Juan Manuel Santos sobre Venezuela

El peor de los seres humanos, Juan Manuel Santos, se autoentrevistó en El País de Madrid para demostrar al mundo y a sí mismo, que de él no se burla nadie. Se trata de una pieza de orfebrería donde Santos asesta un enorme garrotazo a Iván Duque y señala a Petro que, sin él, no podrá gobernar. Ya le ha sometido, haciéndole nombrar sus fichas y serviles en puestos claves como Roy Barreras, Alfonso Prada, José Antonio Ocampo, Mauricio Liscano, Alvaro Leyva, Cecilia López, Iván Cepeda, Pablo Catatumbo, etc., y a través de la acción de varios de estos, transfigurar partidos refractarios, en dóciles alimañas de circo. Sólo gracias a su experiencia en corromper causas y partidos, es que ha logrado hacer mamertos al Partido Conservador, Liberal y la U. La mermelada Santos es más adictiva que la coca que tanto defiende el iluminado que salvará la tierra de su final apocalíptico.

Lo que más ha mortificado a Santos del gobierno Duque es que no le haya mencionado durante su periodo. Se dice a sí mismo y en voz alta, que es paradójico, porque gracias a él Duque ingresó a la política, y que era buen empleado del BID, hasta que el perverso de Uribe le lavó el cerebro. Lo que no dice es que Duque le nombró todas las fichas que quiso en todos los viceministerios, de donde tuvo que irlos sacando porque le hacían daño al gobierno filtrando información en el Congreso y los organismos internacionales donde sigue intrigando para que le hagan secretario general de las Naciones Unidas.

En conversaciones privadas decía que Duque había decidido como si fuese un personaje de Orwell desaparecerlo, a él, que es distinguido por Francisco El Mamerto de Dios, por los miles de empleados del Fondo Monetario Interncional, por el zar de todas las Rusias y el emperador del Centro, por los reyes de Noruega, Suecia, Dinamarca, España, Países Bajos, Japón, por toda la familia real inglesa, incluidos los no natos, pero en especial por Isabel, como acostumbraba llamarla desde que vivía en Belgravia; a él, que como dijo Antonio Caballero, lo celebran los planetas, “y cuando la necesita recibe incluso “una pequeña ayuda sobrenatural”, a través de una bruja, que a la vez es su cuñada, y de las oraciones de su señora en una iglesia de París ante la Virgen de la Milagrosa”.

Porque para referirse al daño que les ha hecho, a él y a Petro, el gobierno de Duque no habla en tercera sino en primera persona: hemos retrocedido, le dejamos hace cuatro años, hemos recibido un país en condiciones peores, vivimos una bomba, perdimos grado de inversión, nos deja el desempleo en dos dígitos, la pobreza disparada, la desigualdad incrementada, nosotros, yo, nosotros, yo, siempre Santos.

Otros intérpretes creen que esta auto entrevista es una petición pública de Santos para que el desquiciado salvador del mundo le nombre embajador en Londres, ahora que Charles III, su amigo del alma, y Camila Parker, tan íntima de Tutina, son reyes. Y que ha ordenado a sus publicistas distribuir copias de las fotos de la visita del principe de Gales a Bogotá, cuando lo paseó por La Cabrera y lo llevó a comer Bagre a Cartagena mientras inauguraba una placa que ofendía a la Corona Británica llamándola Reino de Piratas y Corsarios.

Como se sabe, el odio de Santos contra Colombia es un incansable encono, adquirido en su pubertad, contra sus primos, porque el tío abuelo, apenas dejó, de las cien acciones de El Tiempo, 8% a su padre, el franquista Enrique Santos Castillo, mientras a su tío Hernando 25%. Sin esas poquitas acciones, Juan Manuel y sus hermanos habrían crecido con una mano adelante y la otra atrás.

