La situación del país es muy delicada, la crisis económica y social no hace más que profundizarse con sus nefastas consecuencias para la calidad de vida del ciudadano común. No podía esperarse otra cosa en vista de que el régimen ha sido superado por ella y solo atina a reproducir las políticas que la han causado. Maduro afirmaba hace unos días: “El capitalismo no es la alternativa, la alternativa son los CLAP”. 

Tan delicada y grave es la coyuntura que el gobierno parece tener serios problemas en el ámbito castrense, cuya evolución se antoja impredecible.

A lo anterior hay que sumarle que cada día que pasa se confirma la condición fraudulenta de la elección convocada para el 20 de mayo. El régimen pretende cumplir con la obligación de realizar este año comicios presidenciales mediante un proceso carente por completo de los procedimientos, condiciones y garantías que establece la legalidad vigente para que sean libres, justos, competitivos y transparentes.

En diversas ocasiones voceros importantes del oficialismo, incluido Maduro,  han declarado públicamente que solo convocarán elecciones cuando les favorezcan; ahora fue la presidente de la constituyente la que afirmó la semana pasada: “Más nunca entregaremos el poder político”. Mayor claridad imposible.

Tanto la comunidad internacional democrática como la mayoría determinante de la oposición democrática han condenado y rechazado la farsa electoral de marras. 

Las fuerzas democráticas han decidido no participar y oponerse activamente mediante la conformación de un frente nacional que agrupe a todos los sectores del país opuestos al régimen y partidarios de unas verdaderas elecciones que permitan la manifestación de la voluntad ciudadana y abran paso a la superación de la crisis.  

Ambas decisiones son apropiadas y también las que más daño hacen al oficialismo. El país espera del Frente Amplio una política y una estrategia unitaria y eficaz para derrotar al régimen. En cuanto a qué hacer para el 20 de mayo han surgido diversas propuestas destinadas a promover una amplia movilización nacional en ese sentido.

El plan de lucha que se decida – y debe ser pronto– deberá estar impregnado de realismo político, eso quiere decir que no hay plantearse objetivos inalcanzables. Lo viable es  deslegitimar aún más la farsa del 20-M y lograr que la mayoría abrumadora no asista a las urnas. Las fuerzas opositoras no están en capacidad de impedir la realización del proceso, solo un pronunciamiento o presión castrense puede lograrlo.

Coincido con quienes han propuesto como eje central de la movilización contra el fraude realizar una consulta nacional y ciudadana similar a la magnífica jornada  del 16 de julio pasado, pero de mayor envergadura, participación y organización. El centro de la consulta sería un cuestionario con una pregunta sobre la continuidad de Maduro en la Presidencia.

Orientar la movilización ciudadana hacia una consulta de ese tipo tiene varias virtudes, entre otras: permite enfrentar al fraude de manera activa y pacífica, es ampliamente convocante, estimula la participación militante de la ciudadanía en la promoción, organización y realización del evento y, por último pero no menos importante, evita que las posturas vanguardistas y violentas tomen cuerpo.

Sería una especie de contracampaña electoral usando todos los recursos y actividades propias de una de ellas: propaganda, actos, recorridos y todos aquellos eventos posibles y necesarios.

Hay quienes con razón se preocupan por lo que sucederá después del 20-M y sobre qué hacer. Todo dependerá de lo que finalmente ocurra ese día y lo más probable es que la resistencia se incremente. Es responsabilidad del frente considerar los posibles escenarios y los cursos de acción.


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