Según el Portal de Datos de Migración (Migration Data Portal), 50,7% del total de migrantes internacionales en América Latina en 2017 eran mujeres, mientras que 49,3% eran hombres. Si bien estos porcentajes varían de una región a otra, y con el tiempo, en el caso de las mujeres migrantes venezolanas en 2018 y 2019 las cifras siguen un patrón similar. Por ejemplo, en el caso de Colombia, que concentra la mayor parte de la migración venezolana, en 2018, 51,8% del total de 1.032.016 migrantes venezolanos eran mujeres, mientras que alrededor de 48,1% eran hombres.

Esto muestra el cambiante rol de las mujeres en los procesos migratorios, quienes ahora parecen estar liderando la migración, con sus parejas llegando después. Esta tendencia también está desafiando la visión tradicional de que las mujeres venezolanas esperan que sus parejas emigren primero, se establezcan y entonces reunificar a la familia una vez que la situación laboral y medios de vida del hombre se hayan estabilizado. Estas mujeres venezolanas que están dando el primer paso en el proceso migratorio son evidencia del coraje y determinación de la mujer venezolana en su lucha por una vida digna para ellas y sus seres queridos. Merecen nuestra admiración y nuestro apoyo.

Ser migrante automáticamente coloca a las personas en una situación de vulnerabilidad: un nuevo país, nuevas costumbres, la necesidad de un trabajo, de vivienda. Pero esto es más para ellas que están expuestas a vulnerabilidades adicionales solo por el hecho de ser mujeres. De hecho, las mismas desigualdades que enfrentan las mujeres en nuestros países de origen, y en la sociedad en general, continúan en el proceso de migración y una vez que las mujeres se asientan en sus países de destino migratorio. «La falta de acceso a salarios justos e iguales, la discriminación de género, la violencia de género y el acoso a la calle, los estereotipos de género y los roles sociales, así como la falta de acceso a los derechos sexuales y reproductivos» son solo algunos de los factores que las mujeres deben enfrentar al migrar, y una vez se asientan en su nuevo país.

Pero hay más.

Según la Organización Internacional para las Migraciones, del total de víctimas de trata de personas en 2014 (el último año para el que se dispone de datos), las mujeres y las niñas constituían la mayoría, 71%. Desafortunadamente, la proporción de niños y niñas entre las víctimas detectadas ha aumentado de 13% en 2004 a 28% en 2014 pero, nuevamente, las niñas son generalmente la mayoría del grupo de niños víctimas de la trata. Este flagelo hace que las mujeres y las niñas sean las principales víctimas de explotación sexual, trabajo forzoso, matrimonio forzado, extracción de órganos, pornografía, adopciones ilegales, entre otros terribles crímenes.

Esta realidad global está sucediendo en nuestra región y es la de muchas mujeres migrantes de Venezuela. Cepaz ha tomado la iniciativa en la producción de un informe sobre los procesos migratorios venezolanos con una perspectiva de género, haciendo el llamado de prestar más atención a los casos en que las mujeres venezolanas sufren vulnerabilidades dobles y triples como migrantes. En este trabajo Cepaz ha documentado, por ejemplo, que:

  • 43% de las mujeres migrantes venezolanas encuestadas tiene entre 18 y 29 años, lo que las expone a la discriminación por su edad y género, al tiempo que son estigmatizadas como «provocativas» en algunos países.
  • Las mujeres, adolescentes y niñas venezolanas están expuestas durante su tránsito al país de destino a situaciones donde se les fuerza a desnudarse o a tener sexo a cambio de poder hacer el trayecto en camiones o de acceder a un boleto de bus, entre otras formas de violencia.
  • La estigmatización específica de las mujeres venezolanas como objetos sexuales criminaliza también su migración. Son percibidas como las causantes de un supuesto aumento de la infidelidad masculina en los países receptores e incluso como parte de las redes de prostitución.

Si a esto le sumamos que una gran parte de las mujeres migrantes venezolanas tampoco tienen acceso a un pasaporte, y, por tanto, tampoco a opciones de regularización legal en el corto plazo, estamos ante una situación de altísima vulnerabilidad. Es hora de prestar atención. Es hora de actuar.

*Una versión de este artículo fue publicado originalmente en inglés en Caracas Chronicles.

**Los puntos de vista son a título personal. No representan la posición de la OEA.


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