Sabemos que los burócratas de la institucionalidad reaccionaria, vandálica y pendenciera sí saben qué sucedió a la inmensa riqueza petrolera que administraron. Frente a lo cual, los librepensadores asumimos posturas auténticamente contestatarias y reformistas. Sólo la arrogancia los impulsa a infantilmente acusarnos de reaccionarios o fascistas cuando son ellos los apropiadores y tutores de las riquezas que no reparten a sus legítimos dueños. Y de la violencia genocida. Se oponen al progreso cuando hostigan a productores de bienes de consumo de la nación que oprimen. Fortuita e inexplicablemente, enfurecen contra todos los sectores de la sociedad que arruinan (intelectuales, docentes, obreros, científicos, investigadores, tecnólogos) y que, paradójicamente, sufragan a favor de elegirlos o conferirles mandatos. Son, con o sin antifaces, enemigos de la Humanidad: constituyen el presente (y ejercicio) del estado de cosas infectas que extirparemos con ingenio, y sus tropas mercenarias huirán.

En las postrimerías del Caos Ultimomundista, hallo inteligible fijarle un instante de thermidor (1) a transnacionales grupúsculos de forajidos y auténticos reaccionarios que dilapidan los inconmensurables recursos financieros procedentes de The Empire State: en perjuicio de millones de personas vulnerables y desasistidas. La Historia no había registrado casos en los cuales quienes gobernaban se enmascararan de contestatarios o iconoclastas. El contestatario impulsa reformas, se opone a un específico y pútrido estado de cosas presente de la cual no forma parte. Son iconoclastas quienes critican la subcultura farisea de monaguillos, obispos, monseñores, reverendos y pastores.

Las nuestras centro-suramericanas no son repúblicas de la virtud, sino de reaccionarios y maleantes en pleno e ilegitimado ejercicio del poder: que, durante el alba de la vindicación por venir, tendrán su día de thermidor.

En el Continente Ultimomundano gobiernan vándalos que igual son reaccionarios. En materia política, ellos constituyen el presente (y ejercicio) del estado de cosas infectas, mientras pretenden ser vistos como legítimos contestatarios. En el curso de la Revolución Francesa, el guillotinado Pierre Victurni en Vergniaud predijo «que la Revolución -como Saturno- acabaría devorando a sus propios hijos» (1792).

Acertó: en 1794, Año III del nuevo calendario que los regía, Robespierre, Saint-Just y Couthon, junto a 98 adherentes, fueron decapitados. Ahora los ultimomundistas, sin haber sido, en realidad, revolucionarios (pero sí vándalos con poder y mal habidas fortunas)  se «devoran» a sí mismos» y son hostiles ante quienes advertimos (a través de los agujeros de sus manteos) que son la versión del siglo XXI de insaciables magnates. Reaccionan igual a pendencieros de comarca cuando se les critica, aun cuando es notoria la paternidad que el vulgo les atribuye sobre el saqueo de las riquezas nacionales y la devastación que experimentamos.

NOTA.-

(1) Los girondinos, durante la Revolución Francesa, eran moderados y contrarios al Gran Terror y guillotina que los necrófilos y radicales jacobinos promovían. Homicidas que fueron ajusticiados virtud a la «reacción thermidoriana» que les fijó su «día para ser decapitados», tras cuyo suceso se abolió el uso de la guillotina.

@jurescritor

 


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