Contrario a la opinión generalizada, el color púrpura o morado, según dicen los expertos sexólogos, sorprendentemente es más erótico y más asociado al amor y a la pasión que el color rojo, por más que las mujeres se pinten los labios, las uña de las manos y de los pies de rojo, o prefieran las rosas rojas. No sé las razones de esta opinión sexológica, pero lo cierto es que esta costumbre de las féminas de pintarse de rojo es para recodarle subliminalmente al hombre que la atracción y excitación sexual se manifiesta fisiológicamente por una mayor irrigación sanguínea en ciertas partes del cuerpo, como el rubor de la cara por ejemplo. Pero más allá del amor, el color rojo se asocia, en el imaginario colectivo, con hechos sangrientos, muerte, violencia, ciertos partidos políticos, Pdvsa, comunismo, revoluciones, China, Unión Soviética, Corea del Norte, Cuba, etc.

Astronómicamente el color rojo se asocia con el planeta Marte; en la mitología romana, Marte tenía muchos atributos, era el dios de la guerra, la virilidad masculina, la violencia, la pasión, la sexualidad, el derramamiento de sangre, la valentía, patrón de los guerreros romanos, del horror y victoria en las guerras, la perfección y la belleza. También este color tiene que ver con unas estrellas conocidas como “gigantes rojas”. Hablando de la Luna, se cuenta que cuando está llena (alumbrada por el Sol) se ve de color amarillo y esto ha tenido una influencia psicológica muy importante en ciertos eventos históricos cuando, de vez en cuando, se pone rojiza estando llena. Esto se debe a que, eclipsada por la Tierra, la Luna se mete dentro del cono de sombra de nuestro planeta, siendo aún alumbrada por los rayos solares que cruzan horizontalmente la atmósfera terrestre, pero que son refractados por esta, en matices del rojo, hacia la superficie de la Luna que está todavía dentro de la sombra. Actuando como una pantalla reflectora, estos rayos enrojecidos son enviados por la Luna a la Tierra observándose “ensangrentada”. Esto fenómeno óptico, conocido en el imaginario colectivo popular como luna de sangre, ha aterrorizado reyes, desmoralizado ejércitos y beneficiados a embaucadores; y de esto, hay varios ejemplos emblemáticos.

Uno de esos ejemplos fue la derrota de los atenienses por parte de los espartanos en el 413 a. C. en el sitio de Siracusa, durante la guerra del Peloponeso. Nicias, al mando del ejército ateniense, paralizado por miedo al ver un eclipse total de Luna ese año (27 de agosto), lo interpretó como una mala profecía y retardó por todo un mes lunar la retirada de Siracusa para no dejarlo a la suerte. El resultado fue la desastrosa destrucción de la flota ateniense y de la captura de su ejército. En el ejemplo de la caída definitiva de Constantinopla en 1453 a manos de los turcos, algo parecido sucedió. El 22 de mayo de ese año ocurrió un eclipse total de Luna y esto, desafortunadamente, estaba en contra de la creencia según la cual Constantinopla nunca caería mientras la Luna fuera visible en creciente y llena. Los defensores de la ciudad, al ver este eclipse, se desmoralizaron y no resistieron más, haciendo inevitable el saqueo de la ciudad por tres días por parte de Mohammed en su asalto final perpetrado días después del eclipse.

