A veces uno se levanta con ganas de abandonar el país. Uno lo piensa, lo repiensa. Uno se dice para sus adentros: Bueno, he llegado a los 60, y uno se pregunta si valdrá la pena instalarse en otro país en condiciones precarias y sin trabajo, o en uno que no tenga nada que ver con lo que siempre ha sido y ha hecho.

No es verdad lo que alguna vez dijo Maduro: La gente se va por la moda y con 10.000 dólares en el bolsillo. No es la luz de algún país extranjero lo que incita a los venezolanos a huir de su país; son las sombras del nuestro las que empujan al venezolano a huir. Venezuela es un país insoportable política y económicamente, y la huida ha sido masiva, y por esta razón ha empezado a dar miedo a los nativos del país que ha elegido como destino.

Sí, producimos miedo, no tanto porque somos diferentes. Pues, qué tan diferentes podemos ser de un barranquillero o de los habitantes de Lima (aunque en honor a la verdad, los peruanos son bastantes más feos); en verdad damos miedo por nuestra pobreza. Donde vamos, por esta razón o por cualquier otra ligada a la miseria que llevamos con nosotros, enseguida nos vinculan con el desorden, la prostitución, la delincuencia, en suma, con el peligro.

Todos los días se coloca en las redes sociales videos donde es común el acoso violento del que son objeto los venezolanos. Recientemente, una diputada panameña se desgañitaba introduciendo una ley migratoria excluyente de los extranjeros (léase, venezolanos). La xenofobia, que es realmente un movimiento espontáneo y natural del instinto gregario (dice Savater), que por supuesto es mala como casi todo lo que es espontáneo, gregario y natural (sigue diciendo Savater), en su caso, el de la diputada Rodríguez, parece ser una perversión diabólica por la manera como gesticulaba, como si fuera una reencarnación del peor de los fascistas; y ella pretende con dicha ley negarle al venezolano el trabajo y producirle una expulsión exprés. La xenofobia hay que desactivarla definitivamente.

Pero ahora, tratando de aprovechar la desmesura y perversión de la diputada panameña, el fiscal designado por la ANC, Tarek W. Saab, dice enfrentarse a los actos de xenofobia contra los venezolanos. El problema con el fiscal es que para nada aborda la causa del problema, que no es tanto la xenofobia de los nativos de los países que son destino de los venezolanos; el problema es que el país es invivible, que el chavismo y el madurismo instalaron lo que podríamos llamar un “precariato” que describe nuestra realidad hoy: crisis general de sociedad, con el colapso de toda la infraestructura y servicios públicos, inseguridad personal, inseguridad jurídica, inseguridad alimentaria, en fin, una crisis abierta que nos convierte en un país de riesgo pleno, sin todos los mecanismos de asegurabilidad que hacían de este país un país seguro para propios y extraños y que se convirtió en un país que expulsa a sus nacionales por su general precariedad. Así que al evadir las características del país hoy, las posiciones antixenófobas indignantes del fiscal son simples golpes de pecho donde no hay una sola idea rescatable.

 


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