Durante la guerra civil española, miles de jóvenes estadounidenses partieron hacia España para unirse a la lucha contra el fascismo como parte de la “Brigada Abraham Lincoln”. Hoy en día, a medida que más personas despiertan ante la amenaza que plantea el presidente Donald Trump al Estado de Derecho, los derechos humanos y el orden internacional, está surgiendo un nuevo movimiento de resistencia mundial para defender la democracia y la decencia básica.

La resistencia puede adoptar tres tácticas. Un enfoque es simplemente esperar y guardar esperanzas de que Trump se convierta en un pato cojo por las revelaciones condenatorias sobre su administración gubernamental. Mejor aún, Trump podría ser destituido o removido de su cargo bajo la vigésimo octava enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, si bastantes miembros de su propio gobierno lo consideran incapaz de cumplir con las funciones de la Presidencia.

Una segunda táctica, menos optimista, es aceptar que Trump completará su primer mandato, por lo que quienes se oponen a Trump pueden elegir utilizar ese tiempo forjando alianzas más fuertes con el Partido Demócrata, los medios de comunicación, los grupos de la sociedad civil y todos los demás opositores de Trump en el ámbito académico, las instituciones religiosas y los sindicatos de trabajadores.

La tercera opción es desbaratar la agenda de Trump en los tribunales, impugnando sus prohibiciones de viajes, el muro en la frontera con México, las deportaciones y las propuestas que buscan recortar el financiamiento para las Naciones Unidas y los programas de ayuda externa en África.

Como observa Jeffrey D. Sachs, hay razones para creer que Trump ni siquiera sobrevivirá al escándalo actual sobre los vínculos de su campaña con Rusia. Las inquietantes preguntas van mucho más allá de las acciones de piratería informática de agentes rusos contra las computadoras centrales del Comité Nacional Demócrata con el propósito de difundir públicamente mensajes internos de la campaña de Hillary Clinton. Muchos tienen curiosidad sobre los vínculos entre Trump y los oligarcas rusos, y sobre por qué bancos con conexiones rusas extendieron préstamos a Trump cuando nadie más quería hacerlo.

Por otra parte, muchos se preguntan si los servicios de inteligencia rusos tienen evidencia con la cual chantajear a Trump; o, si espías estadounidenses, franceses, británicos y bálticos pueden filtrar materiales que confirmen esa sospecha. Puede que Trump sea una persona paranoica, pero es posible que sí esté en lo correcto al preocuparse sobre que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos crea que él no es apto para desempeñar el papel de comandante en jefe, y que los medios de comunicación estadounidenses informen sobre cada fuga de información que sea creíble.

Debido a la caída de la popularidad de Trump, los republicanos pronto comenzarán a temer por sus escaños en el Congreso en las elecciones del año 2018. Si emerge evidencia incontrovertible de hechos delictivos graves, los republicanos del Congreso, o incluso los miembros del Poder Ejecutivo, podrían iniciar procedimientos contra el presidente.

Al mismo tiempo, los demócratas del Congreso ya han lanzado un ataque sin cuartel contra las iniciativas de Trump, como el muro fronterizo y los recortes propuestos al presupuesto del Departamento de Estado. A nivel estatal, los gobernadores demócratas han presentado demandas para impugnar las órdenes ejecutivas de inmigración de Trump, y muchos alcaldes demócratas han reafirmado el estatus de santuarios para inmigrantes indocumentados de sus ciudades.

Los demócratas están en la lucha no solo porque les disgusta Trump y se oponen a sus políticas, sino también porque están siendo presionados por los votantes –por votantes demócratas y republicanos por igual–, quienes participan en cabildos abiertos y llaman a las oficinas del Congreso. Tal como las masivas manifestaciones públicas y las últimas encuestas ponen en claro, la mayoría de los estadounidenses que no apoyaron a Trump pueden votar por los demócratas en el año 2018. Mientras tanto, están haciendo convocatorias a favor de la desobediencia, no a favor de llegar a acuerdos u otorgar concesiones.

Las organizaciones de la sociedad civil estadounidense también están desempeñando un papel central en la oposición. Muchas más personas acudieron a la Marcha de Mujeres en Washington, un día después de la toma de posesión de Trump, en comparación con las que estuvieron presentes durante el propio acto de posesión. Las donaciones a grupos como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles –que ha liderado la acusación contra las órdenes ejecutivas de Trump– han aumentado. Y aquellos que se pronuncian en contra de las acciones de la administración Trump incluyen a 500 presidentes de universidades y a muchas organizaciones religiosas, incluyendo a la Iglesia católica.

Debido a que un número creciente de grupos de defensa de intereses se movilizan para impugnar las políticas de Trump, Estados Unidos puede estar atravesando por el mayor estallido de activismo político desde que el ex presidente Ronald Reagan lanzó guerras en América Central en los años ochenta. Y estos grupos son aliados naturales de las víctimas de Trump en el extranjero. Muchos de ellos simpatizan con los inmigrantes y los refugiados, y apoyan los derechos humanos y otras causas progresistas, ya sea que ello signifique luchar contra el muro fronterizo de Trump, defender el acuerdo climático de París o unirse a Canadá y Alemania para recibir a refugiados de Siria.

Sin duda, los oponentes implacables de Trump son minoría tanto en el Congreso como en la mayoría de las asambleas legislativas estatales, pero esto puede cambiar fácilmente. Y, aun antes de que ello ocurra, las minorías políticas tienen muchas herramientas a su disposición para desbaratar a las mayorías abusivas. Esto es cierto incluso en el caso de gobiernos, empresas y personas individuales extranjeras, quienes, en algunos casos, pueden acudir a los tribunales estadounidenses para impugnar las políticas de la administración Trump que les afecta (e incluso cuando no lo hacen, los grupos nacionales pueden tener la capacidad de actuar en su representación).

Además, la administración Trump podría en el futuro violar uno de los muchos acuerdos internacionales, en cuyo momento otros gobiernos podrían entablar demandas en su contra ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya. A pesar de que el ex presidente estadounidense George W. Bush limitó la medida en la que Estados Unidos debe cumplir con las sentencias de la Corte Internacional de Justicia, tales casos aumentarían aún más la presión que la administración Trump ya está sintiendo.

En Estados Unidos, hay muchos abogados que con mucho gusto trabajarán pro bono para impugnar la constitucionalidad de las órdenes ejecutivas de Trump, o para demandar al gobierno federal por violaciones de derechos civiles, religiosos o humanos. Muchos de estos casos enfrentarán obstáculos si llegan a la Corte Suprema, debido a que esta Corte pronto tendrá una nueva mayoría conservadora; sin embargo, la acumulación de estos casos, así como la acumulación de demandas civiles sobre el comportamiento de Trump como empresario y candidato, erosionarán de manera constante la legitimidad de Trump.

La mejor estrategia de resistencia combinaría los tres enfoques descritos aquí: esperar, encontrar amigos y litigar. Si la presidencia de Trump se derrumba, la oposición tendrá que moverse rápidamente. En este momento, ir en búsqueda de una estrategia integral probablemente se constituya en la mejor preparación para ello.

Copyright: Project Syndicate, 2017.

www.project-syndicate.org


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!