El general Charles “Chinese” Gordon se hizo conocido en China como un hábil líder militar de aquellos oficiales americanos y británicos mercenarios que apoyaron en 1851 a la dinastía Manchú en contra de la rebelión Taiping. En una de sus acciones, el hasta entonces victorioso Gordon ordenó un asalto nocturno bajo la luz de la Luna Llena, a la ciudad de Suzhou, al suroeste de Shanghai, bajo el control de los rebeldes. Pero a la Luna, según los soldados chinos bajo las órdenes de Gordon, le pasó algo raro. Ciertamente vieron que la Luna Llena no era normal ya que, sin saberlo, le estaba ocurriendo un eclipse que le quitaba la luz y esto le recordaban una  de sus creencias según la cual cualquier “mandato del cielo” indicaba que el gobernante de turno no debería ser apoyado más porque se había corrompido y debería ser cambiado. Así, con unos soldados mentalmente desanimados, Gordon falló su ataque a Suzhou, ciudad que por cierto tuvimos la oportunidad de visitar en 2009 con motivo de haber observado por aquellas tierras el eclipse total de Sol más largo del siglo 21, el 22 de julio de ese año [ver El Nacional, 22 de julio de 2009; y Peñaloza-Murillo, M. A. & Pasachoff, J. M. (2018). Cloudiness and solar radiation during the longest total solar eclipse of the 21st century at Tianhuangping (Zhejiang), China. Journal of Geophysical Research – Atmosphere, 123 (23), pp. 13443-13461].

En el siglo pasado, durante la I Guerra Mundial, los turcos apoyaron a los alemanes por lo que se convirtieron en una grave amenaza para los británicos y franceses en el cercano oriente. La dominación turca en aquella región encontró resistencia en lo que se conoció como la Revuelta Árabe apoyada, por supuesto, por los británicos. Entre los asesores que ayudaron a las tribus árabes en su lucha guerrillera contra los turcos, se encontraba el británico Thomas Edward Lawrence mejor conocido como Lawrence de Arabia. En el intento de los guerrilleros de Lawrence por tomar el puerto de Aqaba en manos de los turcos, sucedió algo inesperado. Los soldados turcos tuvieron una reacción inusual, pero tradicional al ver que estaba ocurriendo un eclipse total de Luna (4 de julio de 1917). Comenzaron a hacer ruido con potes (cacerolazo) y disparar sus rifles para evitar que la Luna llena desapareciera y así rescatarla. De esta manera, el puerto de Aqaba cayó en manos de la resistencia sin haber habido ningún combate. Esta tradición de hacer ruido para evitar que algo le pase al Sol durante los eclipses solares o a la Luna durante los eclipses lunares, ha sido una práctica muy vieja de muchas culturas antiguas. Asustados aún más por una tradición islámica según la cual el Día del Juicio será presagiado por un eclipse solar o lunar en el mes del Ramadán, cosa que ocurrió durante la aproximación de Lawrence al puerto de Aqaba, los soldados turcos no presentaron pelea a los guerrilleros árabes. Las aventuras de Lawrence de Arabia fueron llevadas al cine en una película de 1962 con el mismo nombre, protagonizada por Peter O’toole.

Una de las más espectaculares manipulaciones que registra la historia de un eclipse total de Luna fue la que hizo Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje a nuestro continente, mientras estuvo varado en la costa norte de Jamaica por deterioro de sus naves. En febrero de 1504, después de más de seis meses en esa situación, pasando trabajo con el agotamiento de los suministros, se le ocurrió una buena idea para hacer que los nativos continuaran dándole alimentos. La relación con ellos se había venido deteriorando a causa de que esto exploradores españoles hacían lo que les venía en gana: robo, saqueo, violencia, etc., por lo que aquellos decidieron, aunado a la carencia de más cosas que recibir de Colón, no darles más nada. Tres días antes de que ocurriera un eclipse total de Luna, y que él sabía que venía, Colón le advirtió al jefe nativo que el Dios cristiano estaba muy enojado por haber cortado los suministros a su expedición. Bajo amenaza de peste y hambruna, Dios los había de castigar si no desistían de tal actitud. Y esto lo haría saber Dios a través de un signo en el cielo, que fue el eclipse que vieron. Engañados así por Colón, los ignorantes nativos, presos del pánico supersticioso, corrieron por más alimento para él y sus tripulantes hasta que llegara auxilio. Esto lo contó su hijo Fernando Colón en la biografía de su padre. Colón fue uno de los primeros en usar eclipses lunares para medir la longitud en el mar; de ahí que él y su tripulación sabían de qué se trataba estos fenómenos, pero también los usó para resolver ingeniosa y pícaramente otro tipo de problema.

