Son 28 los colombianos que se han lanzado a la contienda electoral como precandidatos a la Presidencia de su país. Al ser uno consciente de la ciclópea tarea que tendrá enfrente quien logre el propósito de ocupar el despacho en el Palacio de Nariño, no queda sino quitarse uno el sombrero.

Pero la realidad es que son pocos los que tienen un chance real de coronar su proyecto con éxito. Para hablar de insomnios, ese tema –el del sucesor en la máxima magistratura– sí le debería quitar el sueño al actual mandatario, tanto o más que el de la transición en Venezuela, como ya reconoció el mismo Santos. Una presidencia favorable a su más caro proyecto, el de la paz fabricada en Cuba, le daría algo más de sostén histórico a un hecho que en este momento tiene enemigos a granel en Colombia y le mantiene muy descolgada su popularidad.

La Presidencia de Colombia se va a decantar y debatir entre 3 candidatos de esos 28. Son ellos, en mi parecer: el ex vicepresidente del actual presidente, Germán Vargas Lleras; la ex ministra de la Defensa y líder conservador Marta Lucía Ramirez y Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín, quien aún no está claro con cuáles fuerzas políticas irá acompañado. Todo lo demás, me atrevería a decir, es adorno y las candidaturas se irán desmoronando en el camino o se irán sumando a las de estos 3 más fuertes. De estos, solo 2 pasarán a la segunda vuelta después de la medición electoral de mayo y es lógico pensar que serán Vargas Lleras y Ramírez. Es simplista decir que uno capitalizaría el apego de las izquierdas y otro el de las derechas, pero, grosso modo, algo similar puede ocurrir.

La razón es que cada uno de ellos representa una tendencia clara dentro la polarización que actualmente experimenta el país en relación con el post acuerdo. Nada hace pensar que dentro del espectro colombiano de los próximos meses surja algún otro asunto capaz de capturar la atención vital de los colombianos más allá de los escollos en la instrumentación de la paz de La Habana.

Hay que anticipar que Ramírez continuará en su gesta crítica y, sobre todo, que se empeñará en bombardear la “irreversibilidad” que Santos le ha querido imprimir a esta paz. Recordemos que en el plebiscito refrendatorio de los acuerdos de La Habana asumió su postura por el No, coincidiendo con el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. La paz de Santos no es desmontable, eso está claro, no con la venia otorgada por la Corte Constitucional al esquema de Justicia Especial para la Paz. Pero de alguna manera será posible temperar algunas de sus consecuencias. Ella deberá encargarse de ello si es fiel a su postura de recusación de esta irreversibilidad que fue acuñada por Santos para blindar los acuerdos con las FARC. Ella será un hueso duro de roer, más aun si se presenta acompañada de la fortaleza que se ha construido el ex presidente Álvaro Uribe en estos mismos tiempos.

Así que Santos tendrá que dedicarse a apoyar con fuerza a su ex vicepresidente, Vargas Lleras, consciente de que hay que poner en la agenda del próximo mandatario otros temas que sirvan de contrapeso al rechazo que provocan los traspiés en la materialización de la ansiada paz.

Juan Manuel Santos no tendrá noches tranquilas en los días que quedan hasta el 17 de junio de 2018. Cuando no tenga pesadillas con Maduro, las tendrá con Marta Lucía.


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