El costo real de los narcosobrinos

Con mucha atención se debe internalizar que no solo brilla lo que la luz alumbra, sino lo que esconde la oscuridad; sin dudas el aún reciente intercambio de los narcosobrinos por los cinco ejecutivos de Citgo, y los dos estadounidenses, generaron evaluaciones y posiciones políticas de diversa índole en los líderes de la oposición venezolana, líderes latinoamericanos, e incluso en medios de comunicación y adversarios políticos de la administración Biden.

Los ex de la administración Donald Trump, John Bolton, Mike Pompeo, Elliotts Abrams, han sido severos críticos de la decisión, solo Abrams estableció que la decisión había generado más ruido del que representaba realmente, por cuanto los sobrinos ya no tenían nada que aportar, el gobierno de Biden se ha visto en la necesidad de responder por los efectos adversos en proporciones respetables que se han generado a partir del intercambio, teniendo que presentar argumentos, desde Juan González, hasta Antony Blinken, el propio Biden tuvo la necesidad de salirle al paso al relajamiento de las sanciones a la dictadura de Nicolás Maduro, pivoteadas por el lobby financiero de Chevron-Texaco.

Sin embargo, muchas veces ocurre que miramos pero somos incapaces de ver, buscamos pero no encontramos, formamos imágenes que no son, construimos pensamientos que luego se deshacen ante la realidad abrumadora, quizás los árboles nos impiden apreciar el bosque, es necesario ver más allá de lo que está a la simple vista. El costo real del intercambio tiene un valor diferente al que se expresa con la liberación de los 7 ciudadanos estadounidenses, sin dejar por descontado que el acercamiento directo de la Casa Blanca con Miraflores posee demandas económicas que estriban en la recuperación de intereses energéticos afectados de sobremanera por la guerra Rusia-Ucrania.

Pero también sería iluso creer que el régimen de Nicolás Maduro, quien yace profundamente debilitado en todos los escenarios internacionales, posee siquiera alguna mínima condición de obligar a negociaciones desde un punto de fuerza a su favor; existe un retroceso notable en su política, y la narrativa ante la posición de Estados Unidos en este momento no solo ha sido minimizada, sino que prácticamente es inexistente.

Transición o elecciones presidenciales anticipadas

Algunos medios de comunicación de Europa empiezan a asomar nuevamente la necesidad de una transición acordada en Venezuela, después del informe de la ONU, que ratifica la existencia de una maquinaria en Venezuela para la represión y la tortura, con Nicolás Maduro directamente a la cabeza, señalando a varios funcionarios y el papel que cumplen en este esquema perverso y doloroso en menoscabo de los derechos humanos de la población, vuelve la idea de la transición a plantarse como una opción, en la justa dimensión que en ningún informe internacional señalan de ninguna manera a Jorge Rodríguez, quien es el alfil número uno de Nicolás Maduro en todos los procesos de negociaciones que se realizan, así como del mayor general Vladimir Padrino López, el ministro de la Defensa que más tiempo ha ocupado ese cargo, por ser la piedra angular de la relación del régimen en toda su composición con todos los sectores militares; en un escenario de estas características ambos personajes serían imprescindibles y la política internacional da visos de posibles de acuerdos en este sentido, uno por las garantías a quienes usurpan el poder y el otro por la estabilidad y la sobrevivencia a futuro de su desgastada ideología y estructura política que lucharán porque prevalezca en cuotas de poder.

En cuanto a las posibilidades de elecciones presidenciales anticipadas que el propio Nicolás Maduro empieza a plantear, el PSUV lejos de ser la otrora organización sólida y poderosa, experimenta una estampida de sus militantes a todos los niveles, y los que aun quedan en esa organización todos desconfían de todos.

El régimen de Nicolás Maduro destruyó esa organización política, han gobernado con la instauración de un aparato policial y represivo, disminuyeron la capacidad de articulación política a cero, suplantaron a los líderes comunicacionales, motivadores y organizadores, por subordinados sin capacidad de debates, que solo han quedado para perseguir a Juan Guaidó de pueblo en pueblo en un empeño mediocre de simbolizar rechazo social al líder auténtico y genuino de la oposición venezolana, que encara con gallardía la propuesta de la reconstrucción del país. Ahora que pretenden ir a la contienda electoral se encuentran con una organización que perdió la fuerza y la credibilidad en las barriadas y en todos los sectores sociales y populares del pueblo venezolano, como bien dice la negra Antonia Muñoz, “el amor no muere, se muda.”

La oposición venezolana plantea unas espinosas elecciones primarias, que serán un punto extraordinario para renovar el liderazgo e ir definitivamente unificados a la contienda electoral.

Ahora bien, ¿cómo hará el PSUV para elegir al candidato presidencial? Toda vez que Rafael Ramírez impulsa una corriente interna dispuesta a todo, de forma irreconciliable, donde el propio Diosdado Cabello está dispuesto a ir por el poder, o María Gabriela Chávez pretende dar un salto a la arena política para aspirar legítimamente en el nombre de su padre la Presidencia de la República, y en menor impacto Manuel Isidro Molina con el Partido Comunista de Venezuela, quienes aparentemente marcarán definitivamente un quiebre histórico con la actual dictadura venezolana.

El PSUV se ha agotado en su dinámica interna, y también se ha agotado en la relación con el histórico Polo Patriótico, un partido que marcha al ritmo de los gobernantes, regionales y locales, el arraigo emocional ha sido barrido por la crisis multidimensional, por la migración masiva de la población en busca de mejor vida, por la pobreza, por el hambre, un partido que al igual que su presidente eterno Hugo Chávez, simboliza una estafa y una etapa profundamente dolorosa para los venezolanos, y sin embargo muy a pesar de tanto dolor, seguirán teniendo en el marco de la libertad y la democracia, la posibilidad histórica de corregir y de presentarse como una opción si superan las brasas que hoy los queman y los convierten en cenizas, de la mano de los horrores de las violaciones de los derechos humanos.

De esta forma, hasta el PSUV en democracia será una opción electoral, toda vez que su dirigencia asuma responsablemente navegar los destinos democráticos y abandonar la violencia a la que nos han sometidos por varios años.


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