Soñaban con ver una Venezuela libre, con despertarse y mirar el sol brillante de la libertad, y no podrán hacerlo porque fueron asesinados. Se trata de los jóvenes que salieron a protestar en las calles buscando el futuro perdido en esta hora mala que vivimos. Ya no hay dudas de quiénes fueron los autores de estos crímenes. La fiscal Luisa Ortega Díaz lo declaró sin titubeos, aportando detalles que inculpan a quienes se han prestado para perpetrar estas canalladas. Observó las instrucciones en el dorso de una bomba lacrimógena: “Prohibido disparar directamente a las personas pues tienen efecto letal”.

Lo que les espera a los responsables, a los que comandan y obedecen, es ir presos por cometer crímenes de lesa humanidad. Los desmanes no tienen límites. La crueldad está punteando los movimientos de las fuerzas represivas. El pasado miércoles la “gloriosa” Guardia Nacional Bolivariana le arrebató y destruyó el violín a Wuilly Moisés Arteaga en Altamira. “Me reventaron mi violín (…) ¿hasta cuándo vamos a estar con esto, ah?”, expresó entre lágrimas el joven.

Este artista quedará inmortalizado en nuestras memorias con su chaqueta, gorra tricolor, y “armado” con su violín participando en las manifestaciones opositoras. Es como los abuelos que protestan, como los médicos, como los ganaderos, no deja que los gases lacrimógenos ahoguen nuestro memorable Himno Nacional. A ese muchacho le rompieron su violín. Venezuela te lo devolverá con creces. “Ojalá podamos entregarte un Stradivarius”, sugería uno de esos guerreros del teclado.

También los esbirros de Maduro atacaron con lacrimógenas a los niños alumnos del Colegio “Humanitas” de Montalbán. La falla eléctrica que afectó gran parte de Caracas este miércoles, igualmente perjudicó al Departamento de Pediatría del Hospital de Niños J. M. de los Ríos, por lo que los médicos tuvieron que aplicar respiración manual a los infantes que ahí se encontraban.

El TSJ intenta evitar protestas amenazando a los alcaldes. Tendrán que meter presos a todos los alcaldes del país. No sigamos preguntándonos ¿hasta cuándo marchar? Eso no cuenta. Lo que realmente importa es que “no hay distancia cuando existe una inspiración para seguir avanzando”. Desistir es una traición y rendirse un suicidio. Los venezolanos hemos tenido que aprender a defendernos de los ataques despiadados de quienes usan la fuerza del poder público para humillarnos.

Mientras matan y atropellan, Maduro y su CNE creen que este país se conforma con migajas. Después de todo el dolor y esfuerzo que hemos hecho, sale con esa maniobra burda de una “constituyente comunal”. La respuesta es un rotundo ¡NO! La dignidad no se negocia, ni se remata en un bazar de truhanes el futuro de un país por el que ofrendaron sus vidas ya más de 58 seres humanos. Esas vidas se inmolaron no para que fuéramos como unos sinvergüenzas a realizar un cambalache por un puñado de gobernaciones o alcaldías. Por eso el llamado es a mantener la lucha cívica y pacífica de calle y aumentar la presión por el objetivo de que se realicen elecciones generales.


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