Yo me imagino lo espectacular que tuvo que haber sido la observación a simple vista de un eclipse total de Luna por parte de Nicias en Grecia, de los habitantes de Constantinopla, de los soldados chinos de Gordon y de los nativos de Jamaica que conocieron a Colón, en aquellas épocas cuando el cielo nocturno se podía ver mucho mejor, considerando que no había luz eléctrica ni contaminación atmosférica que molestara.

Desde la toma del puerto de Aqaba por parte de Lawrence de Arabia con la ayuda de 50 beduinos y de un eclipse total de Luna, en el siglo pasado, muchos eclipses de este tipo han ocurrido y seguirán ocurriendo. El último, el más largo de este siglo, ocurrió el pasado viernes 27 de julio de 2018 (ver El Nacional de esa fecha) y solo se pudo observar en África, Europa y Asia. El próximo está a la vuelta de la esquina, o sea, este domingo 20 de enero de 2019 y será visible en todo el continente americano (desde Alaska a Patagonia), incluyendo Venezuela (si las condiciones meteorológicas lo permiten). Tomando a Caracas como referencia, Selene, con su luz amarillenta de luna llena, besará tangencialmente el cono de sombra (umbra) de Gaia o Pachamama (nuestra madre Tierra) a las 11:33 pm de la noche del domingo 20 de enero de 2019 y comenzará a meterse en el cono de su sombra. A las 12:41 am del lunes 21 ya la Luna debe estar inmersa en el cono de sombra de la Tierra: comienza la totalidad del eclipse; su luz comenzará a palidecer, convirtiéndose en roja cobriza, para no desaparecer del todo. A las 01:43 am la Luna comienza a salir del cono de sombra terrestre para luego despedirse del este con otro beso del mismo tipo a las 02:50 am del día 21 de enero próximo, hasta el 16 de mayo de 2022 cuando otro encuentro íntimo de este tipo entre la Luna y dicho cono volverá a ocurrir visible desde nuestro país. Nuestro satélite natural durará totalmente dentro de este cono, solo 62 minutos, desde las 12:41 am hasta las 01:43 am del 21 de enero de 2019. Pero hoy día, ¿cuál es la importancia científica de la observación de estos eclipses?

A estas alturas de nuestra civilización estos eclipses ya son familiares y no causan pánico, aunque el folclor popular los siga llamando “lunas de sangre”, pero siempre nos despierta la curiosidad y nos invitan por unos minutos a observarlos; para los enamorados y poetas, para inspirarse; para los aficionados a la astronomía, para fotografiarlos; para los astrólogos, para hacer predicciones; ¿y para los científicos?

Para la ciencia, los eclipse totales de Luna sirven para explorar la atmósfera terrestre. Observando fotométricamente la curva de luz de la superficie de la Luna en varios colores (bandas R, G & B), usando para ello cámaras digitales equipadas con CCD, se puede determinar la variación del brillo y la distribución del color de la luz refractada, primero, por la atmósfera terrestre y, luego, reflejada por la superficie selenita, durante el paso de la Luna por la umbra terrestre. Aunque observaciones de este tipo se comenzaron a ejecutar hace mucho tiempo (por lo menos desde 1934), con tecnologías de la época, estas continúan siendo de interés científico para tal fin con tecnologías modernas. La observación de esta curva en bandas espectrofotométricas, permite estudiar el posible enrojecimiento (extinción) de la radiación solar debido a la presencia de partículas de polvo (o aerosoles atmosféricos), ozono, cenizas volcánicas, etc., en la atmósfera media y alta cuando los rayos solares son refractados por esta última y enviados hacia dentro del cono de sombra. La superficie lunar actúa, entonces, como una pantalla reflectora, enviando de regreso a la Tierra estos rayados ya refractados y enrojecidos, para lo cual tendrán que atravesar nuevamente la atmósfera terrestre hasta que llegan al observador o al instrumento detector. Con estas observaciones, se hace un análisis teórico con base al ajuste de un modelo matemático y se puede derivar la naturaleza de dichas partículas y la concentración de ozono. ¿Cuán rojiza se pondrá la Luna? ¿Cuán obscura será? Eso dependerá de las condiciones de la atmósfera terrestre.

