¿Cuál es el fin de sus pretendidas políticas? En tanto que ello es específico de la política, el objetivo debe permanecer el mismo, cualquiera que sea la colectividad o país, esto es, ser invariable en el espacio y el tiempo e independiente de las contingencias, de las ideas dominantes de una época así como de las doctrinas o partidos que pretenden desempeñar el rol de comandar la actividad política. Que el régimen sea liberal o socialista, democrático o tiránico, que el Estado sea pequeño o grande, que se trate de una tribu, de una ciudad, de un Estado o un imperio, debe permanecer conceptualmente inmutable, de la misma manera que los presupuestos que lo condicionan. La determinación clara, precisa y unívoca de este objetivo así como los medios específicos de lo político se estrella a tres serias dificultades.

La primera tiene por origen el equívoco de la noción de finalidad. Hay en realidad una pluralidad de antagonismos de los fines. ¿La sociedad política tiene acaso por objetivo establecer o preservar la libertad o bien instaurar la igualdad o bien de hacer reinar la justicia; es más, de garantizar la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos? ¿Es posible dar al mismo tiempo satisfacción a todas estas aspiraciones? Desde el momento que libertad no es lo mismo que igualdad, que una no puede sustituir a la otra, la posibilidad de un conflicto es inherente y existe el riesgo de que estalle cuando se le da prioridad a una en vez de la otra. ¿No es verdad que la edificación de una sociedad igualitaria se acompaña en general, si no necesariamente, de una limitación de la libertad individual y de las libertades públicas? ¿Puede en realidad construirse una sociedad igualitaria? ¿Cómo conciliar los imperativos de la justicia con los de la seguridad? Además, no es verdad que lo justo es siempre útil y que este siempre está en armonía con las exigencias morales.

Pero, desde el florecimiento del pensamiento político griego, desde el gobierno del gran Pericles, se ha tenido por objetivos de la política, entre otros, el bienestar, la seguridad y la justicia en la sociedad. Así lo expresó Jean Jacques Rousseau en un artículo, “Discours sur l’economie politique, para la Prospectus de Encyclopédie a solicitud de los enciclopedistas Diderot y D’Alembert. Expresó Rousseau, en 1755, que un buen padre de familia, a nivel de la economía doméstica, se ocupa del bienestar y seguridad de su mujer e hijos, de su familia, y cuando se trata de la gran familia, esto es, de la ciudad-Estado, entonces el jefe del Estado debe instrumentar aquellas políticas económicas, entre otras, que desemboquen en bienestar para los ciudadanos; por eso, a este conjunto de políticas las llamó Rousseau Economía Política, es decir, economía de la “polis”, de la ciudad, o del país en nuestro caso actual, en contraste con la economía doméstica, la del hogar.

Maduro, quien funge como jefe del Estado, pretende falsamente, mientras haya que importar, desvincular al bolívar del dólar, moneda dominante mundialmente; lo acaba de enfatizar un reportaje en el prestigioso diario alemán Frankfurter Allgemaine Zeitung. El dólar en Venezuela llegará a límites superiores insospechados y así la hiperinflación, como también el deterioro del nivel de vida. No hay manera de importar con el “injerto petro”, moneda virtual sin reconocimiento, ni confianza ni circulación internacional.

Maduro, engañoso, cuando promete “déficit fiscal cero”. ¿Cómo puede aumentar impuestos a una economía recesiva? Sacar dinero de los bolsillos, disminuye la demanda privada, conspira con recuperar la producción nacional, lo pasa al Tesoro Nacional donde entra en el laberinto de la corrupción e ineficacia administrativa, en lugar de redimensionar la administración pública, reducir la burocracia ociosa, etc. Habrá una disminución de la demanda global, reforzada por el desestímulo a la inversión a causa del aumento sin precedentes del salario mínimo, que reduce el empleo, acarrea cierre de empresas. No serán compensados con los aumentos en la demanda privada ocasionada por el susodicho salario. Más bien estimulará las migraciones al crear desasosiego en las familias venezolanas por no contar con recursos para afrontar el elevado costo de la vida, que no se detendrá con este disparate económico y porque es imposible, como se ha demostrado históricamente, dirigir la economía en función de controles que ahogan los mecanismos del mercado.

En síntesis, para Venezuela, Maduro no tiene la conducta de un buen padre de familia: crea pobreza, zozobra, origina problemas en lugar de resolverlos, no busca el bienestar y seguridad de los venezolanos. Auspicia ocupación extranjera de Cuba. Fomenta en la sociedad venezolana un estamento cívico-militar que vive de la miseria del pueblo, sin inteligencia y buen sentido, canalla que jamás tendrá un programa económico válido con su arcaísmo ideológico.

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@psconderegardiz


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