El pasado 30 de julio, en un acto violatorio de la soberanía, del derecho al sufragio y a la participación política, fue elegida una ilegítima asamblea nacional constituyente. Ilegítima desde sus inicios porque usurpó el poder constituyente depositado en el pueblo; ilegal por sus bases comiciales de carácter territorial; e inconstitucional porque su elección contrarió los principios de universalidad y representación proporcional de las minorías, consagrados en el artículo 63 de la Constitución nacional. Y el 4 de agosto se instaló la ANC en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo.

Desde esta última fecha, la desesperación, la angustia y la situación política ha disparado la necesidad de los venezolanos de escapar del país. Venezuela ocupa el primer lugar en procesos migratorios y solicitud de visas en Estados Unidos, Canadá, España, Colombia, Panamá, Argentina, Chile e Italia.

Estos últimos 18 años han sido de empobrecimiento, estancamiento económico y pérdida de oportunidades. Países miserables lograron crecer y alcanzar prosperidad; países arruinados por guerras, como Vietnam, han avanzado. En China, India, Chile y Brasil hay una gran prosperidad; en países como Colombia, destruido por la guerrilla, se nota un desarrollo sostenido; y en un país como El Salvador, que vivió una terrible guerra, hay crecimiento. Pero en Venezuela desde 1999 hemos estado en constante retroceso: la hiperinflación, la devaluación del bolívar, la pérdida del poder adquisitivo y el empobrecimiento de la clase media han eliminado la capacidad de compra, de ahorro y la prosperidad de los venezolanos.

Buscando una mejor calidad de vida, hoy se han marchado del país 2,9 millones de venezolanos, escapando de la delincuencia y por la inseguridad personal; huyendo de la destrucción del país y buscando oportunidades de estudio y trabajo; por la falta de oportunidades y por la incertidumbre política, económica y social. De quienes emigran, 80% son jóvenes entre 23 y 35 años, con una alta preparación profesional: 90% graduados universitarios, 54% con títulos de posgrado y 20% con doctorados.

Juan Antonio tiene 29 años, es ingeniero en informática, con posgrado, programador Java y trilingüe; pero el próximo mes emigrará a Montreal, provincia de Quebec en Canadá, porque aquí ve truncado su futuro profesional y económico. No siente sensación de estabilidad, no puede ahorrar, ni puede planificar para el futuro. Su hermano Daniel tiene 22 años, es licenciado en Comunicación Social, mención Audiovisual (radio, cine y televisión), bilingüe, con estudios avanzados de francés y también emigrará apenas tenga la oportunidad, para tratar de cursar estudios de posgrado; pero, sobre todo, para hacer realidad su proyecto de vida.

El fenómeno del éxodo de los venezolanos no ha cesado. Cada día, más y más personas pierden la esperanza en Venezuela y se marchan. Pero quienes nos quedamos tenemos que ganar la batalla contra el desaliento, la desesperanza y la incertidumbre. Nuestra es la obligación de construir esperanzas y sueños, una esperanza que nos empuje a soñar con un país mejor para todos, con mayor prosperidad y más oportunidades; como antes lo hicieron los constructores de nuestra democracia: Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez. Ahora es relevante destacar la vigencia de nuestra lucha, resaltar la vigencia del valor de la UNIDAD y utilizar el optimismo como un antídoto contra la esperanza.

Este país va a cambiar, porque así lo desea la mayoría. Y ese cambio es indetenible y será irreversible. Pero, por ahora, como lo dice Henrique Capriles, “la pelea es peleando”.

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