En estas fechas festivas es común caer en la tentación de enfocarnos en los regalos materiales, como una manera de medir y demostrar la cantidad de afecto que sentimos por nuestros seres queridos. Sin embargo, si volteamos la mirada a lo interno, encontraremos un cambio de perspectiva que hará la diferencia.

Siempre asociamos el fin de año con la compra de artículos nuevos, ya sea vehículos, ropas o equipos para el hogar. Buscamos siempre experiencias basadas en símbolos, sin entender que lo externo termina siendo momentáneo, pasajero y poco trascendente, en relación con otros tipos de experiencias que podrían quedar “sembradas” dentro.

Cuando nos enfocamos en cosas externas, que caducan con el tiempo, terminamos diluyendo la experiencia colocada en el objeto material. De ese modo, siempre volvemos a la insatisfacción inicial que pudo habernos motivado a adquirirlo. Nos quedamos con una sensación de vacío.

Otro asunto es el llamado “síndrome del niño hiperregalado”. En declaraciones a la prensa española, Francesc Núñez, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, considera que “se regala mucho más de lo necesario y más de lo que la emotividad de un niño puede aceptar”. Esto provoca, entre otras cosas, que los pequeños “no aprecien los regalos, pierdan la ilusión y se vuelvan caprichosos, egoístas y consumistas”.

De acuerdo con un estudio estadístico realizado en 2017 por Deloitte, las tres razones que más dieron los latinoamericanos para justificar un mayor gasto durante las navidades fueron las mejoras de las condiciones económicas familiares (42%) y la renovación de objetos personales como ropa, calzado y juguetes (24%).

¿Acaso encuentras sentido en gastar el dinero que no tienes en cosas que no necesitas para impresionar a personas a quienes no les importas?

Tal como planteo en la conferencia y serie de Masterclass “El negocio de ser tú”, es posible que algunos símbolos externos puedan convertirse en experiencias internas profundas, por ejemplo el estudio. Los títulos y los logros académicos podrían catalogarse como algo externo, pero son aplicables en nuestra vida si los transformamos en aprendizaje y sabiduría. Así se convertirán en una experiencia trascendente que, además, capitalizará nuestra inversión.

Debemos ser congruentes entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos. ¡Ahí está el secreto del bienestar!

Te invito a invertir en 2019 en otro tipo de obsequios para tus seres queridos y, por qué no, también para ti: regalar tiempo de calidad, dar cupones de atención plena a quienes te rodean, desconectarte de los dispositivos electrónicos por unas horas. También puedes salir de tu zona de confort y regalar una sonrisa a un desconocido, o tener un gesto amable con alguien en la calle, sin razón específica alguna. Te impresionarás de lo que puedes descubrir…

Aprovecha estos días festivos para crear nuevos recuerdos y experiencias de calidad con un enfoque en el imperio interior. ¡Tu alma lo agradecerá!

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