La mujer más valiente que he conocido en mi vida sigue sufriendo del corazón. El 7 de abril uno de sus hijos, quien fue ejecutado públicamente, hubiese cumplido 38 años. Esa misma noche y por segunda vez en menos de un mes, ella sufrió fuertes dolores en el pecho. Todos estos son síntomas recurrentes de angustia y tristeza, que inevitablemente su corazón de madre ha ido somatizando violentamente.

A la mañana siguiente la trasladaron de emergencia a un hospital en Nueva Jersey, donde estuvo hospitalizada hasta que determinaron qué tan grave había sido ese segundo ataque al corazón. Yo no soy doctor -mi oficio es el de contar historias- pero puedo garantizar que la gravedad de los ataques que ha sufrido no se miden en palabras o en diagnósticos médicos. En menos de dos años a la mujer más valiente que he conocido en mi vida le han asesinado a dos de sus hijos y a un hermano, ha perdido su hogar y sus pertenencias, su pasaporte, su legalidad, sus ahorros y su pensión. Hoy, ella está separada de todos sus nietos, políticos corruptos han querido borrar su pasado, su futuro es incierto y su presente, que muchos ignoran, es un absoluto limbo legal y un caos mediático. 

La mujer más valiente que he conocido en mi vida ha sido perseguida por un gobierno de narcotraficantes y estuvo detenida durante meses por un gobierno extranjero, la han traicionado amistades, ha pedido ayuda a líderes políticos para poder reunirse con el único hijo que le queda vivo sin recibir respuesta alguna, ha recaudado fondos e insumos para los más necesitados en Venezuela, ha recibido donaciones y las ha repartido entre sus familiares y a veces hasta con extraños que necesitan medicinas. Esta mujer ha comido una vez al día y a veces, ninguna vez al día. La mujer más valiente que he conocido en mi vida está tratando de aprender inglés en un país extranjero, no tiene trabajo y no tiene hogar fijo. Sin avisarle con tiempo para prepararse, la Casa Blanca le pidió que se montara en una tarima con el presidente de Estados Unidos a dar un discurso. Así lo hizo -y ella dio su discurso el mismo día del cumpleaños de otro de sus hijos, Edgar Alexander, quien fue injustamente asesinado en Caracas para robarlo. Esa misma noche durmió en un sofá prestado, con su ropa de cambio para el día siguiente guardada en bolsas de supermercado. 

Hace poco más de un año la mujer más valiente que he conocido en mi vida se acostaba en el pasillo de mi closet-baño y a propósito se hacía la dormida para darme el sofá-cama de mi pequeño estudio; donde compartí vivienda con ella por un tiempo. Peleábamos cuando yo la levantaba del piso para pedirle que por favor dejara de hacer eso y su respuesta siempre era la misma: «Pero es que vienes cansado del trabajo y tienes que reposar. Yo, además, me acostumbré a dormir en el piso en el centro de detención». Esta mujer, que es sin duda alguna la más valiente que he conocido en mi vida, la gran mayoría del tiempo decide no contarme las cosas que le pasan para no preocuparme. Cuando eventualmente me entero y me preocupo, me dice que no me preocupe porque ella sabe que «sus dos ángeles nos están cuidando a todos desde el cielo y que todo va a salir bien». 

La mujer más valiente que he conocido en mi vida me dijo que aunque ella está tratando de reparar su corazón roto, quiere mantenerse con vida para ver a Venezuela libre otra vez. Ella me pidió que explicara que si la ven justo después de salir del hospital en algún evento con políticos, eso no significa que su corazón está sano; significa que no tiene opción, porque necesita encontrar la manera de unificar lo que queda de su familia. Y si la ven un poco maquillada, no es que se sienta bien; significa que no quiere verse triste en el espejo. Me pidió que dijera que ella cree que entre todos podemos reconstruir a Venezuela, y yo le creo. Le creo porque a ella no la eligieron votos fraudulentos o dudosos. Le creo porque ella no representa ninguna corriente política, sino los derechos humanos de todos los venezolanos a quienes les duele el corazón. Le creo porque esta mujer es símbolo humano de resiliencia. A ella, al igual que a sus hijos, la eligió el destino para que nunca olvidemos a quienes abusaron del poder y mucho menos olvidar a quienes protagonizaron la lucha en contra de quienes usurparon. En varias ocasiones, entre lágrimas, ella me ha pedido que por favor encuentre la manera de traer a su hijo mayor, desde el exilio para Estados Unidos, porque aquí pueden estar juntos y ser libres. Me duele en el pecho admitir que yo no sé cómo traer a su hijo Luis Armando para Estados Unidos, y me frustra no tener el poder político o económico para hacer eso y tantas otras cosas más… pero si alguien sabe cómo hacerlo o conoce a quien pueda reunir a esta familia, ayúdenme a ayudar a la mujer más valiente que he conocido en mi vida. Mientras tanto, recen por ella, por sus nietos y por Venezuela, recen por todos los venezolanos que hoy luchan por la libertad de nuestro país y por todas nuestras madres que hoy tienen el corazón roto. 

Quizás si suficientes personas comparten estas palabras, la próxima foto de la mujer más valiente que he conocido en mi vida sea con su hijo mayor y sus nietos, y no junto a políticos que buscan hacer campaña con ella. Y hay más, mucho más que contarles de la mujer más valiente que he conocido en mi vida y de sus tres hijos, y esas historias se van a contar muy pronto. La mujer más valiente que he conocido en mi vida se llama Aminta, ella es la madre de Oscar Pérez y tiene el corazón roto en tres grandes pedazos. La dictadura venezolana le reventó el corazón a todas las madres de Venezuela y es por eso que cuando podamos reconstruir nuestro país, vamos a estar rodeados de las mujeres más valientes que hemos conocido en nuestras vidas. 


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