Lo señalé en el artículo que escribí el 17 julio: a pesar del 30 de julio y la constituyente fraudulenta, la lucha por la democracia en nuestro país debe continuar. Hasta hace nada asumimos que nuestro país se hallaba en una situación similar a la de diciembre de 1957, en la víspera de la caída de la dictadura. Hoy, la situación del país pareciera enfrentar la consolidación de una dictadura producto de un fraude electoral, similar a lo acontecido al año 1952 venezolano.

Ahora enfrentamos el reto de ir a unas elecciones de gobernadores bajo las condiciones electorales más adversas, y frente a una ciudadanía desmovilizada, hastiada, producto de las expectativas generadas en el discurso de la MUD en relación con la salida del gobierno, así como por el agotamiento de 4 meses de protestas y las dolorosas circunstancias en las que fallecieron muchos venezolanos.

También es necesario poner los puntos sobre las íes. Es cierto que las expectativas generadas por la MUD en torno a la salida del gobierno, así como las acciones posteriores una vez consumado el fraude electoral del 30 de julio, han incidido en el malestar ciudadano con los partidos de oposición. Eso es indudable. Pero también debemos admitir el agotamiento del ciudadano de las protestas. No es cierto que todas las marchas fueron multitudinarias y mucho menos que los trancazos inmovilizaron al país entero. Al final hubo cansancio y las energías hacia finales de julio no eran las mismas que la impetuosidad demostrada en abril.

De modo que lo que ha sucedido, a mi juicio, es la combinación, por un lado, de una dirigencia opositora dividida (nuevamente) sobre cómo enfrentar a esta dictadura, e incapaz de cumplir con la expectativas generadas por su propio discurso político; y por el otro lado, una ciudadanía agotada después de 4 meses de lucha y fallecidos, y al mismo tiempo desencantada de sus representantes.

Súmese, además, un gobierno que decidió ser abiertamente dictadura y asumir el costo de mantenerse en el poder al precio que sea.

Bajo estas circunstancias se plantean las elecciones de gobernadores en Venezuela. Si votas, habrá fraude nuevamente en los espacios ganados (o cedidos); y si no votas, el chavismo podrá fortalecer aún más su dictadura.

Desde la opinión pública se ha generado un intenso debate sobre la conveniencia de participar o no en las elecciones de gobernadores, y desde ambos bandos se plantean los respectivos argumentos. Quienes sostienen que no se debe ir a elecciones argumentan: a) si la praxis de la oposición se sustenta en el artículo 333 y 350 de la Constitución de 1999, entonces resulta incoherente ir a elecciones, pues supondría, de facto, el reconocimiento a las autoridades que se dicen desconocer; b) después de más de 100 fallecidos durante las protestas, asumir las elecciones es una afrenta, un insulto a la memoria de aquellos que perdieron la vida; y c) no hay garantías para que en estas circunstancias las elecciones de gobernadores sean creíbles. Se suman otros tantos argumentos, pero en esencia esos son los puntos fuertes de quienes dicen que no se debe votar.

Del otro lado, aquellos que defienden las elecciones regionales, dicen: a) las gobernaciones son un espacio más de lucha que debe defenderse; b) la oposición nunca ha renegado de la lucha electoral, pues es el espacio natural de los demócratas; c) la abstención no ha sido beneficiosa para el país, ejemplo, año 2005.

Como digo, quienes están a favor o en contra de las elecciones de gobernadores tienen argumentos válidos, y ojalá estos comicios se plantearan en un contexto institucional de país mucho más favorable, pero lo que se le plantea a los políticos y a la ciudadanía es escoger entre las opciones menos desfavorables posible.

Por eso creo que hay que votar para las elecciones de gobernadores, porque simplemente no existe una mejor opción al no hacerlo. Con el corazón en la mano debe admitirse que la ciudadanía no está en capacidad de asumir autónomamente un nivel de protesta distinto al que se planteó entre abril y julio; tampoco existe una conducción política distinta a la MUD capaz de capitalizar el descontento existente.

Una vez más, y es entristecedor admitirlo, hay que votar en las elecciones de gobernadores,

a sabiendas de que lo haremos sin oportunidad de sopesar propuestas; que escogeremos a dirigentes que siendo diputados se postulan a alcaldes y gobernadores con el chantaje de que hay que “votar en contra del gobierno”, y bajo esa premisa los hemos votado una y otra y otra vez; que no obstante escojamos tal o cual candidato, una gobernación en nada contribuirá al mejoramiento de la calidad de vida del ciudadano; que por cada gobernación ganada por la oposición, ello significará gobiernos paralelos impuestos por la dictadura.

A pesar de todo lo malo que puede significar votar en las venideras elecciones de gobernadores, es la mejor peor opción que tiene la ciudadanía. 

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@jaimemerrick


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