Dicho que fue, los peruanos hicieron un tremendo esfuerzo y lo lograron: tuvieron su crisis política, incluida la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski. PPK, como es conocido, solo alcanzó a cumplir poco más de un tercio de su mandato. Fue el cuarto presidente elegido democráticamente, en una inédita  seguidilla de mandatarios electos sin la interrupción de golpes de Estado . En su lugar asumió el primer vicepresidente, Martín Alberto Vizcarra Cornejo, quien bajó desde Canadá en donde se desempeñaba como embajador del Perú.

¿Qué pasó? Problemas de corrupción con Odebrecht de por medio, dónde no. Un caso de contratación de servicios de un consultora de la que había dejado de pertenecer formalmente, cuando era ministro de Toledo. Comparado con los casos de Cristina Kirchner, Chávez, Correa, Lula, Maduro, Martinelli y Ortega cuando se sepa, lo de PPK es una insignificancia, Eso sí, muy magnificada. Se sumó una “compra” de votos, con videos y todo. En Perú los videos son un arma terrible impuesta por Vladimiro Montesinos, el siniestro lugarteniente del ex dictador Alberto Fujimori. Y, como siempre pasa, hay videos que aparecen oportunamente y otros que no, más los que desaparecen. Es claro sí que se prometieron obras y apoyo regional, en lo fue protagonista Kenji Fujimori, hijo del ex dictador, por estos días “ayudando” a PPK. Al lado del “mensalao”, durante la primera presidencia de Lula, más que insignificante, aún.“Peccata minuta”; peccatita.

Lo de PPK tuvo que ver con su “legitimidad”.  Legítimo, sí, pero no tanto: estaba prendido con alfileres. Llegó por descarte. Para los fujimoristas era una especie de usurpador. En las elecciones de abril de 2016  Keiko Fujimori, la hija mayor y jefa del fujimorismo –por ahora– casi lo dobló en votos: 39,89% contra 21,05%. El mismo PPK ganó por muy poco al izquierdista Frente Amplio (18,74%) su derecho al “ballotage”. En esas elecciones hubo 10 candidatos. Los ex Alan García y Alejandro Toledo consiguieron magros 5,83% y 1,3%, respectivamente.

En la segunda vuelta PPK le gana a Keiko con 0,23% de ventaja (50,11% contra 49,89%). En realidad fue un triunfo del antifujimorismo, de la misma manera que ahora la caída del presidente fue un triunfo del hoy dividido fujimorismo. Keiko juró venganza y lo consiguió. Una semana antes había pedido públicamente la renuncia del presidente.

¿Quá va a pasar? Todo depende de lo que pase dentro del fujimorismo y de la gestión de Vizcarra.

Se espera un cierto período de calma para el nuevo mandatario. Puede que goce de una tregua; breve, quizás. Cuando Keiko pidió la renuncia de PPK, dijo que Vizcarra tenía condiciones para cumplir con la tarea. Una especie de “respaldo” indirecto y muy circunstancial.

Se puede decir, entonces, que Vizcarra no entró con mal pie. Su discurso ha sido prudente y ponderado. Corto y preciso, con un mensaje de esperanza y con el compromiso, como prioridad, de combatir la corrupción. Fue bien recibido; hay quienes recuerdan, además, su buena actuación como gobernador de la región de Moquegua, con logros muy concretos en materia de educación.

La división del fujimorismo, la mayor fuerza política del Perú –casi la mitad de la población–, juega a favor del presidente. Habrá que ver qué resulta de esa guerra fratricida entre Keiko, la hija mayor, líder indiscutida hoy por hoy, contra Kenji, su hermano menor en franca rebeldía. Se asegura que este cuenta con el apoyo del padre, recientemente indultado por PPK y para lo cual se esforzó mucho más que Keiko. Lo que se desconoce es qué fuerza e influencia real tiene el anciano ex dictador.

En este esquema el terreno se muestra propicio para el novel jefe de Estado, el que no puede descuidar tampoco a una serie de grupos y partidos  no fujimoristas. Estos son menores, pero en casos molestan bastante, como PPK bien lo sufrió.

Ese sería el panorama para el futuro inmediato, el que sin embargo depende y podría ensombrecerse y complicarse en función de lo que “cante y siga cantando” la gente de Odebrecht, esa banda de delincuentes, muy amigos de Lula por cierto, que ha corrompido al hemisferio americano, desde arriba hasta abajo.


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