No sé si Juan Guaidó, el presidente interino, gobierna. El proceso es lento y eso a veces enerva, cansa, desespera. Lo que sí es cierto es que Nicolás Maduro no manda ni en su casa. Aquí las cosas fluyen por inercia, sin forma, rayando en lo increíble. Yo no salgo de mi asombro. Como me dijo alguien hace ya mucho tiempo: “La realidad siempre supera a la ficción”, y por mucho.

Allí está, por ejemplo, el caso de los niños fallecidos en el hospital J. M. de los Ríos y los seudogobernantes, no puede llamárseles de otra forma, que dicen que eso no es culpa de ellos sino del imperio que tiene bloqueados los fondos para poder atenderlos. Lo más cumbre es que se quedan de lo más campantes al afirmarlo y lo peor de todo es que hasta hay gente que se lo cree.

Vivimos en una nación donde el último aumento de sueldo no lo anunció Maduro. Estuvimos varios días en jaque tratando de buscar alguna vía para confirmar lo que se decía por redes sociales. Nunca la hubo. Una comiquita, pues. Ningún gobierno serio deja correr las cosas de esa manera y luego aparece en una rueda de prensa o en una cadena de radio y televisión como si nada.

Pero el colmo de los colmos es lo que pasa con la gasolina. Con la devaluación hubo un aumento solapado porque al pagar con el billete de más baja denominación siempre damos más de lo que marca la máquina. Y eso sigue así sin que el Ejecutivo haga nada. Los incrementos continúan con la salida de circulación de cada billete. Ya ni siquiera se consiguen los de 100 bolívares, por lo que para cancelar cualquier importe uno está pagando muy por encima del precio original. Los bomberos ganan más por lo que uno les deja en propinas que lo que pueden recoger por el importe del pago por las máquinas.

Y así de esta manera se activa de nuevo el caldo de cultivo para los negocios ilícitos con el combustible, lo que había sido el acicate para que se hablara en algún momento no tan lejano del incremento del precio. ¿Se acuerdan de que se iba a pagar con el carnet de la patria y que hasta pruebas se hicieron con unos aparaticos que ya no se sabe muy bien adónde fueron a parar? ¿Y quién se acuerda de los muchachitos del Plan Chamba Juvenil que pusieron en las estaciones de servicio? ¿Será que sí existe un Ministerio de Petróleo? ¿Qué será de la vida del general Manuel Quevedo?

Las largas colas para echar gasolina, sobre todo en el interior del país, han hecho que aparezcan los que le sacan punta a cualquier cosa para hacer negocio, y hay militares que en vez de cuidar y garantizar el orden lo que hacen es vender el cupo para pasar rápido y no tener que calarse la fila. Eso, por supuesto, es pagadero en dólares en efectivo. Si no los tiene está fregado, pero lo sorprendente es que hasta el menos pintado tiene sus dolaritos encaletados y puede hacer frente a una primera y hasta una segunda extorsión.

¿Ya le avisaron que se ha extendido entre los cuerpos de seguridad esa práctica abusiva de cobrar en moneda extranjera para dejarlo tranquilo? No pocos fiscales de tránsito, policías, guardias nacionales y militares andan como locos, y encontrarse con una alcabala en las inmediaciones de la avenida Francisco de Miranda, en Caracas, representa un gran dolor de cabeza.

En este país de fantasía no hay servicio público que sirva, pero el show inexplicablemente continúa. Con todo lo que uno ve cada día se hace más difícil entenderlo. Definitivamente que no somos normales, porque en cualquier nación hace rato que esto se hubiera terminado por cualquier vía. Así como vamos nos terminaremos muriendo de mengua.


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