Son muchos los libros y las páginas sobre la ética de los jueces y la importancia que ella tiene para la construcción de una nación.

La conformación del cuerpo judicial en Venezuela está llena de lo que uno puede llamar, generosamente, peculiaridades. Por un lado, van las leyes y los libros, y por otro, las actuaciones, juicios y decisiones. Al punto de que marchan parejo con el “bachaquerismo”Los parapetos judiciales van mucho más allá de los compromisos políticos: invaden todo.

Yo me imagino a un juez rindiéndoles cuentas a sus hijos. O a un profesor de la Facultad de Derecho tratando de hacer aterrizar sus lecciones o prédicas en el escenario nacional. Así que es redundante hablar de jueces injustos. Su juego es anterior a la corrupción o a la injustica: la cultivan.

El juego político que ahora ocurre coloca a Venezuela en un nivel particular. Es mucho más que el final de una usurpación y la apertura hacia la profundización de la democracia. Es la tarea de darle sentido a cosas como la justicia. Pero ¿de dónde vamos a sacar los jueces necesarios?

Así como las catástrofes del agua y la electricidad tienen que ver con el éxodo de los talentos imprescindibles para su cuido y mantenimiento, la pregunta se corre hacia los jueces y abogados, oficios que no sirven en otros países. Su carácter no es materia de exportación. Sabiendo esa condición, es natural que se preocupen por un cambio de gobierno.

Con estos antecedentes, ¿que habrá de hacerse con las escuelas de Derecho? ¿Qué ejemplos habrán de seguir esos estudiantes?

La magnitud de los problemas relativos a la crisis hace parecer retórica esta preocupación, pero la eticidad de una nación debe estar en su fundamentación. Es la fuente de sentido para todo lo demás. Es mucho más que un problema político, nos refiere a nuestra propia condición y calidad: allí está la responsabilidad de estos jueces, en su condición endeble y sumisa.

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@perroalzao


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