En un artículo de opinión publicado en El País de España, su autor, Antonio Ortuño, reflexiona en que la migración es un fenómeno que debe ser comprendido más que ser combatido, precisamente, en virtud de su impacto en la sociedad y al mismo tiempo por su complejidad.

Según el Reporte Mundial de Migraciones (OIM, 2018), la migración internacional se estima en 244 millones de personas (que representa 3,3% de la población mundial total), y si de migración interna se trata, el número aumenta 740 millones de personas.

La Organización de Naciones Unidas para Asentamientos Humanos, por su parte, ha resaltado las connotaciones que genera (y generará) la migración interna y externa en los centros urbanos. De hecho, se estima que actualmente la mitad de la población migrante internacional está concentrada en los 10 países más industrializados del mundo. No es casualidad, entonces, que la Nueva Agenda Urbana declare su compromiso en el fortalecimiento de “(…) las sinergias entre la migración internacional y el desarrollo en los planos mundial, regional, nacional, subnacional y local (…)”

La OECD, igualmente, en una publicación titulada Cómo los inmigrantes contribuyen a la economía de los países en desarrollo“ afirma, entre otras conclusiones, que la fuerza laboral migrante tiene efecto positivos en la economía del país receptor.

Son solo 3 datos que dan cuenta de los distintos efectos de la migración como fenómeno social, pero al mismo tiempo insinúa la pluralidad de actores involucrados, lo que complejiza aún más su tratamiento y abordaje.  

Nuevamente las instituciones…locales

Ahora, bien  ¿Se relaciona la migración con la gestión local? ¿Cómo?

La respuesta es sí: mientras las políticas nacionales de los Estados en materia migratoria se enfocan en la entrada y permanencia del migrante en ese país, normalmente a las áreas metropolitanas y gobiernos locales les corresponde aspectos como la integración y atención de estos en la ciudad.

Es decir, así como los gobiernos locales suelen ser las instancias más próximas al ciudadano a través de los cuales se gestionan aspectos vinculados a su cotidianidad (vivienda, salubridad, recreación, impuestos, etc); en virtud de tal cercanía, a los gobiernos locales también se les atribuye la gestión de políticas para garantizar al migrante, por ejemplo, su adaptación en el nuevo entorno urbano, la cohesión social, y el acceso a bienes y servicios básicos.

Experiencias de ciudades como Montreal, Boston, Chicago, Berlín, Vancouver, por citar algunas, demuestran cómo la migración es atendida por las instituciones locales de forma efectiva, entendiendo dicho fenómeno como una fuerza social, económica y política beneficiosa para el  desarrollo de esas ciudades. Vivienda, educación, empleo, participación, inclusión social, son unas de las tantas áreas que dan cuenta de cómo se crean sinergias positivas entre la institucionalidad local y el migrante. 

En América, por su parte, apartando casos concretos como Buenos Aires, Sao Paulo o Santiago de Chile (aunque igualmente limitados), los gobiernos locales todavía tienen mucho qué hacer en la  gestión de políticas migratorias.

Un hecho ilustrativo: recientemente la versión web del medio informativo El Nacional –con base en información de la Organización Internacional de Migraciones– reseñó que 87% de la población migrante venezolana en Ecuador cobra menos del salario mínimo.

Ese dato por sí solo ejemplifica los numerosos retos de las instituciones locales en la región para atender la migración de forma integral. Además, históricamente los gobiernos locales en América han sido instituciones muy débiles (por diversas razones, y al punto de que en muchos casos ni siquiera son efectivos para atender a sus nacionales), lo que agrava aún más la situación del migrante, al no poder contar con espacios institucionales para la satisfacción de sus necesidades.

La región no solo se estaría perdiendo la oportunidad de potenciar el desarrollo de sus ciudades al no hacer más accesibles sus instituciones locales a la realidad del migrante, sino que además, no atender este fenómeno trae igualmente consecuencias negativas, tales como la segregación espacial, informalidad laboral, incremento de asentamientos urbanos no planificados y errónea percepción del migrante en el imaginario social. 

La reflexión es evidente: por un lado, la migración es un fenómeno que debe ser comprendido en su multidimensionalidad, y en ese entramado de actores, normas y relaciones, los gobiernos locales y sus instituciones tienen un rol fundamental; y por el otro, no obstante las experiencias positivas en otros países, la región debe reflexionar sobre cómo sus instituciones locales pueden sacar provecho de la migración para motorizar su desarrollo.

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@jaimemerrick

Fuentes consultadas

https://elpais.com/internacional/2019/05/13/mexico/1557711078_536959.html

http://www.el-nacional.com/noticias/latinoamerica/oim-los-venezolanos-ecuador-cobra-menos-del-salario-minimo_282523

http://www.onuhabitat.org.mx/index.php/la-migracion-es-basicamente-una-cuestion-urbana

https://robuenosaires.iom.int/news

http://habitat3.org/wp-content/uploads/NUA-Spanish.pdf

https://www.oecd.org/fr/publications/como-los-inmigrantes-contribuyen-a-la-economia-de-los-paises-en-desarrollo-9789264291904-es.htm


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