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Cuando los que mandan pierden la vergüenza, 

los que obedecen pierden el respeto

George C. Lichtenberg

De nada, absolutamente de nada, ha servido que el régimen anunciara con bombos y platillos que Venezuela marcha a la cabeza de las telecomunicaciones en América Latina, luego de poner en órbita tres satélites, en distintas fechas, Simón Bolívar, Sucre y Francisco de Miranda, de alta tecnología, mediante acuerdo con el gobierno chino, con los cuales se dijo facilitarían el desarrollo de tareas en materia de salud, minería, petróleo, protección civil, prevención de desastres, agricultura, ambiente, telecomunicaciones y planificación en áreas prioritarias para el país.

Estos instrumentos de alta tecnología, fabricados por la empresa china Great Wall Industry Corporation, no han brindado los resultados anunciados por cuanto las áreas que se dijo cubrirían, hoy por hoy presentan, como nunca antes, el más deplorable estado de servicio y no se diga en lo que a las telecomunicaciones se refiere, porque Venezuela hoy en día encabeza la lista de países en los cuales las telecomunicaciones y particularmente Internet, es el peor del continente.

Aun cuando es posible comprar por varios miles de bolívares una conexión rápida, la mayoría de los venezolanos –que paga cientos de miles de bolívares– según recientes estudios cuenta con una de las más lentas del mundo. Según la empresa de medición de velocidad Ookla, el promedio de la velocidad de Internet es el más bajo de Suramérica. Por su parte, el estudio de State of Internet de Akami asegura que la velocidad de Internet en Venezuela promedia 1.3 megabits por segundo (mbps), compitiendo únicamente con Paraguay y Bolivia. La conexión promedio en la región tiene 5 mbps y la media mundial es de 20 mbps, por lo que ver una película, hacer una videoconferencia o transmitir un evento en vivo son tecnologías que la mayoría de los venezolanos simplemente no conoce, de acuerdo con el experto Carlos Díaz, del Centro de Investigación Gumilla.

A este problema se suman los recurrentes apagones, que en los últimos tiempos se vienen sucediendo en todo el ámbito nacional, que han ocasionado enormes y graves daños económicos y materiales en empresas, industrias y hogares en los que han afectado, cocinas eléctricas, neveras, aparatos de aire acondicionado y equipos de computación. De esto último he sido víctima, razón por la cual me encuentro en los actuales momentos un tanto fuera de circulación en mi actividad periodística, que ha evitado cumpla con mis compromisos como columnista del diario El NacionalNoticiero Digital, y de importantes medios impresos de la provincia y del exterior.  

Cabe aquí con razón el eslogan del régimen: “¡Hecho en socialismo!”, o cualquier otro como “Solo en la revolución socialista”. ¡Qué socialismo, ni que ocho cuartos! Impera la negligencia, ineptitud, incapacidad, abuso e incompetencia de quienes al servicio de un régimen que populista y demagógicamente se ufana de gobernar para el soberano ha demostrado que no tiene el más mínimo sentido de responsabilidad para con quienes creyeron en sus falsas promesas, erigiéndose en titanes de una pseudorrevolución socialista y marxista, y mal llamada bolivariana.

Su ensoberbecida política represiva, totalitaria y autoritaria, con guión netamente cubano, ha hecho mella en nuestra juventud, pero pese a todas las circunstancias sigue en pie de lucha y no se doblega y, mucho menos, ha perdido su rol de semillero, pensamiento, rebeldías, ilusiones, propuestas y movilizaciones por cuanto están conscientes, con confianza y voluntad, que tiene por delante el compromiso, la fe y voluntad para reconstruir la patria, la recuperación del Estado y sus instituciones, pese a que algunas veces se desvanece por confusas órdenes de personajes que actúan bajo las sombras. Sin embargo, la juventud venezolana tiene clara la necesidad de recuperar la sensibilidad, asombro, admiración y está dispuesta a alcanzar con éxito estos propósitos, sin miedo a las injusticias, dolores y tragedias. Por ello se niega a aceptar límites y abrirse al infinito, aun a costa de su propia vida, pues está dispuesta a sepultar atropellos, humillaciones y vejámenes de inescrupulosos pseudorrevolucionarios. Evocan al Libertador con su espada y exclaman: “Esa espada es nuestra, nos pertenece”.

El régimen es víctima de sus propios apagones revolucionarios, y lo están volviendo cenizas por haber llevado al país al más deplorable estado de miseria, hambre, inseguridad, narcotráfico y corrupción, nefastos elementos que laceran el cuerpo social de la nación y de quienes en ella habitamos.


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