Arturo Sánchez (físico), Gustavo Dudamel (compositor), Argenis Luis Peña «Archi Peña» (percusionista), Hugo Gaggioni (ingeniero electrónico), Antonio Díaz (karateca), etcéteras y más etcéteras.

Todos ellos son venezolanos y se encuentran en el exterior.

Con independencia de lo que se quiera entender por “éxito”, lo cierto es que los de esta generación, que tenemos  edades comprendidas entre los 20 y 40 años, para desarrollar nuestras habilidades, simplemente tuvimos que irnos.

En Argentina, uno de los destinos con más venezolanos en América Latina, el diario La Nación publicó un reportaje que señala que 67% de los venezolanos residentes en ese país son profesionales. Más de la mitad. Es una ganga y representa un capital económico invaluable: el desarrollo de un país con una mano de obra que, además de calificada, no generó gastos de educación para su formación. Gana el venezolano. Gana el país de destino.

Pierde Venezuela. Se queda acéfala de ideas, proyectos, innovación, curiosos, artistas… en la mierda.

Tampoco quiero significar que la salida de Venezuela a otro país es el jardín del edén o la tierra prometida. No es así. También existen historias de jóvenes, y venezolanos en general, cuyo proceso de migración ha sido duro, complicado.

Y sí, puede parecer una obviedad, pero una de las tantas razones por la cual el profesional venezolano puede desarrollarse mejor en otro país que en el suyo propio tiene que ver fundamentalmente con las instituciones y las normas que ellas generan.

En países donde las instituciones son inclusivas y sólidas se producen reglas de juego en las que la innovación, la diversidad y la libertad de pensamiento confluyen al mismo tiempo con un sistema de normas que limitan el ejercicio del poder absoluto. No teme el científico, ni el periodista o el ingeniero.

Por el contrario, en países con instituciones extractivas, como Venezuela, las reglas de juego son opresoras, limitativas del conocimiento, el emprendimiento, y todo aquello que signifique diversidad y control al poder.

Ejemplo de ello lo encontramos en los jóvenes diputados a la Asamblea Nacional José Manuel Olivares y Juan Requesens. Ninguno de los dos supera los 32 años. El primero, médico, obligado al exilio por amenazas del propio gobierno; mientras que el segundo, recientemente causó indignación por haber sido detenido forzadamente por la policía política del gobierno venezolano, y horas más tarde, fue divulgado un video en el que se le veía torturado en las manos, medio desnudo y su ropa interior llena de heces.  

En países con instituciones inclusivas, el profesional y su capacidad de generar conocimiento es un activo cada vez más importante, pues de eso depende el desarrollo económico de ese país, al tiempo que se convierten en sociedades más competitivas e innovadoras.

Justamente, la forma en que fue mostrado el diputado Juan Requesens y sus condiciones de detención ilustran claramente el desprecio, asco, de las instituciones extractivas por el establecimiento de normas que limiten el ejercicio al poder discrecional, sin lo cual no es posible la generación de conocimiento e ideas libremente. Teme el científico, el periodista,  y el ingeniero.

Se cagaron en nosotros, y sí, para este gobierno somos una generación de mierda.

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@jaimemerrick


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