La usurpación de la tarjeta verde de Copei, para avalar la emboscada o farsa electoral prevista para el próximo 20 de mayo, ha llevado a algunos de sus promotores a justificar tamaño desafuero con conceptos y expresiones sacadas de su contexto global, escritas por los lideres fundadores de la democracia cristiana venezolana y los ex presidentes de la Republica Rafael Caldera y Luis Herrera Campins.

En efecto, han recurrido al pensamiento político de los ex mandatarios democristianos, víctimas de la dictadura previa a la democracia, para justificar “la colaboración” que le ofrecen a la dictadura comunista en su afán por impulsar “la farsa electoral” (expresión del propio Herrera Campins en el documento Frente a 1958).

En este artículo precisaré algunos elementos para poner de relieve la manipulación de la forma cómo Luis Herrera trató el tema en su época. Escribió en 1957, desde Europa, donde se encontraba exiliado, un completo análisis de la situación política de Venezuela con ocasión del vencimiento del período de gobierno fijado para el inicio de 1958, y la prevista convocatoria a elección universal directa y secreta del presidente de la República, establecida en la Constitución, que la propia dictadura se había dado. El documento en cuestión se titula Frente a 1958.

El ensayo es un completo estudio del cuadro político, jurídico y ético que tenia la nación venezolana ante su vida social, institucional y política de ese momento y de su futuro inmediato.

Herrera Campins, plenamente consciente de la naturaleza autoritaria e inmoral de la dictadura de entonces, sabe que sus conductores no quieren desprenderse del poder. Poder usurpado y sostenido sobre la base de la fuerza.

Recuerda que en vista de esa “cruda realidad hay un hecho cierto que no se puede desconocer: la dictadura existe y gobierna”.

En 1957 y en este 2018, Venezuela vivía y vive en dictadura. En ambas ocasiones la Constitución establece la celebración de elecciones. En ambas ocasiones las camarillas gobernantes temen la libre decisión de los ciudadanos.

Cuando Herrera escribe su análisis, evalúa todos los escenarios políticos y jurídicos posibles, y recomienda la forma en que él considera debería actuarse frente a cada uno de ellos.

Como líder democrático desea que se pueda presentar y aconseja trabajar un escenario de elecciones libres, y lo estima el más probable.

Aboga y avala la posibilidad de un diálogo “con autorizados emisarios de la dictadura, en el afán de buscar una salida decente a la encrucijada de 1958”. Y acto seguido advierte que “suena raro proponer un diálogo insólito en un país donde la política se ha hecho a base de monólogos…”.

Pero Herrera no es tan ingenuo, a pesar de su juventud, examina los demás escenarios posibles con los cuales la dictadura puede lograr retener el poder. Primero se pasea por la posibilidad de un nuevo autogolpe militar, cerrando abiertamente el camino electoral.

Ante ese escenario, Herrera llama a las Fuerzas Armadas a deponer la dictadura. Lo hace en los siguientes términos: “La responsabilidad de las Fuerzas Armadas no es responsabilidad global de acción, es responsabilidad pasiva, de tolerancia. Los escasos brotes de descontento castrense surgidos afirman la existencia de núcleos opositores a la orientación de la dictadura, pero mal alcanzan a borrar la responsabilidad colectiva. La responsabilidad de apoyar una opresión solo se borra apoyando la reconquista de la libertad”.

Frente a la usurpación defiende el “derecho a la resistencia activa”.

De modo que su mensaje es muy claro y no debe ocultase esta otra dimensión del asunto.

Luego evalúa el escenario de utilizar la espuria Constituyente de entonces, para hacer modificaciones constitucionales con el fin de eliminar la elección universal directa y secreta; o para correr la arruga, prorrogando por dos años más el período constitucional.

Los manipuladores de la transparente postura del ex presidente  ocultan estos elementos de su pensamiento.

Su tesis de participar se fundamenta en la posibilidad de lograr la realización de unas elecciones libres. Es la posición lógica de la política democrática, de un partido político democrático que busca el poder por métodos democráticos. Pero Herrera no deja de observar que en determinadas circunstancias la abstención puede ser una herramienta para deslegitimar un determinado gobierno o sistema político.

Con respecto a la abstención afirma: “La abstención electoral es un arma muy poderosa y efectiva de la oposición en naciones donde la constante y tradicional controversia ideológica y política ha creado una clara conciencia cívica en el pueblo, y donde una actitud de tan radical desconfianza frente al poder público sería capaz de provocar graves reacciones y de llevar a honda rectificación”.

Herrera la descarta para la situación venezolana de 1958 y la considera inapropiada, si se lograse convocar un proceso electoral.

De manera que no ofrece la participación o la abstención como receta permanente y recurrente, sino como opciones a asumir de acuerdo con las circunstancias y escenarios que se presenten.

Esa ha sido y es la tesis que hemos sostenido la mayoría de los dirigentes democráticos, y específicamente la mayoría de los dirigentes y líderes de la democracia cristiana venezolana.

Cuando la dictadura de 1957 burló la esperanza de una elección libre y se lanzó por el barranco del plebiscito fraudulento, Luis Luis Herrera fue categórico en denunciarlo, cuestionarlo y rechazarlo firmemente.

En un apéndice de su ensayo Frente a 1958, titulado La Tumba Dictatorial, publicado en noviembre de 1958, (citado por su biógrafo Pablo Herrera Maldonado, en el libro: Bibliografía de Luis Herrera Campins, y memoria de su época. Editorial El Centauro. Caracas, 2011. Páginas 142 y 143) el ex presidente Herrera cuestiona el plebiscito en que derivó la posibilidad del proceso electoral de aquel momento.

Lo hace en los siguientes términos: “Lo que más indigna es la insinceridad, la burla, la deformación del concepto mismo. Hubiera sido menos cínico haber verificado una reforma constitucional a comienzos del año. Se habría salvado, al menos, el ridículo”.

En su artículo defiende la necesidad de una “elección libre”. Dice: “Elección es un escogimiento que supone libertad de obrar, selección entre varias posibilidades”.

De modo que cuando ya quedó claro que no se logró el escenario de unas elecciones medianamente confiables y que la dictadura tomó el atajo de “la farsa electoral”, el ex presidente la cuestionó de manera total y sumó su apoyo al resto del liderazgo democrático en denunciar el fraude cometido.

Frente al evento del 20 de mayo tenemos el deber de examinar nuevamente si estamos ante una elección libre y democrática. Durante varias entregas he sostenido la tesis de que hemos llegado a un tipo de evento electoral que para nada es libre y democrático. La dictadura comunista ha deformado de tal manera la contienda, que la ha convertido en un plebiscito, en una comedia.

La forma como ha intervenido el escenario político, con cárcel, exilio, inhabilitaciones, clausura e intervención de partidos políticos, manipulación y cierre de medios de comunicación, censura de prensa y criminalización de la propaganda hacen que lo del 20 de mayos sea una “farsa electoral”, como Herrera Campins bautizó el plebiscito de la dictadura de 1957.

Frente a 2018, los demócratas enfrentamos los mismos dilemas que afrontaron los de 1957, y persuadidos como estamos de que no estamos ante un proceso electoral libre, no podemos avalarlo, ni presentarnos para darle cuotas de legitimidad a una dictadura, tanto o más perversa y arruinadora que la del siglo pasado.


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