“Hay que unirse no para estar juntos, sino para hacer algo juntos». Juan Donoso Cortés.

A menudo tropezamos con una percepción arraigada en nuestro prójimo que se muestra si no resignada a lo que somos como país hoy en día, incapaz de permitirse buscar más allá.

Muchos de nuestros compatriotas solo creen en que la opción es dilemática; o se van de aquí o se quedan y sobreviven en eso y con lo que hay. Ello está ampliamente soportado en estudios que se han hecho y encuestas lo prueban.

Debo postular, sin embargo, una tercera opción: comprometerte con el cambio de eso que hay que no te satisface, te ofende, te humilla, te deprime y te anula. Vale decir, salir de ese letargo quejumbroso y cimentar una opción que descubra para ti, un porvenir, un futuro, un devenir conforme con tus expectativas, deseo y disposición a forjarlo.

Empero, difícil resulta encontrarnos con gente dispuesta a remover en eso que hay para, siendo que es el erial y solo eso puede ser, disponerse a cambiarlo, asumirlo como un reto no solo de él mismo, ante sí mismo, sino un desafío ciudadano, entiéndase, que le concierne como miembro del cuerpo político de la nación.

Un numeroso grupo de venezolanos se declara no afecto a la oposición y tampoco al gobierno, y no deja de ser susceptible de análisis esa postura. La antipolítica media, claro está, pero los llamados “Ni-Ni” terminan por mantenerse inertes, lelos, paralizados y de esa manera, sin su presencia ni militancia, todo seguirá igual.

Hay que comprender que los “Ni-Ni” se muestran decepcionados de lo que hay en ambos lados, así que toca a la auténtica y genuina oposición conectar con ellos. Se ha dicho y reiterado hasta la saciedad que no hay liderazgo ni representatividad en la oferta política, pero tal vez si miramos más de cerca y sin sesgos, si advertimos que el régimen manipula y enrarece con todo tipo de falsas noticias y, además, maledicencia y tergiversación, quizá pueda hallarse la verdad y esta permita una pasarela entre los que tienen en común el hartazgo y la decepción por lo malo que hay, que solo con el oficialismo seguiría pero para peor. Ese falso paralelo se desvanecería para reunirse con las otras propuestas que disienten y que también entran en un compromiso de cambio que, por cierto, es vital, capital, impostergable, imprescindible.

Otro lote de conciudadanos nada dice y nada ve. Intenta segregarse y entretanto el país se viene a pique y sus hijos, nosotros los conciudadanos, nada hacemos por detener esa caída y ensayar una regeneración, una transformación, una reconstrucción.

Es como si viviéramos en una suerte de caverna similar a aquella de Platón, en la obscuridad, sin otro sentimiento que el padecimiento y sin reaccionar; postrados, aunque sabiendo que más allá de esa nube negra que nos priva del sol, la luz, el aire y la fe, de esa sombra que obra sobre nosotros cual hegemonía patológica, está un paraje donde podríamos alcanzar nuestro desarrollo y nuestra liberación y es el paso que tendríamos que dar. Se llama Venezuela libre y soberana.

Estamos paralizados, espiritual, racional y mentalmente. El daño antropológico del que nos hablan certeramente Freddy Millán Borges y Paola Bautista de Alemán nos fagocita y vacía. Perdemos el norte y nos ralentiza la existencia, nuestra libertad se evapora en el tránsito mediocre y vacilante o en la espera fatua de lo que no vendrá porque en realidad hay que parirlo, con sangre, sudor y lágrimas. Cambiar el mundo siempre tuvo y tendrá un costo.

Esto que tenemos, lo que hay como se oye decir, es la obscuridad a plena luz del día y el silencio cómplice lo que nos caracteriza a la mayoría de los habitantes de un país que se llamó Venezuela y que como nos enseñó el poeta Cadenas, se marchó de aquí y ahora vive en todas partes.

François René de Chateaubriand, en ese clásico Memorias de Ultratumba, examina la vida en la desgracia y el torrente de sentimientos, evocaciones, emociones que resultan convocados, pero, advierte: “Se pretende hoy que los sistemas están agotados, que en política damos vuelta en torno a nosotros mismos que los caracteres se desdibujan y los espíritus están cansados…. Que no hay nada que hacer y nada que encontrar, que ningún camino se abre, que el espacio está cerrado…Sin duda, cuando se permanece en el mismo lugar, es el mismo círculo de horizonte que gravita sobre la tierra, pero, avancen, atrévanse a desgarrar el velo que los cubre y miren, si no tienen miedo y no prefieren cerrar los ojos…”

Me resisto a asumir que no somos capaces de buscar la luz y de salir del silencio que nos hace cómplices del mal que nos inunda, ahoga, asfixia. No acepto como destino las cavernas de la rendición, el miedo, la resignación de los ánimos pueriles, ingenuos o simplemente cobardes ante el duelo que voluntades que a menudo nos presenta la vida.

Vivir en la obscuridad de no querer cambiar sino permanecer en aquello que nos aflige, de seguir silentes cuando debemos alzar la voz, de callar a sabiendas que los nuestros se inmolan en el Darién o en alguno de los pasajes en la frontera norteamericana, nos lleva a una estación existencial perniciosa como quiera que nos despoja de la libertad elemental y, además, nos condena a vivir sin dignidad ni orgullo de nosotros mismos. Nos desfigura.

En el fondo, los que se van, los que se aventuran, los que osan ante un muro de impedimentos, ejercen su libertad e intentan responsablemente edificar conforme a sus expectativas. Viven sufren, apuestan en la lucha de la vida. Es triste verlos jugársela para encontrar otro espacio vivencial porque en su patria fueron despojados de sus derechos e incluso de sus ilusiones y de sus sueños de porvenir.

Ergo, es la victimización de la libertad la que nos trajo y es su legado esta revolución de todos los fracasos. Hemos pagado el mayor costo de oportunidad en nuestra transacción histórica que incluyó nuestra libertad de ser, para creer y complacer a los kakistócratas que, en la mimetización de la demagogia, hechizaron, embaucaron, timaron al país al que previamente, debe decirse, le había otros ambiciosos, licuado sus seguridades.

La vida es posible solo en la libertad; lo otro no es vida. Venezuela se esta jugando la vida al admitir que se le castre, se le anule, se le someta, se le engañe, se le arruine y empobrezca impunemente. Eso es lo que ha hecho el militarismo, fascismo, ideologizado, aunque algunos no lo deseen reconocer con Chávez y especialmente con Maduro.

A veces, hay que pensar en la verdad, en la realidad y no apagarnos y acallarnos para solo respirar. Es hora de reaccionar.

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@nchittylaroche


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