Se puede definir inteligencia emocional como la habilidad de entender y manejar las emociones propias, así como de comprender  e influir en los demás efectivamente. Es decir, significa ser consciente de los sentimientos que se encuentran detrás del comportamiento de los individuos y cómo estos afectan a las otras personas, bien sea de forma negativa o positiva. Algunos autores consideran que representa el dominio del manejo de las sensaciones personales, de manera que sean expresadas adecuadamente, así como la habilidad para enfrentar esas situaciones que pueden generar presiones o exaltaciones.

Con el fin de poder comprender las emociones de otros es necesario aprender a percibirlas con exactitud. Para esto se requiere a su vez interpretar los códigos no verbales que ofrecen información importante, como lo es el lenguaje corporal y los gestos faciales. Luego, se debe analizar  y prestar atención a lo que sea prioritario, teniendo igualmente presente que las emociones percibidas pueden representar múltiples significados. Así mismo, es importante gestionarlas de forma apropiada, aprendiendo cómo y cuándo es más oportuno actuar al respecto y qué se debe responder, tomando en cuenta la  perspectiva  de las personas.

Una  de las ventajas de interpretar correctamente el pensamiento de los otros es que esto permite interactuar de forma correcta, fortaleciendo las relaciones interpersonales. La comprensión que se demuestre a los individuos, independientemente del lugar y de la situación,  hace que se estrechen lazos y que fluya una mejor  comunicación. Esto es positivo tanto en lo familiar como en lo profesional, pues permite generar conexiones con los miembros de la familia y con los compañeros de trabajo. Este intercambio debe estar basado en demostraciones de escucha activa, de comunicación verbal y no verbal, así como en la capacidad para hacerse entender por los demás. 

Las personas con alta inteligencia emocional son capaces de identificar sus emociones y darse cuenta de cómo estas influyen en su pensamiento y en su comportamiento, para así poder controlar sus impulsos y no dejarse llevar por las crisis. Estos individuos saben cómo calmarse a sí mismos cuando sus emociones son negativas e intensas, tratando de adaptarse adecuadamente a la dinámica de las situaciones cambiantes. Por otro lado, tienen destrezas para entender el enfoque emocional de los otros, pues saben manejar la empatía y entienden cómo se sienten. Igualmente, cuentan con gran habilidad de comunicación que les ayuda a influir en los demás.


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