Según El País, la autoentrevista se hizo en “un piso elegante y bien protegido donde reina un silencio agradable”, que fuera de Augusto Jiménez, uno de los presidentes de la Drummond, procesadora de carbón en La Jagua de Ibirico y Chiriguaná, vendido al pobre Santos por 7.100 millones de pesos de 2017, año en que el nuevo propietario apareció vinculado a 2 sociedades off shore en paraísos fiscales.

La mansión tiene 8.000 metros cuadrados, 3 pisos y ascensores privados. No se sabe de dónde sacó Santos tanta plata para pagar semejante inmueble. Sus declaraciones de renta de 2015 y 2016 dicen que tenía un patrimonio de 6.446 millones de pesos, que sus deudas ascendían a 1.138.000 pesos, y que había recibido como empleado 515.729.000. Las declaraciones posteriores no dicen qué hizo con los 900.000 dólares del Premio Nobel de la Paz, que iba a donar a las víctimas de las FARC.

Otro de sus alucinaciones ha sido pertenecer a la aristocracia inglesa desde que vivió en un piso de Cadogan Place a una cuadra de Kings Road, trincando Macallan Rare Cask 1926, aspirando el blanco carcoma de la gloria, que tanto tabique ha destruido, el curo de Turkish Cigarretes, envainado en ternos y camisas Savile Row y Harvey & Hudson. Como poco tenía que hacer, exceptó cobrar su racimo de libras esterlinas, se reunía con variados grupos de subversivos, o vagaba por la campiña inglesa en una BMW descapotable cargando aspirantas, que como rebaños eran enviadas por sus madres colombianas a cazar un marido rico, pero sintiéndose, a todas horas, excluido del poder de su familia y aborreciendo a sus primos, que apenas le dejaron ser subdirector de El Tiempo.

Mediocre estudiante, para licenciarse, terminó haciendo de cadete naval y luego estuvo en una universidad de tercera en Kansas, un año en la escuela de economía de Londres y unos meses mas en Harvard, todo a punta de palancas, que también ha usado para que lo hagan, doctor, en una franquicia de La Sorbona, donde hacen tesinas como “El mal aliento de la pulga de los perros y el desarrollo económico de América Latina”.

Santos es célebre por las inmensas traiciones y trapisondas que ha urdido, tantas, que es imposible hacer inventario de ellas. Algunas agencias israelitas han revelado cómo, siendo ministro de Gaviria y sin su consentimiento, viajó secretamente a La Habana, en aviones fletados por Castro, para hacerse miembro del Departamento América para el avance del comunismo, realizando gestiones, por encargo del tirano, para que a finales del gobierno de Samper se le dieran a las FARC 40.000 hectáreas en El Caguán, donde pudiesen fortalecerse, con el cuento de la búsqueda de la paz, pero a fin tomarse el poder. Cosa que ciertamente hizo el 22 de octubre de 1997, en misiva donde propone “ordenar el despeje de un área previamente acordada del territorio nacional en conflicto, o lo que es igual, a efectuar el retiro de la fuerza pública del espacio geográfico predeterminado. Esta área se convertirá en zona de distensión y diálogo a fin de facilitar, con plenas garantías y total seguridad, el encuentro de representantes del Gobierno, del Congreso, de la sociedad civil y de la Comisión de Conciliación Nacional con los insurgentes”.

Su objetivo, según ha explicado, era inventar un acuerdo nacional para remontar la crisis del proceso 8.000, convocando una Asamblea Constituyente, previa renuncia de Samper, pactada con Raúl Reyes, a quien siendo ministro ordenó asesinar, y con Carlos Castaño, (que ahora aseguran está a punto de reaparecer por causa de las invasiones de tierras ganaderas ordenadas por los seguidores de Petro) y en presencia de su postrer lacayo en Portugal, el hoy descerebrado Germán Santamaría; de Angelino Garzón, uno de sus ex vice presidentes y a quien también traicionó; del actual ministro de relaciones del petrismo mamertismo Álvaro Leyva, el esmeraldero Víctor Carranza, el comerciante de maquinaria rusa Morris Ackerman y hasta García Márquez. Es decir, hablando en plata blanca, un golpe de estado a Samper.

