¿Es cierto que para estar guindando es mejor caer?

Recientemente he escuchado una y otra vez este razonamiento, de empalagoso sabor a sentido común, que repite la gente en mi entorno, como un mantra de sabiduría.

Por supuesto, habría que considerar en que realmente consiste «guindar» frente a «caer», las capacidades que tiene la persona para asumir y mantener cada uno de estos cursos de acción y las consecuencias en cada caso. Sin embargo, lo que normalmente uno encuentra son orientaciones “anecdóticas” a favor de «caer».

A esta altura debo aclarar que no soy psicólogo y el tema del artículo tan solo me interesa porque abarca dos aspectos de mi ámbito profesional: el pensamiento crítico y la toma de decisiones.

La frase de marras da para tanto en nuestro país, que incluso tiene un episodio en una telenovela venezolana del año 2017 titulada Para verte mejor, cuya autora es la escritora, periodista y dramaturga venezolana Mónica Montañez. En efecto, su episodio 66 se tituló «Para estar guindando, es mejor caerse».

Aquí en Venezuela, además de izar, colgar o ahorcar, guindar puede significar «dormir» o «enfrascarse en una conversación telefónica». Sin embargo, también es sinónimo de una situación terrible detrás de la cual subyace fundamentalmente una dosis alta de sufrimiento y desesperación.

Chip Conley (2013), en su libro Emotional equations: simple steps for creating happiness + success in business + life (Atria paperback, USA), expresa el sufrimiento como el producto (la multiplicación) de dos variables, a saber: el dolor y la resistencia psicológica a la situación.

La ecuación anterior, como modelo operativo para toma de decisiones, es sumamente útil porque aun en presencia de dolor, al disminuir la resistencia psicológica, entonces disminuye el sufrimiento. No es en vano aquella frase, atribuida a Dalai Lama, a Haruki Murakami y a M. Kathleen Casey, de «el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional».

Es en este segundo componente de la ecuación del sufrimiento –la resistencia- en el que reside quizá una explicación de por qué se afirma que para estar guindando es mejor caer: así caer significa dejar de resistir. Sin embargo, hay ejemplos bien documentados de como la resistencia representa un curso decisorio con buenos resultados finales: me refiero a la resistencia basada en la no-violencia y en la desobediencia civil, el sustrato de la “Satyagraha” del Mahatma Gandhi.

Ahora bien, nuestro marco teórico no está aún completo porque tal y como afirmé en un párrafo anterior, hay todavía un componente que tenemos que considerar: la desesperación.

De acuerdo con Conley, la desesperación viene descrita por dos variables: el sufrimiento y el significado. En este modelo el sufrimiento es el minuendo y el significado el sustraendo, mientras que la desesperación es la diferencia: a medida que aumenta el significado que proporcionamos a nuestra existencia e independientemente del sufrimiento, disminuye la desesperación y, en consecuencia, disminuye también la urgencia desordenada de seleccionar cursos de acción. La consideración, ahora sí, del binomio desesperación y sufrimiento nos conduce, final y formalmente, a tener sobre la mesa tres variables que mencionaré nuevamente: dolor, resistencia y significado. Y aquí ya tenemos completo el rompecabezas y podemos afirmar, genéricamente, que “caer” es tan solo una opción y no necesariamente la mejor. Me explico.

Caer (dejar de resistir) no tiene ningún sentido si previamente hemos pensado en nuevas perspectivas y alternativas a la situación que crea desesperación y sufrimiento. Así y luego de pensar en nuevas perspectivas y alternativas, el concepto de «caer» puede perder totalmente sentido operativo.

Y es que la circunstancia «per se» no causa infelicidad. Lo que causa infelicidad son nuestras reacciones a la circunstancia. Ya lo afirmaba Viktor Frankl (1905-1997) y lo recogió Stephen Covey (1989) en su libro Los 7 hábitos de la gente realmente efectiva (Free Press, USA): «Entre el estímulo y la reacción está la libertad de escoger».

Un enfoque alterno para tomar una decisión lo encontramos en prestar atención a las ventajas coyunturales de permanecer –al menos temporalmente- «guindando» en lugar de «caer».

Este enfoque no es nuevo, ello en virtud de que lo sugirió Siddhārtha Gautama (Buda) y tiene, al menos, entre 2.390 y 2.585 años de antigüedad y se opone al «sentido común» que caracteriza al pensamiento pernicioso y precario que se observa con inalterable presencia en las redes sociales en la toma de decisiones. De hecho y en la muestra de artículos que al respecto revisé para escribir este, ninguno de los que recomendaba «caer» era psicólogo y mucho menos “iluminado”. Tampoco tenían “la piel en juego”. Es decir, la hipotética situación con base en la cual recomiendan caer, no los afecta para nada.

El enfoque constituye una buena alternativa en virtud de que no todos tienen el conocimiento para abordar sus problemas, por ejemplo, desde la perspectiva de un árbol de decisiones, es decir, de estructurar y expandir una idea con nodos de oportunidades y de decisiones, para luego calcular los valores y evaluar los resultados.

Desde la perspectiva financiera este enfoque alternativo propuesto por Buda se relaciona con una técnica de presupuesto de capital conocida con el nombre de “Valor Presente Neto”. El punto es que el bueno de Buda sugirió una respuesta que enfoca la atención en el presente y en lo que este brinda y con lo que desaparece la incertidumbre y su subsecuente preocupación, al menos desde el plano reflexivo inmediato. He aquí su parábola.

«Un hombre que viajaba a través de un campo se encontró con un tigre. Y huyó mientras el tigre lo perseguía. Al llegar a un precipicio, se agarró de la raíz de una liana y saltó al otro lado. El tigre lo olfateaba desde arriba. Temblando, el hombre miraba hacia abajo, donde otro tigre lo esperaba para devorarlo. Sólo la liana lo sostenía.

«Dos ratones, uno blanco y otro negro, poco a poco, empezaron a roer la liana. El hombre vio una linda fresa cerca. Agarrándose bien de la liana con una mano, con la otra cogió la fresa. ¡Qué sabrosa estaba!».

El texto anterior aparece en el libro Nada Sagrado (7ma edición, OT editores, 2020) y su moraleja es que lo inevitable tarde o temprano se hará presente y si bien cuando aparece hay que prestarle atención (aunque sea inevitable), también hay que disfrutar de las fresas que otorga la vida pues al final sólo nos quedamos con aquellas cosas que nos hicieron felices y son las que con todo agrado recordamos hasta el final de nuestras vidas.

Ahora, estimados lectores, ya lo saben: caer no es mejor alternativa que permanecer guindando.

 


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