Corea del Norte y China han estado indivisiblemente casadas hasta nuestros días. Al menos es lo que se puede interpretar de la solidaridad que Kim ha conseguido despertar de parte del gobierno de Xi Jinping en momentos en que la paz mundial se encuentra en entredicho. Los desencuentros entre Pyongyang y Washington han escalado en las últimas semanas hasta alcanzar decibeles que atraen la atención mundial por el peligro de acciones militares o nucleares capaces de afectar el globo en su conjunto.

Una importante carta por entrar en el juego es la de la imposición definitiva de un bloqueo comercial global convocado por Estados Unidos en contra del díscolo régimen del mandatario norcoreano. Solo que ningún bloqueo generará las consecuencias deseadas si China participa solo a medias. Desde el punto de vista de lo político, ya su ministro de Relaciones Exteriores expresó una fuerte condena ante la prueba misilística, pero hace falta mucho más que eso.

Hay quienes piensan que los desaguisados de Kim, en su afán por tener notoriedad planetaria, no alcanzan, a esta hora, solo a Estados Unidos. Este personaje también está avanzando en su provocación a China, país capaz de hacerle mucho daño en materia económica si su líder, Xi, se lo propusiera. Solo miremos los últimos ensayos nucleares emprendidos y notaremos que sus fechas fueron estratégicamente calculadas para meterle el dedo en el ojo a China.

El pasado domingo, en la moderna metrópoli portuaria china de Xiamen tenía lugar una importantísima reunión de los países miembros de BRICS (Brasil, Rusia, India y China). Este encuentro de cuatro gigantes había sido calculado estratégicamente para que el mandatario chino pudiera exhibir, de manera exquisita, en la reunión cumbre del Partido Comunista de octubre, la decisiva gravitación que China está teniendo entre los grandes del planeta. Gran punto a su favor. Con el lema de “BRICS: una asociación más fuerte para un futuro más brillante”, Xi se ungiría, a partir de Xiamen, como el factor más importante de una alianza Sur-Sur de decisiva gravitación planetaria.

El sexto ensayo nuclear de Kim Jong-un opacó por completo los resultados de este magno encuentro, se robó para sí todo el escenario no solo asiático sino mundial y dejó a Xi con los crespos hechos en lo atinente a la preparación de la Cumbre del Partido Comunista en la que su liderazgo sería ratificado por un nuevo período.

Con esta demostración de poderío militar también Kim hizo lucir pálido otro magno proyecto liderado por el imperio chino en manos de Xi, representado en la Ruta de la Seda. Sus representantes eran invitados de honor de la reunión en Xiamen con el fin de que Xi mostrara a propios y ajenos el amplísimo espectro de influencia que la China de Xi ha desarrollado en estos últimos tiempos más allá de sus fronteras.

Provocaciones de este tenor han sido reiterativos dentro de la relación bilateral entre Corea del Norte y China, sin embargo, la paciencia del líder de la administración del gigante asiático parece ser infinita, o bien tiene otras prioridades que atender no tan visibles a los ojos occidentales. Desde el punto de vista de las expectativas del mundo en torno a este difícil episodio, a China le llegó el momento de actuar, pero dentro de las posibilidades de actuación, abstenerse de ir más allá que condenar con energía las iniciativas de Kim, también es una opción válida.

Y, muy posiblemente, esto será lo que veremos ocurrir.


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