Diecinueve largos y trágicos años han pasado desde que el golpista Hugo Chávez y su camarilla de improvisados, incapaces y ladrones, se hicieron del poder para ejercerlo con sorprendente desprecio por las instituciones fundamentales del Estado y los ciudadanos. Y muerto este, continúa la tragedia, sin fórmula de resolución, con el designado tan improvisado, inepto y ruin como su mentor.

Lo que ha vivido Venezuela con este par de sujetos ha sido una larga y tormentosa agonía, que ha alcanzado su expresión más patética con este ignaro presidente que, por un azar del destino, inmerecido, le ha tocado mal dirigir los destinos del país. Desde luego, de la manera más corrupta e ineficiente. Este infeliz jamás imaginó que habría de asumir la conducción de un país que tanto a Chávez como a él les quedó inmensamente grande. Tanto que ni los mismos chavista y maduristas se merecen y mucho menos el resto de los venezolanos un gobierno que ha causado tanto dolor, miseria, desesperanza, hambre y todo tipo de calamidad pública insospechada en cualquier nación.

Enumerar el sinfín de desaciertos y errores sería interminable. Han dividido a las familias, han establecido un apartheid entre buenos y malos, han fomentado la exclusión entre quienes tienen el carnet de la patria y los que no, lo tienen porque se resisten a doblegarse. Ese instrumento perverso, creado además para el control de los ciudadanos y, aunque lo nieguen, del voto. La delincuencia se ha masificado de una manera avasallante. La hiperinflación rampante, sin contención; y no se observa ni una sola acción que nos señale que hay la voluntad de acabar con esa septicemia en la economía. La red hospitalaria técnicamente inservible, el sistema de transporte todo destartalado, incluido el Metro. Los medicamentos desaparecidos, y lo que hay a precios inalcanzables para cualquier mortal. La producción petrolera e sus más bajos niveles, la producción agrícola y pecuaria al mismo ritmo decreciente. Ah, y con la hiperinflación más alta de toda Latinoamérica, y cuidado si del mundo.

Y así el presidente aspira a ganar las elecciones. Maduro ahora se abraza a esa entelequia llamada petro. ¿Cobrarán Nicolás y sus ministros con petros? Esa criptomoneda no pasa de ser un disparate más y por qué no, una distracción más de las tantas que se han inventado para engañar al país. ¿Recuerdan aquello de los quince motores para el desarrollo productivo? ¿En qué paró? Cuáles han sido los resultados de esa novela.

Otra cosa, con el drama del efectivo se hicieron los locos. Pero eso sí, ellos sí están bien robustos. Ninguno exhibe signos de desnutrición, y el que hace de presidente mucho menos, exhibe una talla tipo nevera. En ese nivel están la gobernadora del estado Lara, Carmen Meléndez, Diosdado Cabello y muchos otros. Lo cierto es que lo que Nicolás ofrece, como siempre, son promesas y más promesas. No queremos promesas. Queremos salir de esta larga agonía, pero ya.

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