El resultado de las  elecciones legislativas argentinas del pasado domingo podría sintetizarse así: gran triunfo del presidente Mauricio Macri; derrota de Cristina Fernández de Kirchner.

La cuestión, empero, no es tan simple, ni tan lineal y los números dan lugar a más de una interpretación. CFK dijo, por ejemplo, que ella fue ratificada como jefa y líder de oposición e incluso Dilma Rousseff la felicitó por su triunfo (¿). Ganó, sí, una banca al senado (y sus respectivos fueros); pero lo cierto es que salió segunda en Buenos Aires, donde antes era la número uno.

Parecería, de todas maneras, que lo del gran triunfo y lo  de la derrota se acentuaría con el paso del tiempo.

Cambiemos, el partido de Macri, obtuvo más de 10 millones de votos, en un total de 25 millones de votantes. Ganó en 15 de las 24 provincias (estados) y logró pasar a ser la minoría mayor en las dos cámaras: diputados y el senado. Estos números, por supuesto, no le bastan; pero sin duda ahora esa mayor presencia en el Congreso y especialmente el respaldo popular, le facilitará al gobierno la tarea de negociar la aplicación de sus políticas y  concretar las reformas que entiende necesarias ante la realidad del país. Los temas de la agenda son complicados: las soluciones para algunos pueden tener efectos dañinos para otros, por lo menos en los primeros momentos y en el sentir de los ciudadanos. Hay que bajar la inflación, el déficit fiscal, eliminar subsidios, encarar una reforma laboral con todo lo que ello implica y genera, más una reforma en la seguridad social, que también repercute y no siempre bien, en mucha gente.

“Los mercados” han festejado el triunfo de Macri, pero a la gente común le llega, y le afecta más, un aumento en el precio de la gasolina decretado en las últimas horas.

De cualquier forma es innegable que el gobierno ha recibido un espaldarazo de la población.

No es tan así, en cambio, que CFK haya reforzado su liderazgo. Logró más de 5 millones de votos (fundamentalmente Buenos Aires), pero eso solo le permite ser la minoría mayor dentro de la oposición, en la que un alto porcentaje está situado más cerca de Macri que de CFK. Es más fácil que negocien con el gobierno a que acepten el liderazgo, de ningún tipo, del kirchnerismo: es decir, de CFK y su hijo Máximo.

Y hay un factor más en juego, que son los jueces, en los que también en alguna forma impactan los números. Se sustancian judicialmente por lo menos tres casos importantes que involucran a CFK y que la podrían llevar a la cárcel. En Argentina no son pocos los que afirman que en ese tema se estaba a la espera de las legislativas. Pasadas estas y vistos los resultados hay quienes ya afirman que antes de asumir como senadora Cristina será procesada e irá a prisión. Los que tienen otra visión apuestan a un endurecimiento de CFK, apelando a actores sociales no pacíficos, e incluso esperanzada en algún nuevo guiño del papa Francisco. Este, ciertamente, ha perdido  autoridad moral en la Argentina y habrá de cuidarse, pero es un hecho que siempre está dispuesto a mirar con una sonrisa para el lado del kirchnerismo y el neoprogresismo populista de izquierda, mientras mantiene  el ceño fruncido cuando vuelca hacia Macri.

Todo hace pensar que si Macri no se desboca ni se deja dominar por el exitismo, o peor aún, por la soberbia, su fuerza real crecerá y que paralelamente CFK, no obstante sus millones de votos, está muy cerca de que se le desmorone su movimiento.


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