Los acontecimientos acaecidos en la república africana donde el dictador mangonea con impunidad plena desde 1980 me han hecho reflexionar; ayudado siempre por vía de útiles comparaciones. Los diversos acontecimientos recurrentes en la historia política de la humanidad y que se pueden resumir en el deseo arraigado de muchos políticos que una vez conquistado el poder se las ingenian para perpetuarse en el “sibarítico” disfrute. El ciclo que apenas comienza en Zimbabue es el mismo; repetitivo siempre. Anuncia el inminente desmoronamiento de lo que aquellos galos denominaban el “ancien régime”. Pronto constataremos el previsible desenlace. Vale la pena recordar que tanto el dictador africano, como Raúl Castro, pregonan con el “caradurismo” acostumbrado, que poseen una “legitimidad de origen”; sin duda cuestionable, producto de paupérrimos procesos electorales.

En nuestro país el ya viejo régimen de casi veinte años de duración fregando la paciencia y la conciencia patria se apresta a darle cumplimiento al viejo axioma del totalitarismo: “Continuismo a como dé lugar”. El libreto del sainete nos lo conocemos de memoria  por lo repetitivo. Lo lamentable y cuestionable consiste en que un sector de la oposición insiste en otorgarle el espaldarazo definitivo al gobierno. La pantomima del diálogo infecundo y elecciones el 10 de diciembre; con el añadido de la elección presidencial a corto plazo (con primarias incluidas) ha abierto las compuertas para desnudar las verdaderas intenciones de los ávidos politicastros de oficio.

Por tal razón no debe extrañar en modo alguno la coincidencia táctica –muy pragmática por lo demás– entre el “aceite y el vinagre”. El doctor Ramos y el señor Velásquez solicitan (por no decir imploran) que antes de que finalice este año se elija el candidato presidencial. Farisaicamente son partidarios del diálogo y la negociación política; pero señalan babosamente que el candidato jamás podría ser producto de consenso en el archipiélago oposicionista. Por ello, en uso de dialéctica silvestre, aducen que la vía idónea debe efectuarse por intermedio de elecciones primarias. Este concepto lineal e insípido lo comparten el gobernador zuliano electo y defenestrado y el ex gobernador larense. También los doctores Borges y, me imagino también, Capriles. El discurso florido de VP es contradictorio, oportunista y desconcertante. Conjeturo que este discordante vocero de ocasión aspira a sustituir al asilado (y pronto despojado de fuero parlamentario) en la legación chilena para asumir la conducción fáctica del partido. Mientras se prolongue el impedimento impuesto al jefe (que durará diez años más si no hay cambio de gobierno) secuestrado en su propio hogar. Por último, el actual candidato a la Gobernación del Zulia aspira a “coger el segundo aire”; luego de la derrota reciente de su cónyuge; y, sacrificarse por la patria nuevamente. Independientemente de las resultas de “su aventura”; y, seguramente, asistir a las primarias presidenciales.

Los políticos de gabinete venezolanos –con las gríngolas de rigor– han decidido “manu militari” que la oposición acuda “nariceada” a esta elección. En otras circunstancias una elección, incluidas las primarias, sería lo más democrático y recomendable. En la actualidad no es así. En primer término porque  ni el CNE ni la justicia que impone el Estado totalitario  garantiza en modo alguno el libérrimo ejercicio electoral y el imperio de la ley. Tan importante como lo anterior lo constituyen las condiciones objetivas existentes. Estas contradicciones y discrepancias hacen nugatoria la posibilidad del cambio a corto plazo de la situación económica, social y política que nos abruma. La posibilidad de la escogencia del candidato presidencial idóneo tendría que ser complementada con el imprescindible compromiso formal anudado en un plan de gobierno consensuado para hacer viable la transición y la solución de la crisis nacional. Lo uno sin lo otro es inconcebible. También, en el caso concreto, una elección primaria entre partidos generaría un ambiente pugnaz nada recomendable para la consolidación del necesario espíritu unitario.

