El gobernador de Texas ordenó que dejaran decenas de migrantes frente a la casa de la vicepresidenta Kamala Harris

El tema de la inmigración es muy complejo. De no ser así ya hubiera sido resuelto en el mundo o por lo menos en Estados Unidos construido como un país de inmigrantes.

Por eso el asunto puede y debe abordarse desde múltiples perspectivas a saber: la de los seres humanos que emigran, la de los países a los que llegan y los múltiples problemas que ello origina en el tejido social, la economía, el respeto a la ley y en su actual utilización como excusa o argumento para la lucha política, como ha ocurrido en algunas naciones de nuestro continente y como ha comenzado a mostrarse en Estados Unidos.

Emigrar del país de origen no suele ser la primera opción de la gente a menos que sus circunstancias personales o colectivas así lo aconsejen. Ese ha sido el caso en Cuba, Siria y desgraciadamente Venezuela, donde 20% de la población ha optado por ese camino.

Como inmigrantes  que somos, preferimos abordar primero la visión de aquellos que en su momento huyeron por millones de Cuba en improvisadas balsas a merced del mar y los tiburones para llegar a Florida  o la de aquellos que hoy en día eligen afrontar caminando con sus hijos pequeños  por los páramos, desiertos y cordilleras de América del Sur o aquellos que en la más reciente actualidad se arriesgan a cruzar a pie el Tapón del Darién, que es uno de los lugares más peligrosos del planeta, expuestos a todos los peligros imaginables para luego seguir también a pie por el resto de América Central y México expuestos a toda clase de abusos y humillaciones para finalmente, guiados por unos tales “coyotes” , llegar al río Bravo que debe cruzarse nadando con peligro para alcanzar la orilla opuesta donde  se encuentra la tierra en la que bien o mal esperan encontrar trabajo, alimento y dignidad para sí y sus familias. En ese tránsito desesperado poco importa si se quebranta alguna ley que los convierta en “ilegales”, que siempre es mejor que morir de hambre.

Otra perspectiva es la de quienes son originarios de las naciones de acogida que reciben el influjo de estas gentes con la entendible preocupación por su influencia en el mercado laboral o el costo económico y organizativo que ello implicará para sus sistemas educativos, de salud, etc.

Una tercera perspectiva es la que se origina por la condición de ilegalidad que puede implicar un ingreso irregular, lo cual es combatido por las autoridades y en muchos casos bien visto por una parte de la población local que reclama que se diseñe y ejecute una “política  de inmigración” que ordene y minimice el impacto.

Este último es el caso que acaba de ocurrir y sigue ocurriendo en Estados Unidos, listos para enfrentar una crucial elección legislativa y de gobernadores de estados a brevísimo plazo (8 de noviembre), lo cual genera la estrategia de algunos candidatos, como lo son los gobernadores republicanos de Texas y Florida, que estiman que acciones espectaculares y bien publicitadas contra los “ilegales” les darán rentabilidad en las urnas y ante esa percepción proponen, ejecutan, consienten y hasta aplauden acciones tan inhumanas  violatorias de los derechos humanos y la dignidad como los traslados forzados o engañosos de miles de seres humanos a destinos desconocidos en otras jurisdicciones con el único y exclusivo propósito electoral.

El traslado de “ilegales” a otros estados en los que sus gobiernos locales sean del partido político opuesto es un acto moralmente condenable, sean cuales fueren las leyes que se quieran invocar y mucho más cuando lo que se hace es utilizar seres humanos en estado de necesidad e indefensión para obtener un beneficio político. Desde esta columna rechazamos esa maniobra y confiamos en que la justicia humana o la Divina darán cuenta de los responsables.

Como venezolanos estos episodios nos tocan e involucran tanto más siendo que un altísimo porcentaje de quienes sufren esos excesos son nuestros compatriotas, a los que la Providencia no les permitió salir desde Maiquetía, con una visa en regla y algún recurso material en el bolsillo. Aquellos fueron los de la primera ola de inmigración venezolana. La ola actual es la de los pobres y desposeídos que también albergan la ilusión del “sueño americano”, aunque sea enfrentando los peligros del viaje y las consecuencias de un ingreso ilegal a través de un río y no de un aeropuerto. ¡Unos y otros son venezolanos y en Estados Unidos suman ya cerca de 500.000! Allí lo dejo.

@apsalgueiro1

 


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