Luego de haber neutralizado la Asamblea Nacional desde el propio momento de su instalación hasta 2018, jamás pensó la cúpula madurista que con la aparición de Juan Guaidó como presidente del único poder autónomo que queda en el país, o sea, el Legislativo, vería cómo su autoritarismo quedaría simplificado tanto a nivel nacional como internacional como una tiranía del siglo XXI, cuyos reductos se sintetizan en destrucción de la economía, hambre y miseria en el pueblo, multiplicación de la corrupción y la criminalidad con tentáculos en el narcotráfico, y por supuesto, persecución política y violación de derechos humanos.

Ante semejante realidad, la aparición de Juan Guaidó en el escenario político rompió con una hegemonía de movilización política que el madurismo había logrado mantener a partir de sus constantes amenazas y presiones, fundamentalmente sobre algunos empleados públicos, así como los llamados colectivos, estos últimos como grupos paramilitares del régimen que buscan anular cualquier tipo de protesta social a través del caos, el terror y hasta la muerte,

En tal sentido, aunque el madurismo haya podido anular en el orden de sus funciones jurídicas la creación y promulgación de leyes a la Asamblea Nacional, así como sus acciones de control y auditoría sobre el resto de los poderes secuestrados por quienes usurpan Miraflores, no ha podido contener la acción política del Parlamento, que ahora con su actual presidente, no solo es reconocido como presidente interino de Venezuela por más de los 50 países con mayor importancia en el contexto geopolítico, sino que al parecer el hecho de que Estados Unidos genere presiones en el ámbito económico sobre China y Rusia ya comienza  a surtir efectos políticos en las decisiones de estas naciones sobre la realidad de nuestro país.

En efecto, el madurismo al ver que comienza a quedarse sin vocería internacional excepto la de Cuba, intenta de una manera desesperada terminar de anular la Asamblea Nacional, allanando la inmunidad parlamentaria de varios diputados con su írrita, ilegal e ilegítima “constituyente”. Incluso, resulta curioso que a pesar de que los voceros de ese esperpento seudoinstitucional dicen que solo el “pueblo” está sobre ellos, y ellos serían la “representación de ese pueblo”. Entonces, si nos basamos en la propia argumentación madurista, y asumiendo que fueran ciertos los 8 millones de votos –cifras que fueron desconocidas por Smartmatic– que habrían obtenido en la selección de casi 600 “constituyentes” que prácticamente son unos desconocidos, ¿cuál sería la respuesta para los más de 14 millones de votantes que validaron que la oposición obtuviera dos tercios de la Asamblea Nacional? O sea, que según la tesis madurista el “pueblo” es solo aquel que ellos representan, los demás seríamos unos fantasmas.

Luego del 30 de abril, la Fuerza Armada ha quedado fracturada en ese supuesto bloque monolítico. De hecho, ver a Maduro hablando y hablando a los oficiales y soldados, mientras Cabello alimenta el odio en su milicia y colectivos armados es la más clara confesión que los autollamados “hijos de Chávez”, ya no confían en ninguno de sus aliados. Esa es la razón por la cual la radicalización del madurismo se acentúa, máxime cuando el presidente de la “constituyente” ha vuelto a tomar el control de la policía política con el retorno de Gustavo González López, mientras intenta relevar a Vladimir Padrino en el Ministerio de la Defensa con su primo, el mayor general José Rodríguez Cabello, en virtud de que es claro que luego de las denuncias que ha materializado Estados Unidos sobre el hombre que controla el poder militar, Cabello ha quedado con serias dudas sobre la lealtad de quien supuestamente protege a Maduro y la mal llamada “revolución”, aunque por ahora, el usurpador de Miraflores se abstenga de realizar un movimiento de esa naturaleza política.

El encarcelamiento de Edgar Zambrano y la persecución política contra los diputados de la Asamblea Nacional, buscando quee estos terminen pidiendo asilo o huyendo del régimen solo tiene como propósito acabar de facto con la Asamblea Nacional, para ir luego por Juan Guaidó. Ellos saben que mientras el Poder Legislativo se encuentre activo son pocas las posibilidades que tienen para seguir avanzando, y por el contrario, el sistema neototalitario se les agota, no solo por el colapso del país en todos sus ámbitos políticos, económicos y sociales, sino que es muy poco el margen de maniobra internacional que le ha quedado al régimen como medio de sobrevivencia en el poder, máxime cuando tenemos encuestas que hablan de que Maduro apenas si supera 10% de aceptación popular.

El madurismo desesperadamente busca asesinar a la Asamblea Nacional intentando alargar su agonía. La verdad es que poco a poco tanto Maduro como Cabello, así como el resto de la cúpula que usurpa el poder político, van rumbo hacia su final. Lo inevitable sigue su marcha y en el desarrollo de tal espacio, al madurismo solo le quedará escribir las páginas fracasadas de su propia historia.


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