismo visible ya existente, o creado mediante decreto, pero sobre todo controlable. Sin embargo, y a diferencia de Zimbabue, y dado que ya no tenemos ni oro en lingotes ni dólares en efectivo, el dinero electrónico tendría como activo de respaldo, el “referente” psicológico de El Dorado, un intangible, el mito de lo que nunca fuimos y mucho menos somos, el país rico: las reservas de oro, de diamantes, de gas y de petróleo.

Solo hay un pequeño detalle, amigos lectores: no importa que el vínculo entre tales reservas y el petro sea un certificado emitido por quien sea, conocido o desconocido. Ni el oro, ni los diamantes, ni el gas, ni el petróleo valen nada si no se extraen primero del suelo y/o subsuelo. En consecuencia, y a menos que se apuren con la extracción –y probado que no se la embolsillen antes–, me temo que el petro nacerá muerto.

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