Recientemente Venezuela amaneció con otra medida oficial para la recuperación de la crisis económica, paradójicamente promovida por los mismos responsables de su generación. No nos referimos a la del aumento a 100% del encaje legal de la banca, aunque es tema que amerita su tratamiento y así se hará en otras entregas.

Como la capacidad de asombro no tiene límites, así como tampoco los tiene el régimen en reinventar y ampliar el sistema generalizado de expolio, propio de los sistemas totalitarios, esta vez nos referimos a la emisión de unos llamados bonos de ahorro de oro, que no son más que una nueva convocatoria, o será mejor señalar, un nuevo ardid del llamado socialismo del siglo XXI para hacerse de fondos necesarios para su sostenimiento en un Estado fallido.

Esta nueva y reciente estratagema nos invita a reflexionar y cuestionarnos sobre su originalidad, debiendo hacer una labor de recordación de otras sociedades que hayan padecido medidas similares y de ser así analizar las acciones tomadas para su superación, tarea que resulta más que necesaria en estos aciagos momentos en que deben hacerse aportes para la recuperación de la institucionalidad democrática secuestrada.

No constituye el alcance de estas líneas el examen pormenorizado de los muy distintos bonos emitidos por la estatal petrolera venezolana y de la propia nación, o cómo los fondos producto de su emisión han sido destinados más que para la implementación de prácticas populistas y clientelares, eufemísticamente referidas como inversión social, lo que aunado con un férreo e ilegítimo control cambiario no tenía otras previsibles consecuencias materiales  que la generación de obscenos casos de corrupción, violación sistemática de derechos fundamentales, severa crisis humanitaria, pauperización de los servicios públicos y el más grave cuadro de hiperinflación que haya registrado el país en su historia.

Hace unos meses, el régimen venezolano, la llamada revolución bolivariana, ante la imposición de diversas sanciones a sus agentes y restricciones internacionales que mermaran su financiamiento mediante la emisión de nuevos bonos, incursionó en la autodenominada criptomoneda petro, la cual estaría respaldada por las reservas de petróleo, oro, diamantes y coltán, entre otros recursos, petro que jamás resultó en tal activo digital ante su inviabilidad técnica, económica y jurídica, siendo catalogada en el foro especializado como estafa (scam).

Luego del estruendoso fracaso del petro, que a más de ocho meses de su anunciada emisión y pese a la supuesta captación de millones de dólares, a diferencia de otros activos digitales, no se muestran sino par de docenas de operaciones, ante lo cual, en un nuevo intento de hacerse de dinero para su represiva subsistencia, el régimen inventó, mejor dicho, está implementando esta nueva argucia en la que bajo la promesa de ahorro en títulos que estarían respaldados en oro, igual como ocurriese con el petro, estos papeles no pueden ser redimibles en el metal precioso, no generan intereses y serían pagados en un año con la también nuevamente creada moneda nacional, el “bolívar soberano”, moneda de la que no existe garantía o seguridad alguna de cómo se cotizará respecto del metal o su valor respecto de sí misma en el tiempo vinculada con el petro, la criptomoneda que nunca fue, y esta a su vez con el precio del barril de petróleo venezolano, lo que aunado con la opacidad del órgano emisor y de la caótica situación de la estatal petrolera no ofrecen un escenario del todo favorable, contrariamente, oscuro y tenebroso.

Pudiera creerse que esta reciente incursión en el esquema de hacerse de dinero para sus fines mediante emisión de bonos como el hoy promovido sería una idea, una creación y novedad del régimen caribeño, pero como muchas otras prácticas despóticas, entre las que podemos mencionar las de legislación excepcional como las leyes habilitantes y las de emergencia, el secuestro y utilización del aparato de justicia como instrumento de represión política, los controles de precios, las operaciones de bandera falsa, el recurrir a publicidad y propaganda política engañosa, la violación sistemática de derechos fundamentales y muchas otras, son propias de regímenes totalitarios y del que el nacionalsocialismo es su más insigne ejemplo, cuya referencia y comparación está muy lejos de ser exagerada respecto del caso venezolano sino más bien necesaria para comprender, o al menos tratar de hacerlo, no solo para su legítima sustitución, sino para la reconstrucción del Estado de Derecho secuestrado.

Ocurrió que el régimen nacionalsocialista ante la necesidad de hacerse de dinero para su sostenimiento y armarse nuevamente luego de la Primera Guerra Mundial, lo que tenía restringido por la suscripción del Tratado de Versalles, recurrió a prácticas que si bien parecían legítimas, luego de la caída del régimen totalitario pudo demostrarse que eran fraudulentas, las cuales consintieron en la emisión de títulos o bonos carentes de garantías o sin genuinos fines o soportes subyacentes más allá de esa captación de fondos para subsistir en el poder, generándose a través de la banca central alemana dinero inorgánico del cual se valía el nacionalsocialismo para su sostenimiento y opresión a la disidencia. Que déjà vu.

El primero de estos bonos fue el conocido como los bonos Oeffa, los cuales se emitieron para financiar durante la era de la primera posguerra, el desarrollo de proyectos de infraestructura pública, así como la creación de fuentes de trabajo, bonos que si bien fueron emitidos en 1932 y no se encontraba plenamente instaurado el totalitarismo nazi, su «líder supremo» se inspiró en esa práctica de emitir papeles irresponsablemente, siendo así como se idearon y emitieron los “bonos Mefo” cuyo producto se utilizó directamente para armarse, generándose inflación, más allá de los efectos propios de la guerra,  por esa emisión de dinero sin respaldo alguno.

Esos bonos Mefo consistieron en la emisión de títulos supuestamente respaldados en las actividades y producción de la industria metalúrgica creada y controlada por el régimen, la Metallurgische Forschungsgesellschatf y que resultó ser una fraudulenta compañía, más bien una total impostura, no más que una vil fachada alemana para captar fonos de incautos inversionistas y ahorristas, cuyos depósitos se utilizaron para la instalación del régimen y la realización de la Segunda Guerra Mundial con todas sus atrocidades. 

Como observamos, haya sido  en la primera mitad del siglo XX o inicios del XXI hasta la actualidad, en América como en Europa, así, en cualquier tiempo y en cualquier sociedad, los regímenes despóticos harán uso de las instituciones que estén a su alcance para su perpetuación y represión de quienes les adversen. Esta vez destacamos que como así ocurriese con la banca central de Alemania, no muy distinto ha ocurrido en el caso venezolano en el que desde hace ya casi dos décadas, más que testigos hemos sido víctimas de la sistemática vulneración de los más elementales derechos humanos, la vida, la libertad y propiedad. En nosotros está no ser además cómplices, no solo   evitando participar en este orquestado ardid, sino desconstruyendo su ilícita formulación y exponiendo sus nefastos antecedentes como los bonos Mefo, al igual que los diamantes de sangre de Taylor, evitemos que este se convierta en el oro de la miseria y la opresión.


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