Desde el año 2014 he venido estudiando e investigando los modelos de los sistemas penitenciarios, con el único propósito de ofrecer un planteamiento que ayude a corregir y sanear las cárceles venezolanas de la corrupción, la criminalidad y la anarquía que en ellas impera bajo la mirada de un Estado cuyo presidente, Nicolás Maduro, tiene señalamientos del Departamento de Justicia de Estados Unidos por cargos criminales de narcotráfico y lavado de dinero. Muchos de sus compinches que ocupan altas posiciones burocráticas, también tienen acusaciones que son del conocimiento público. En ese escenario es imposible esperar que se pueda arreglar el problema con los mismos actores que forman parte de una cadena viciada en la que el poder lo ejercen los delincuentes.

Para ningún venezolano es un secreto que existen demasiados intereses económicos en lo relacionado con el sistema penitenciario nacional, en su mayor parte quienes deberían aplicar la ley se benefician de que los llamados pranes tengan el control exclusivo de los recintos. Muchos funcionarios sacan una porción de la torta y se cubren unos con otros mientras se respeten los acuerdos internos criminales.

En ese contexto que se vive en nuestra nación, la única salida real es que una empresa privada capacitada administre los recintos bajo la supervisión de un Estado venezolano democrático, obviamente estoy hablando de un país en libertad y en el que Maduro y los chavistas no estén en el poder.

Hace pocos días, de muy buena fuente pude conocer que la propuesta de la privatización del sistema carcelario en Venezuela ya se había discutido en mesas de trabajo de la oposición, en el marco de las elecciones presidenciales del 2012, en las que se enfrentaron Hugo Chávez y Henrique Capriles, con un resultado hasta hoy cuestionado, en el que el CNE le dio la victoria a Chávez. Ese mismo año las mesas desarrollaron un proyecto escrito que plantea que los presos deberían trabajar para generar sus propios ingresos permitiendo de esa manera que la nación no tenga que afrontar los gastos de cada reo. Sin embargo, esa propuesta de la sociedad civil no llegó a ver la luz  y se perdió junto con las promesas de cambio ofrecidas por diversos dirigentes políticos que en otrora brillaron mucho pero iluminaron poco.

Me parece una buena idea que aquellos planteamientos que nacieron de discusiones con expertos de varias áreas junto al pueblo, sean retomados en una Venezuela liberada. Seríamos un ejemplo para la región y las grandes empresas nacionales e internacionales podrían tener en cuenta la mano de obra de los reclusos, pagándoles un salario y permitiendo que ellos coticen, aprendan un oficio y que paguen impuestos. Todo ello sin duda alguna impulsará la economía y el bienestar social. También se deben construir nuevas instalaciones aptas para tales actividades y preparar y educar a los funcionarios con los mejores profesionales seleccionando a los más calificados y cualificados para trabajar en las penitenciarias. Esta iniciativa es sólo una de las  tantas soluciones que se pueden brindar  para reconstruir a nuestra gran nación.

Todos los que amamos la democracia hemos soñado con el día en el que Venezuela despierte libre, el día en el que retornen a casa quienes se fueron al exilio y que las familias vuelvan a abrazarse; muchos hemos extrañado incluso al olor de nuestro suelo tras una tarde de lluvia. Cientos de veces me vuelvo a hacer la misma pregunta que millones de venezolanos: ¿Cuándo pasará esto? Yo he visualizado ese momento de cambio una y otra vez, he visto la cima de la montaña y he soñado con una tierra llena de progreso y oportunidades. Durante años son largas las noches de investigación, preparación y reflexión que he dedicado para dilucidar cuáles serán las mejores medidas para que nuestro territorio sea próspero.

Cuando caiga el régimen actual, el país debe retomar el curso de su historia hacia el éxito, hay que volver a construir, pero esta vez con bases sólidas. Son muchos los asuntos que reclaman los venezolanos, el camino que tenemos por delante está lleno de retos. Uno de esos retos es la privatización del sistema carcelario.

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