Precisamente lo anterior es lo que intentaremos hacer por primera vez con este eclipse, desde el observatorio astronómico del Williams College ubicado en Williamstown, noroeste de Massachusetts, en donde nos desempeñamos actualmente como investigador científico visitante asociado al Departamento de Astronomía, cuya jefatura está a cargo del reconocido astrónomo norteamericano profesor Dr. Jay M. Pasachoff (PhD Harvard University), especialista en eclipses solares. Nuestro equipo, el cual tengo el honor de coordinar, incluye al Dr. Steven Souza, coordinador del observatorio y a dos estudiantes de astronomía: Ross Yu de Huntington Beach, California y Christian Lockwood de Long Island, Nueva York. Como venezolano me siento muy emocionado de intentar hacer lo que creo ningún compatriota ha hecho antes  a lo largo de nuestra historia. Lástima que no lo podamos desde nuestro país por múltiples razones, que todos conocemos, sobre todo porque el tiempo allá es excelente para la observación dado que se está en la época seca (verano), es decir, hay cielos despejados. El Williams College es el colegio universitario de artes liberales que ha sido y sigue siendo el número 1 de Estados Unidos; fue el segundo college fundado en 1793 en Massachusetts después del Harvard College (que dio origen a la Universidad de Harvard) [https://www.usnews.com/best-colleges/williams-college-2229]. Por coincidencia, el color púrpura o morado es el color emblema del Williams College y fue escogido por sugerencia de Jenny Jerome, la mamá de Winston Churchill, quien venia desde Nueva York a pasar el verano a Williamstown. En 2012 tuve la oportunidad de vivir en la que fue su casa cuando vine aquí de año sabático, como académico internacional visitante Fulbright.

Aun así, tenemos mucha preocupación por el tiempo atmosférico que usualmente se tiene en Estados Unidos en el mes de enero debido al invierno, cuyos cielos nublados nos pueden impedir la captura de data usada en el análisis de la exploración de la atmósfera media y superior terrestre con un eclipse como estos. De acuerdo con los registros, desde 2000 el 20 de enero ha sido persistentemente un día muy nublado (84%) en Willliamstown. Sin embargo, nuestro colega Robert Lucas, ingeniero retirado que trabajó en la NASA, junto con su equipo, estará en el sur de California haciendo las mismas observaciones que nosotros acá en Massachusetts. En San Luis Obispo donde planea estar, el 20 de enero ha sido un persistentemente un día menos nublado (40%). Si nosotros no podemos por mal tiempo, Lucas a lo mejor sí, dado que por aquellos lados el tiempo, Dios mediante, puede ser mejor. Lo importante es capturar las imágenes en cualquier lado y que lleguen a nuestras manos, para el posterior procesamiento de ellas y análisis respectivo.

Después de haber observado exitosamente cinco eclipses totales de Sol alrededor del mundo, a saber, Venezuela (1998), Rumania (1999), Zambia (2001), China (2009) y Estados Unidos (2017), nos disponemos a enfrentar, con la experiencia obtenida con esos eclipses solares, el desafío de estudiar por primera vez, en nuestra agenda de trabajo científico, un eclipse, pero lunar con el fin de explorar la atmósfera terrestre. ¿Lo haremos?

Mientras esas cosas suceden en el espacio, aquí abajo en la Tierra, quizá los amantes a cielo abierto, en el campo o en la playa, verán cómo la Luna debilitará su luz discretamente, por unos cuantos minutos, para que ellos también se eclipsen en un abrazo y entrega de pasión y amor, aunque el hombre lobo en París, esa noche, tenga que esconderse por un buen rato si está de visita en Venezuela o en cualquier país del continente americano.

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