La otra ruin trapisonda es la traición y engaño a Uribe, a quien hizo creer acompañaba en su lucha contra las FARC, y lo que hacía era pactar en la sombra con ellos y con los pajes de estos en las Naciones Unidas para hacerse de la Secretaría General, que, si descanso, sigue esperando conseguir ahora con la Paz Total del avispado Petro. La auto entrevista demuestra eso otra vez.

Dos de sus infamias están en marcha: la destrucción de las Fuerzas Armadas y la narcotización de Colombia para doblegar a Estados Unidos a legalizar las drogas. Ya logró, luego de tener a un codicioso como Alberto Mejía de Comandante del Ejército, embaucar y sobornar a un buen número de generales para que aceptaran que las FARC no paguen un solo día de cárcel ni entreguen un solo peso a las víctimas. Fuentes del Mossad, dolidos con la traición a Israel al reconocer el Estado Palestino, lo involucran en la compra de fusiles rusos defectuosos a través de un testaferro pastuso a quien Santos hizo cónsul honorario en Moscú.  Y ahora han destituido a más de cien generales del ejército y la policía con el cuento que son criminales y corruptos.

Santos es tan cínico, que en la auto entrevista dice que quien politizó y corrompió a las Fuerzas Armadas, ascendiendo oficiales por lealtad y no por mérito, fue Duque, y que, el alevino a tirano y el Savolarona ministro de la persecución de las fuerzas, deben elegir como comandantes a dóciles cornejas, eso sí, que se dejen llenar los bolsillos de canicas de banco. Y sigue con el cuento de desnarcotizar la lucha contra la venta de cocaína, un producto que adora todavía. “Hay que abolir la prohibición”, dice con su nariz torcida y sus ojos tumefactos.  “La evidencia demuestra que de lo contrario esta guerra tendrá consecuencias cada vez peores. Por eso desnarcotizar las relaciones es totalmente adecuado, y si Asia o el Medio Oriente no quieren, pues que lo haga toda América”. Pero se guarda de sugerir que es con él, como secretario de las Naciones Unidas, cómo va a lograrse el nacimiento de esa nueva era, la de la salvación del mundo, que ya ha emprendido el demente dipsómano, a grito herido en la Asamblea General de este año.

Santos ha engatusado a Petro para que le haga el trabajito de irle labrando el camino para suceder a António Guterres, que termina el año entrante, como secretario de la ONU. Santos fue premio Nobel porque a la presidente del Comité Kathy Kulmann le dio varias concesiones petroleas siendo directiva de la compañía estatal noruega de petróleo, y gracias a las confesiones de Andres Sanmiguel Castaño, CEO de una compañía que canalizaba platas de Odebrecht, sabemos que esa empresa financió la segunda vuelta a la presidencia del gajo y que también platas de los brasileños se usaron para tratar de ganar el plebiscito a favor de las FARC que iba a darle la Secretaria General de la ONU a Santos en 2017, cosa que ha confirmado el preso exsenador Bernardo Elias y denunció Mauricio Vargas en El Tiempo.

Por todo eso es que el impúdico de Santos apoya a Petro, a Maduro, a Ortega, a Raúl Castro, visita Ucrania, felicita a Boric por perder el plebiscito y le aconseja que haga trampa como el hizo, firmando tres veces el criminal el Pacto de La Habana, que creo un tribunal para acabar con la oposición y meter en la cárcel a todos los militares digan que cuando él fue ministro de la Defensa de Colombia entre 19 de julio de 2006 y el 22 de mayo de 2009 y el general Mario Montoya comandante del Ejército, se cometieron la mayoría de los asesinatos conocidos como Falsos Positivos, y que Santos, con la ayuda de Petro e Ivan Cepeda quieren achacar a Álvaro Uribe, como si fuera tan fácil saltarse el conducto regular de un ministro de defensa como Juan Manuel Santos, la persona mas mala del mundo y el enemigo número uno de los colombianos.

 

 

 

 

 


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