Recuerdo claramente la sorpresa que viví en Santiago de Chile (1984-1987) cuando hube de participar como “componedor” en el proceso semiclandestino de negociación política iniciado en aquella nación entre el amplísimo mundo opositor. Pinochet había permitido una tenue apertura política permitiendo el retorno de algunos exiliados y la concesión de pocas libertades mediáticas. Se permitió el uso restringido de la radio, pero no el de la televisión. Algún resquicio en los medios escritos. Pero la represión continuaba y la sangre seguía vertiéndose. Como aconteció en el espeluznante caso de los tres líderes políticos degollados. En aquel inicio (1984) la desconfianza reinante entre opositores era manifiesta. Algunos propusieron que para iniciar las conversaciones políticas opositoras, era requisito dilucidar de antemano el concepto de propiedad privada que instituiría la futura Constitución. Cuando abandoné el país (1988) La mayoría de los escollos habían sido superados patrióticamente. Se impuso la cordura y se logró articular a  toda la oposición de manera consensuada. Se hizo de manera global y acelerada. Así comenzó el desmantelamiento progresivo de la dictadura con el ejército expectante.

De manera apretujada hago la anterior narración. Observo que más allá de propiciar el derrumbamiento de la dictadura totalitaria venezolana; en algunos dirigentes afloran posturas inapropiadas para la hora actual. Serían válidas en un republicanismo constitucional democrático, donde es viable y lícito el promover soluciones antagónicas desde el punto de vista ideológico, o de simples  posturas administrativas. Comparto –por vía del ejemplo– con la señora Machado su actual postura política de no participar en el bufo teatro electorero, ni en el diálogo a hurtadillas dominicano-caraqueño. Esta repulsa la considero apropiada. Pero no comparto su proposición vertida la semana pasada en el sentido de que es partidaria de privatizar a Pdvsa. Esta propuesta y discusión –ya lo hemos dicho– sería no solo pertinente y necesaria discutirla en otras circunstancias. En la actualidad no solo es impolítica por los contextos de oportunidad, tiempo y espacio. Es  también perniciosa, porque diluye de manera innecesaria el objetivo estratégico fundamental actual: el cambio inminente de gobierno y la reinserción del Estado venezolano en la senda constitucional extraviada por Maduro y su combo.

Pienso que la MUD falleció de muerte natural; aunque inducida a consciencia por sus copartidarios. De igual manera lo acepto como un hecho indeseable, pero necesario, por las contradicciones insalvables que dificultan el despliegue unitario operativo. Esta fractura propiciada por los partidos políticos e individualidades ya conocidas; quienes han decidido participar en el proceso electorero y en el infecundo diálogo y negociación política en pleno desarrollo era previsible. Por ello no les deseo éxito alguno. Es perversa, alcahueta y acomodaticia su postura. Solo sirve para oxigenar a un gobierno moribundo permitiéndole dilatar su agonía. También –en el mismo rango– porque se utiliza exclusivamente para satisfacer egos desmedidos. Más pronto que tarde presenciaremos el desenlace definitivo cuando rueden nuevamente las caretas.

Los estudiantes siempre han sido vanguardia en todos los procesos sociales de cambio. La juventud –en principio– es como una vacuna natural contra las indignidades. En algunos casos estas perversiones afloran desde la más tierna edad. Así ha acontecido en las últimas generaciones estudiantiles que han irrumpido valientemente en contra del totalitarismo. El desborde de algunas ignominias la hemos podido constatar lastimosamente. Las disipaciones y demás vicios procedimentales y de comportamiento ético han sido  compartidos impúdicamente entre politicastros octogenarios y veinteañeros indistintamente. Se han hecho ostensibles por los envilecimientos, inmoralidades y corrupciones. Un recién liberado del breve e ilegal cautiverio ha sido recompensado por buscatalentos de ocasión. ¡No aguantó dos pedidas! De la cárcel salió recompensado y expedito a servir de comparsa como candidato a una alcaldía. Sea propicia la ocasión para resaltar la dignidad de uno –entre muchos– de aquellos jóvenes que aún conservan el decoro y la entereza de los principios. Me refiero a Lorent Saleh. Quien lleva más de tres años de cautiverio en una de las peores ergástulas gubernamentales. Gracias al rastacuerismo y obsecuencia de Santos –el presidente colombiano–, quien lo entregó a la jauría represora cuando aún negociaba con su paisano. Este valeroso joven tiene más de 42 diferimientos sin que haya sido posible la celebración de la audiencia preliminar en el bufo y amañado juicio de que ha sido objeto. Lorent Saleh nos acaba de dar una lección más de dignidad –en esta hora aciaga para la república– que nos reconforta el espíritu. Deslindándose de todos los políticos adocenados (jóvenes y maduros) que necesitan de la ubre burocracia para subsistir indignamente.

La semana que viene señalaré –no son inventos míos– más de un centenar de tácticas destinadas a coadyuvar para que se efectúe a cabalidad la única estrategia posible y viable en las actuales circunstancias. Acorde con los artículos 333 y 350 de la Constitución Nacional.

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@CheyeJR

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