“Que tú me quieres dejar/yo no quiero sufrir/contigo me voy mi santa/aunque me cueste morir”

1.       La ex presidente Bachelet tiene que mirar la vida y los acontecimientos desde su perspectiva, su historia, sus afectos, sus vínculos y sus odios, como cualquier ser humano. De tal manera que un personaje que se ha colocado del lado zurdo de la historia, amiga de Fidel Castro y Lula, de Chávez y Pepe Mujica, no va a adoptar otro punto de vista por desempeñar el cargo de Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Tal vez pueda ampliar su perspectiva y oír otras campanas, pero su manera de “ver” está construida sobre su historia.

2.       ¿Es desestimable, por esa razón, la visita de Bachelet a Venezuela? Veamos. Su presencia tiene múltiples efectos. Debe haberse conmovido por los relatos de los asesinatos, las brutales torturas, persecuciones, por parte del régimen. Sus lágrimas existieron; pueden haber sido sentidas por esa historia de la cual forma parte; pero, más importante que sus emociones, son las de las víctimas que hablaron. Saber que alguien percibe un dolor, aunque sea por un rato y con el manto azul de las Naciones Unidas, no es poca cosa.

3.       Bachelet dirá que en Venezuela hay una crisis severa; dirá que hay represión; confirmará que hay violaciones a los derechos humanos; y hará un llamado no para que “cese la usurpación”, pero, al menos para que haya diálogo y libertad de los presos políticos.

4.       Otras cosas también dirá la ex presidente: que la oposición ha violado igualmente los derechos de los partidarios del gobierno; que las sanciones han agravado la crisis hasta el nivel actual; y que la falta de diálogo ha sido fatal. Y es aquí donde comienzan los mensajes sibilinos que vienen desde la perspectiva ideológica de doña Michelle.

5.       En el lenguaje político nacional e internacional reciente hay una pugna entre la visión que sostiene que hay un enfrentamiento entre la mafia criminal roja y el movimiento democrático venezolano y mundial, y la que sostiene que hay dos partes legítimas –digamos, gobierno y oposición– contrapuestos, con altos niveles de intolerancia mutua. La primera visión fue la que predominó (para referirme sólo a este año) entre las fuerzas democráticas entre enero y abril, y la segunda es la que ha intentado imponer la Unión Europea, la España del PSOE, y cada vez más envuelve al sector noruego de la oposición venezolana.

6.       Bachelet entra a jugar como refuerzo de esta segunda posición. Más allá de sus intenciones, su metamensaje se orienta a que los “dos sectores políticos en pugna” (nada de víctimas y victimarios) se sienten a noruegar por el Mar del Norte. El efecto neto ha sido una deslegitimación de Guaidó como presidente interino y la conversión del “usurpador” en legítima contraparte de un diálogo necesario y oxigenado.


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