No cabe duda de que el gobierno interino de Guaidó tiene una enorme ventaja diplomática sobre el de facto de Maduro .Al reconocimiento de alrededor de 60 países de los más importantes del planeta se suman 2 importantes acontecimientos muy recientes. Uno de ellos es la participación de representantes del gobierno de Guaidó en la reunión del Caricom, organismo multilateral que reúne a los países del Caribe, que hasta el momento han sido un bastión de apoyo al chavismo como agradecimiento a su petrochequera.

El otro, más impactante, es el informe de la alta comisionada de los Derechos Humanos de la ONU y presidente de Chile en dos oportunidades, Michelle Bachelet, quien salvo los últimos meses de su segunda presidencia, formó parte del estruendoso silencio de los gobiernos de izquierda de la región sobre los desmanes autoritarios de los gobiernos de la era chavista.

Desde que Michelle Bachelet asumió el cargo en 2018 había tenido una actitud más complaciente que su predecesor Zeid Ra’ad al Hussein ante las inocultables evidencias de las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen de Maduro. Quizás como respuesta a la presión de múltiples actores, desde Miguel Bosé hasta organizaciones políticas y de derechos humanos, y de la salvaje represión desatada por el régimen de Maduro para impedir la entrada de la ayuda humanitaria, decidió enviar a Venezuela una comisión cuyo informe dio pie a una demoledora declaración en la que toma posición Michelle Bachelet, que ha impactado en todo el orbe.

Activistas y expertos en derechos humanos resaltan que las violaciones reseñadas en este informe así como en el informe definitivo que será presentado en junio dan un enorme peso a las denuncias realizadas por años desde diferentes ONG y se convierte en una importante herramienta para convencer a los sectores que siguen siendo incrédulos, o que siguen mostrando su apoyo a un gobierno autoritario.

Que un día después del informe oral de Bachelet, nueve relatores expertos de la ONU en materia de libertad de expresión, de ejecuciones extrajudiciales, asociación, derechos humanos hayan presentado un comunicado conjunto en el que expresaron su preocupación por las violaciones de los derechos humanos ocurridas en Venezuela durante las protestas de enero de 2019 es algo sin precedentes.

Como era de esperarse, el gobierno de Maduro respondió no solo negando la realidad y acusando de parcialización a la Sra. Bachelet, sino arreciando la represión en desafío a su informe, montando ollas delirantes, como las historias de terrorismo preparadas para detener a Marrero y Planchart  y acusar al entorno más cercano a Guaidó de terroristas y, sobre todo, de ladrones en franca demostración de que están dispuestos a todo para mantener el poder.

El desafío se extiende a la Secretaría General de la ONU. Un vocero de Guterres afirmó que cualquier forma de represión contra la oposición no solo sería un error, sino que conducirá a una escalada dramática para la gente en Venezuela. El funcionario ofreció la declaración en referencia a la detención arbitraria de Roberto Marrero.

En ese sombrío escenario se ubica la llegada de 2 aeronaves y 99 militares rusos a Maiquetía, sobre cuyo contenido e intenciones se especula que, más allá de las declaraciones oficiales sobre que la justificación de los vuelos y su contenido debido a convenios de carácter técnico militar de Rusia con Venezuela en proceso de cumplimiento, parece querer exhibir la intención de una amenaza creíble de que los rusos están dispuestos a jugar duro a favor de Maduro.

Como era de esperarse las reacciones no se hicieron esperar. Mike Pompeo le dice a su homólogo ruso, Serguei Lavrov, que Estados Unidos no se quedará de brazos cruzados mientras Rusia exacerba las tensiones en Venezuela. La Cámara de Representantes aprueba un acuerdo para frenar la amenaza ruso-venezolana. El secretario general de la OEA reclama la inconstitucionalidad de esta injerencia pasando por encima de la AN, y un comunicado de un importante grupo de afamados abogados venezolanos reclaman en la misma dirección.

Nos encontramos ante una categórica demostración de que la terquedad de Maduro y sus compinches de mantenerse en el poder, desdeñando cualquier negociación creíble que dé paso a una solución, coloca a Venezuela cada vez más como una pieza al borde de abismos indeseables, en los que va perdiendo autonomía de juego en el tablero global.


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