En el portal del Minpopo para las Relaciones Exteriores, aparece un artículo firmado por Edwuard Noriega, titulado “Diplomacia Bolivariana de Paz en el concierto político mundial”.

El artículo, un popurrí de gansadas, termina con una espectacular: “La posibilidad de un mundo pluripolar, multicéntrico, que busque la conquista y la construcción de nuevas relaciones de poder institucional, de transformaciones vitales en el sistema, la cual nos permita el surgimiento de un sistema de relacionamiento económico, social, político, cultural desde la perspectiva y la cooperación sur-sur es la clave, la columna vertebral de la doctrina del Movimiento de Países No Alineados”. Tales fueron las palabras del “jefe” de la diplomacia bolivariana de paz, Nicolás Maduro.

Lo anterior da pie para la pregunta: ¿Cómo ha sido la democracia bolivariana de paz de Nicolás Maduro?

El mencionado artículo es de julio de 2018 y también del mismo año es la última edición del Índice Global de Paz. El IGP es un indicador que mide el nivel de paz positiva de un país o región. Lo elabora el Institute for Economics and Peace junto a un panel internacional de expertos proveniente de institutos para la paz y think tanks, junto con el Centre for Peace and Conflict Studies, de la Universidad de Sydney, con datos procesados por la Unidad de Inteligencia del semanario británico The Economist. En realidad, su verdadera utilidad reside en que permite observar cómo su concepto de paz positiva cambia con el tiempo, registrando ascensos o descensos. Ergo, nos sirve para evaluar la evolución de la paz de Nicolás Maduro.

La paz positiva o ausencia de guerra y violencia junto con la presencia de la justicia social es un concepto caracterizado por ocho pilares: buen funcionamiento del gobierno, muy buen ambiente de negocios, aceptación de los derechos de los otros, buenas relaciones con los vecinos, flujo libre de información, altos niveles de capital humano, bajos niveles de corrupción y distribución equitativa de recursos. Ya el solo enunciado de los pilares nos permite darnos cuenta de que en Venezuela no tenemos paz.

La versión de 2018 lista a 163 países que conforman 99,7% de la población mundial y utiliza 24 indicadores cualitativos y cuantitativos de fuentes altamente respetadas para medir el estado de paz positiva utilizando 3 grandes dominios temáticos: el nivel de seguridad y protección de la sociedad, el alcance del conflicto interno e internacional continuo y el grado de militarización.

En el IGP de 2013, cuando la administración de Nicolás Maduro tomó el poder, Venezuela ocupaba el puesto 128. Para 2018, apenas 5 años más tarde, Venezuela ocupa el lugar 143, lo cual significa que ha retrocedido 15 puestos desde entonces, para situarse apenas 20 puestos por arriba de Siria que, por supuesto, ocupa el último lugar: el 163. Cuando se considera el cuadro regional (Suramérica), Venezuela ocupa el penúltimo lugar de los 11 países allí listados. Tales cifras hablan, sin lugar a dudas, del “éxito” de la democracia bolivariana de la paz: una paz pluripatética.

¿Y en que se traduce la ausencia de paz?

La respuesta la encontramos en este informe de 2018, en la sección 3. En el denominado Impacto económico de la violencia, Siria ocupa el primer puesto con un costo de violencia equivalente al 68% de su PIB. Venezuela ocupa el puesto 26 con un costo de violencia igual al 16% de su PIB. El último lugar, el 163, es de Suiza con apenas 1% de su PIB en costos asociados a la violencia. De hecho, en los 10 países más afectados por la violencia, el promedio del impacto de la misma es de 45% del PIB, mientras que en los 10 países menos afectados, el promedio de dicho impacto es de tan solo 2% del PIB.

El caso es que la violencia no solo tiene un impacto directo en la economía, sino que también reduce los beneficios positivos que la paz tiene en el desempeño macroeconómico de los países. De acuerdo con la publicación The Economic Value of Peace 2018, patrocinada también por el Institute for Economics and Peace, en los últimos 60 años el crecimiento económico per cápita ha sido 3 veces mayor en países pacíficos en comparación con países con bajos niveles de paz. Sin embargo, la diferencia es más pronunciada en la última década, donde el crecimiento del PIB ha sido 7 veces mayor entre países que mejoraron en situación de paz en comparación con los países en donde se deterioró la paz.

La conclusión es esta: si no hay paz, no hay desarrollo económico. Lo estamos viendo desde 1999 y particularmente desde 2013.


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