Quienes gobiernan a Venezuela con la mentalidad de Atila, rey de los hunos, que se jactaba del poderoso trotar de su caballo cuyo paso desintegraba la hierba, poseen una creatividad infinita de la maldad, capaz de sojuzgar a un pueblo, someterlo, humillarlo, que este resienta diariamente en sus entrañas la presencia soberbia del Estado y su invencibilidad, ese es el origen y sentido de las cadenas presidenciales.

Esta maléfica actitud la han demostrado en todos los campos de la vida nacional, en esta oportunidad lo han hecho con el salario y las pensiones, con la remuneración de los activos han puesto a sacar cuentas a todo el mundo, tanto que a chavistas, opositores y librepensadores los números no les cuadran.

Si es en las universidades, los profesores titulares resumen los datos de su nuevo ingreso de dos salarios mínimos; si es en Pdvsa, la cuna del socialismo chavista y de la revolución, la decepción no puede ser mayor, manifestada en una estampida profesional indiferente a la oferta de gerencias y cargos vacantes que nadie quiere, so pena de que los penalicen por la baja producción y los encarcelen por “negligencia operativa”; si es en el sector eléctrico, donde el inefable ministro agotó la lista del zoológico culpable de sabotajes y apagones que mantienen a oscuras a todo el país, la diáspora es de miles de profesionales y técnicos, hoy reconocidos por su capacidad en otras regiones del continente.

Al final, no se salva nadie de la vorágine madurista; presenciamos en directo la debacle de 4.400.000 pensionados y jubilados deambulando como zombis por las calles de Venezuela, mendigando a retazos un efectivo indispensable para la supervivencia, lo crítico es que en ese trajinar se les va la vida, ya registrada en múltiples fallecimientos producidos por la inclemente espera de amaneceres o de 12 horas de permanencia en inclementes colas en los bancos.

Este tipo de regímenes vienen por todo, no dejan piedra sobre piedra, el saqueo es su divisa; su accionar se facilita cuando los pueblos en su ingenuidad compran su discurso. Por ejemplo, acabaron con las juntas parroquiales constitucionales y asociaciones de vecinos, luego sustituidas por consejos comunales, sin disparar un solo tiro; posteriormente le ofrecieron el caramelito de la reelección indefinida de gobernantes a la oposición, para integrarlos a su proyecto, hasta que el pueblo dijo basta y un buen diciembre, el de 2015, eligió una Asamblea Nacional opositora en más de 2/3, encomienda fallida, que hoy yace en el irónico cementerio de las victorias desperdiciadas.

En el contexto del mundo del trabajo han fraguado su ruta reciente. Comenzaron con imponer un contrato colectivo marco en el sector público firmado en 2014, en el que incluyeron milicias obreras, trabajo voluntario, fidelidad eterna al socialismo del siglo XXI, y dejaron el tabulador a expensas del caudillo presidente, todo aceptado por la representación gremial de Fedeunep y Fentrasep. Luego en 2016 lanzaron otro anzuelo, la resolución 9855, que establecía el trabajo obligatorio en el campo y en la ciudad; seguidamente, desde 2013-2018, han suspendido de facto las elecciones sindicales, porque sabe el oficialismo que será desalojado por el voto gremial; hasta que dieron el reciente golpe de impronta soviética y cubana con el salario igualitario en septiembre 2018.

Para lograr este cometido, que es el sometimiento del pueblo trabajador y convertirlo en la mano de obra más barata del planeta, ha contado con unas SS y una Gestapo sindical, denominada Central Socialista Bolivariana de Trabajadores con fachada de milicias obreras, quienes avalan toda la política antilaboral de la tiranía.

Es la hora del sindicalismo libre y democrático, de actuar unidos en función del rescate del mundo del trabajo y de la democracia para el pueblo venezolano.


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