El próximo Domingo el país conmemorará el Día de las Madres; pero también, en esta ocasión, lo hará con inmenso dolor. Ese día expresaremos nuestra más absoluta y decidida solidaridad con las madres de los hijos ausentes y las de aquellos asesinados, heridos, desaparecidos, detenidos, torturados, sometidos al aislamiento y vejados por la vesania gubernamental y por la impunidad del hampa común. Será un día lleno de lágrimas, nostalgias, tristezas, rabia e impotencia. Desde hace 18 años, en Venezuela, esa celebración conjuga la alegría del reconocimiento al inmenso amor y entrega de las madres a sus hijos, con el dolor que éstas padecen por las crueles vicisitudes que sufren y han sufrido tanto ellas como sus vástagos .El régimen que se autoproclama hacedor de la mayor suma de felicidad posible, con sus despropósitos irracionales, es el responsable que miles de jóvenes salgan a las calles a enfrentar la violencia gubernamental y que cientos de ellos reciban muertes, lesiones y torturas; lo es, también, de la desolación ciudadana y del lúgubre y tenebroso ambiente de angustias, desesperación, ansiedad y represión que hoy ensombrece la vida de muchas de las madres venezolanas. El régimen, como siempre, ha mostrado su inexistente catadura moral, su falta de escrúpulos, perversidad, insensibilidad y el desprecio por la angustia de la gente, a través de la difusión de la macabra danza que protagonizó su más conspicuo dirigente cuando, simultáneamente, sus huestes, con suprema crueldad, masacraban y asesinaban a muchas personas en las calles del país; sin dudas, con ello, el régimen, una vez más insultó e irrespetó el dolor de los ciudadanos y de las madres de Venezuela.

El régimen, con sus insensatas acciones, particularmente las recientes, ha provocado el recrudecimiento de la protesta callejera y el enfrentamiento entre disidentes y las fuerzas represivas, regulares e irregulares, de las que se vale el gobierno para golpear, atemorizar y dominar, sin contemplaciones, a los que protestan. El gobierno, desesperado por el creciente rechazo de la opinión pública nacional e internacional a su gestión trata de evitar, a cualquier costo, que sus falencias y equivocaciones queden al desnudo y que la impunidad de los delitos gubernamentales y de la delincuencia común, la inflación, el decrecimiento económico, pobreza, escasez, corrupción, hambre e insensibilidad social, -productos cotidianos de la siembra oficialista-, se conviertan en una matriz de opinión mayoritariamente negativa que le termine de corroer el cada vez más precario apoyo popular que le queda, asociada con la pérdida de autoridad y la definitiva desaparición de la credibilidad de las que gozó por tanto tiempo. Teme, este nefasto régimen, que esa matriz de opinión lo conduzca al desastre político y a una solución constitucional que recorte la duración y vigencia de su mandato, como en efecto vivamente se ha mostrado y expresado con gran entusiasmo popular, tanto por la gente que lucha en las calles, como por aquellos que dan su opinión a través de los medios de comunicación y en las redes sociales.

Por ello, este inepto y corrupto régimen levanta a diario cortinas de humo para ocultar la terrible realidad que el país se consume por la negligencia y la falta de visión gubernamental; por ejemplo, aprueba demagógicamente un decreto que incrementa en 60% el salario mínimo (el segundo más bajo de la región latinoamericana) cuando, por efectos de la galopante inflación (65 % acumulado en lo que va de año), se hace evidente la continua, acumulativa y sistemática pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos. Otro reciente exabrupto gubernamental para tratar de distraer la atención popular, lo constituye la irresponsable, unilateral, fraudulenta e inconstitucional intención de convocar a una Asamblea Constituyente. Convocar a un proceso de esa naturaleza sin el necesario consenso político es otra provocación que sólo contribuye a exacerbar aún más el ánimo de los ciudadanos y cierra caminos para el entendimiento. Esas cortinas de humo del régimen cívico-militar madurista pasan por el desarrollo de una estrategia contra sus oponentes absolutamente represiva, violadora de las leyes, abusiva, despiadada, desconocedora de los derechos humanos y con el ejercicio a ultranza de la coacción y el dominio hegemónico lo que siembra más incertidumbre, desesperanza y dolor en el ánimo de las madres que perciben muy poco esperanzador y seguros el presente y el futuro de sus hijos. Por todo eso, ellas, con gran gallardía se han unido a sus hijos y juntos, hombro a hombro, se movilizan por las calles de las ciudades y pueblos de Venezuela para repudiar y pedir la pronta salida del poder del régimen causante de tantas lágrimas y sinsabores.

Los tiempos que se avecinan seguirán signados por el odio del gobierno y sus represores contra la población inerme, la profundización y proliferación de la desmedida violencia gubernamental, la intransigencia y la búsqueda incesante de la confrontación contra un pueblo que no los quiere, los rechaza y no los acepta. La acción del régimen fundamentada en un discurso de exclusión y odio, es una de las estrategias más visibles que ha venido utilizando contra los disidentes. La violencia institucional del gobierno al causar el cierre deliberado de las instancias a las que se podría acudir en demanda de justicia y equidad; el alevoso acoso a los opositores y sus dirigentes, forjado en la penumbra de la perversidad y basado en la mentira y en indicios de dudosa veracidad, evidencian el endurecimiento del contenido del discurso político gubernamental que acentúa las diferencias y que genera: por un lado, la disposición de los opositores a actuar con mayor decisión y audacia, compelidos por la provocadora actitud del régimen y, por el otro, las acciones violentas e ilegales del gobierno y sus grupos de apoyo, que son realizadas impunemente con la complicidad de las autoridades de las instituciones públicas y exacerbadas e inducidas por la dirigencia del aquelarre “robolucionario”.

La sociedad venezolana y la comunidad internacional no pueden aceptar pasivamente que sean la violencia, la confrontación y la subversión social la única salida política que le quede a la oposición frente a las inaceptables pretensiones del régimen actual de conculcar los derechos básicos a la vida, la libertad y la dignidad. No se debe tolerar que el gobierno acose a la oposición, por pretender cambiar democráticamente el estado de cosas que vive el país. Todos tenemos derecho a participar, nadie puede ser excluido y menos si la exclusión obedece a que no coincidimos con el totalitarismo del pensamiento oficial. No sigamos permitiendo que el sentimiento más importante que se hace presente en la celebración del día de las madres, continúe siendo el llanto, el sufrimiento y la angustia de éstas por la suerte y el futuro de sus hijos; detengamos esto, acabemos con el mandato de la canalla que nos desgobierna.


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