El gobierno ha logrado que buena parte de los venezolanos estén pendientes de los anuncios del presidente Nicolás Maduro, no porque importen mucho sus peroratas ideológicas o descargas contra el imperio, sino porque en el extremo de la dependencia necesitan de la ayuda gubernamental para poder sobrevivir.

La asfixia a la que está sometida la población impacta de tal forma que un amplio sector que antes se quejaba de las dádivas ahora las espera expectante y hasta las reclama, dándole al gobierno mucho más poder sobre  ellos del que ya tenía, lo que además psicológicamente tiene sus consecuencias para la ya afectada psique de la ciudadanía.

Los trabajadores públicos, por ejemplo, además de exigir a través de algunas protestas el reconocimiento de la contratación colectiva, reclaman un aumento de sueldo porque el ingreso se ha vuelto sal y agua debido a la hiperinflación. Las últimas semanas, en el colmo de la desinformación a la que ya nos tienen acostumbrados Twitter y Whatsapp, todos los días ha corrido el rumor de que Maduro incrementaría el salario: siempre la noticia provenía de alguien que estaba muy bien informado, que ubicaba el nuevo monto entre 3.000 y 7.000 bolívares soberanos, sin incluir el bono de alimentación.

De esa forma los ciudadanos, expectantes ante la noticia, se han calado cuanta cosa ha dicho el mandatario en sus cadenas de radio y televisión, desde los reclamos a Colombia por querer desestabilizar y la entrega de un insulso premio de historia hasta la celebración del Día del Estudiante Universitario, en la que pidió a los muchachos aprender a manejar un fusil porque cualquier cosa puede pasar y hay que defender la revolución.

Muchos, asimismo, esperan el bono navideño o el anuncio de la entrega de los perniles, incluidos aquellos que pertenecen a sectores de clase media que ahora cuentan con su carnet de la patria, y que se sumaron a esa manía de revisar casi a diario si les llegó alguna ayuda.

Maduro lo logró. A pesar de algunas voces disonantes, el sometimiento de la población es más marcado. Sin el carisma de su predecesor y con muchos menos recursos, humilla una y otra vez no solo a los que se le oponen sino también, y es muestra del talante revolucionario, a sus adeptos.

Lo más grave es que esa forma de control amenaza con extenderse, aprovechando la destrucción del país. El gobierno seguirá jugando con el hambre del pueblo, sin importarle que eso sea criminal, porque políticamente le da beneficios y su prioridad a costa de lo que sea es mantenerse en el poder.


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