Según números de la Asamblea Nacional, septiembre de 2018 ha sido el mes con la más elevada inflación en toda nuestra historia (recordemos que el Banco Central de Venezuela no actualiza cifras sobre varias variables macroeconómicas, como inflación, PIB, balanza de pagos, etc., desde el tercer trimestre de 2015.). En ese mes, la variación de los precios aumentó 233,30%. En términos sencillos: lo que costaba 1 bolívar al 31 de agosto, terminó el mes de septiembre con un precio de 3,33 bolívares (entre agosto y diciembre, la inflación diaria promedio en Venezuela fue de cerca de 4%, número superior a la inflación anual de varios países de la región para 2018).

Todo estaría indicando que ese récord podría ser superado en enero de 2019.

El equipo económico de Maduro tiene una obsesión con respecto al dólar paralelo y creen que disminuyendo su ritmo de crecimiento están atacando y acabando con la inflación. Pareciera que para ellos el dólar paralelo es prácticamente la única variable que explica la hiperinflación que padece el país. Llama la atención que tuvieron que pasar 15 meses en hiperinflación para que hicieran algo, aunque, como era de esperarse, va en el camino errado.

Lo extraño de esa obsesión es que, por lo menos en 2018, mientras la inflación en Venezuela estuvo alrededor de 1.700.000% (según la AN), la variación de la “tasa de cambio paralela” fue de casi 74.000%. Dos diferencias muy grandes, pero que invitan a pensar que, si bien es cierto que el paralelo tiene un efecto en la inflación, por sí sola no puede explicarla.

Esa estrategia “antinflacionaria”, si bien es cierto garantiza una estabilidad cambiaria (y apreciación del bolívar) en el cortísimo plazo, también generará una profundización de la recesión y un grado de estrés en el sistema financiero para nada sano, menos aún en un país que ya tiene suficientes problemas económicos. Si la caída del PIB en 2018 estuvo rondando 18%, en este primer trimestre de 2019 pudiéramos sobrepasar fácilmente esa cifra.

Una grave deficiencia que tienen Maduro y su equipo para atacar el problema económico (además del desconocimiento y la ideología) es la pérdida de confianza hacia sus políticas económicas. Hoy nadie cree que sean capaces ni siquiera de estabilizar la producción petrolera (menos aún luego de las nuevas sanciones de Estados Unidos), o que logren abatir la hiperinflación o que Venezuela pueda tener crecimiento económico bajo su mandato. ¿Cómo pueden acabar con la hiperinflación si las expectativas de los agentes económicos es que no pueden con el problema, que el desorden fiscal va a continuar y que, además, en la situación actual el único financiamiento que les queda es vía BCV?

No hay que ser un gurú en economía para entender que la situación va a empeorar de manera importante en el corto-mediano plazo. Si la actual coyuntura política que vive el país no se resuelve rápido, lo que hoy pensamos es la peor cara de la crisis económica nos parecerá algo positivo en comparación con la escasez, la hiperinflación, la recesión que vamos a tener. Venezuela tiene capacidad de recuperar buena parte de lo que ha caído muy rápido en poco tiempo, pero falta voluntad política y, obviamente, un manejo económico responsable orientado a la generación de bienestar y con visión de largo plazo. En esa Venezuela de la recuperación hacen falta todos, desde el FMI y el Banco Mundial, hasta China, Conoco y Exxon.


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