Mientras la oposición se adentra en tierra de nadie, sin rumbo ni orientación, y dispuesta a dar vueltas en círculo por años y años, Nicolás Maduro está muy lejos de cantar victoria. Los que saben mirar entre los nubarrones aprecian con nitidez como él se tambalea de uno a otro lado, a punto de caerse por falta de fuerza y de equilibrio después de perder todo vigor moral y físico, y también su poder sobre el entorno. Lo realmente verdadero es que detrás de su sonrisa burlona y sus brinquitos de bailarín otoñal se esconde una terrible realidad: él no pasa de ser un gigante con pies de barro. Todo su poder y el apoyo militar que dice tener es un oxímoron.

Un indicio categórico de lo que acá señalamos lo hizo público, sin ambages, el carcamán más conspicuo del régimen, José Vicente Rangel, al confesar que como consecuencia de la crisis que se vive en el país, el gobierno y los ciudadanos “están contra la pared”. Así, pues, al fin este protohombre de la izquierda decimonónica –y heredero del gomecismo por la rama paterna– descubrió el agua tibia y transmitió su hallazgo no sin asombro: “Es insoportable el costo de vida; es imposible callar ante el fenómeno que azota por igual a todos los habitantes de este país, sin excepción, sin distingo social y político”.

Como el mismo creador del Golem, Nicolás y los suyos han llevado a cabo una política económica y monetaria que tiene al país de rodillas pero a su gobierno a punto de la implosión. La crisis se manifiesta en cada ciudad, pueblo, caserío o barrio, a lo largo y ancho del territorio nacional, amenazando la misma sobrevivencia de millones de venezolanos que tienen como única salida escarbar en las bolsas de basura para conseguir un bocado de cualquier resto de comida ya en proceso de descomposición. Por añadidura, las redes revientan con mensajes a granel en los que se pide apoyo a través del suministro de medicamentos o dinero para atender problemas urgentes de salud. Se trata de una realidad que palpan y padecen los niños, adultos y viejos, menos las máximas autoridades del régimen, quienes orondas declaran a la prensa y en los foros internacionales que en Venezuela no hay crisis humanitaria. Es evidente que para la nomenclatura no hay crisis, mas para los pendejos de a pie lo que hay es drama del más extremo.

Pero eso no ha sido todo. Las diez plagas de Egipto también han caído sobre la población, aquejándola de epidemias y males que fueron erradicados en los primeros años de la democracia y ahora matan a nuestra gente. El problema del transporte público se hace cada vez más agudo y ha transformado las calles de ciudades y pueblos en lugares de largas peregrinaciones. Ya de nada sirve aumentar periódicamente los sueldos y salarios de los trabajadores pues la inflación, ya transformada en hiperinflación desde el mes de septiembre, evaporiza los mismos como por arte de magia.

En la primera quincena de noviembre, en términos anuales, la base monetaria aumentó 1.070% como consecuencia del financiamiento monetario que el Banco Central de Venezuela otorgó al gobierno. Esa política, que es lo más parecido a la “hora loca”, ha sido factor determinante en la violenta depreciación del bolívar frente al dólar americano en las tres últimas semanas.

Ya la emisión y acuñación de monedas y billetes no alcanzan para satisfacer las necesidades de efectivo que tiene la economía. Ello explica las restricciones que los bancos han impuesto a sus clientes, estableciéndoles límites de las cantidades de dinero que pueden retirar de sus cuentas cada día y en lapso de un mes. Se trata de una especie de corralito monetario que afecta a ricos y pobres por igual, generándose las inevitables circunvalaciones que se pagan en dinero contante y sonante.

Lo que dijo Rangel suena igual que el quejido de un hombre defraudado: “Qué sorpresa nos deparará el futuro inmediato si no hay una respuesta a lo que ocurre, si no hay políticas claras que demuestren ser las apropiadas. A estas alturas de la crisis resulta ser imposible vivir de ilusiones provenientes de promesas reiteradamente frustradas”.

La conclusión es más que obvia: Nicolás y José Vicente son dos angelitos engañados por la propia ignorancia y la obcecación de conducir a Venezuela en retroceso, a paso de perdedores.

@EddyReyesT


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